La radicalización en Venezuela ha ocasionado consecuencias negativas en todos los aspectos de nuestra sociedad. Durante las últimas dos décadas hemos caído en una espiral de polarización política que nos ha dejado una herida profunda a todos los venezolanos. Mediante discursos extremistas nos han intentado inculcar una cultura de rivalidades irreconciliables, que nos llevó a pensar que para que un bando triunfe, el otro debe -necesariamente- perder, sin importar si se busca o no beneficiar a la población.
Así han transcurrido 23 largos años de un discurso político agresivo e intransigente, que ha construido barreras y divisiones, dejándonos solamente dolor, resentimiento y miseria. Para algunos grupos, ganarle al otro parece ser un fin en sí mismo, como si la política existiera para favorecer sus intereses personales. Estos grupos no están dispuestos a debatir ideas ni alcanzar consensos por el país, su intención es imponer sus creencias e ideología por la fuerza.
En este escenario no hay espacio para nada más y, como consecuencia, el país termina perdiendo. Es por eso que la amplia mayoría de la población está cansada de los discursos radicales que buscan la exterminación del contrario. Aquí, la gran mayoría solo queremos lo mejor para Venezuela, para nuestras familias, amigos, vecinos… Estamos cansados, por ejemplo, de la falsa idea de que solo existen dos caminos para el futuro del país: la privatización total o las expropiaciones. El camino para la reconstrucción de la nación no pasa por ir de un extremo al otro como una gallina sin cabeza. Es necesario contar con debates que concluyan en políticas públicas coherentes con la realidad que vivimos.
Venezuela reclama políticos de altura, que tengan la madurez necesaria para aceptar sus errores y aprender de ellos, que entiendan que las divisiones nos debilitan. Debemos ser parte de un discurso conciliador, que sea capaz de entender al que piensa distinto y permita llegar a acuerdos favorables para todos, en especial para los sectores más vulnerables. Esta es la ruta para llegar a ese tan anhelado cese del conflicto que tanto daño nos ha causado.
La política no se trata de aniquilar al otro o de imponerse por la fuerza. La política es un instrumento para construir una sociedad mucho más justa que atienda las necesidades de toda una nación. Si de verdad queremos una Venezuela con desarrollo, progreso social, donde podamos contar con calidad de vida y no tengamos miedo a expresar nuestras opiniones, debemos dejar de lado a quienes intentan erigir barreras y divisiones entre nosotros. Esta es una invitación a los políticos del país y a la sociedad en general para que logremos alcanzar la nación que queremos, derrumbando los muros que nos intentan separar.
Stalin González