#VIDEO #ESPECIAL Beatriz Briceño Picón, hija de Mario Briceño Iragorry: Mi padre fue amigo de todos, pensó  en la unidad de los venezolanos y nunca odió #27Sep 

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Ramón Guillermo Aveledo, exparlamentario y exsecretario ejecutivo de la Mesa de la Unidad Democrática, llegó a decir que cuando joven supo que Mario Briceño Iragorry era el nombre de un liceo de Barquisimeto y después sí pudo saber quién había sido el prestigioso intelectual venezolano, considerado el trujillano universal, cuya memoria está siendo honrada en su suelo natal, Trujillo, en ocasión de celebrarse el pasado jueves 15 de septiembre, los 125 años de su nacimiento.

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Foto: Centro de Documentación Interno (CDI)

Ser sin odio

Su hija, la periodista Beatriz Briceño Picón, ha visitado la redacción de El Impulso, donde fue atendida por la directora de este medio, Gisela Carmona, y en entrevista que nos ha concedido  ha relatado detalles muy interesantes que, como ella misma ha dicho, poca gente sabe: Mario Briceño Iragorry quería ser ingeniero, apasionado como lo era por las matemáticas, y no abogado, como en efecto, lo fue. Joven, muy irreverente, no podía ser visto ni por el obispo de Mérida, ni por los padres de Josefina Picón, su novia y con quien se casó,  precisamente porque era un iconoclasta.

Foto: Centro de Documentación Interno (CDI)

Aunque descolló en la política, no sólo era amigo de izquierdistas y derechistas, sino de pobres, ricos y, en general,  de todas las personas. A pesar de que estuvo a punto de ser asesinado a la puerta de una iglesia en España jamás sintió odio por sus agresores enviados desde Caracas y jamás quiso que su familia conociera la identidad de aquellos criminales de la Seguridad Nacional. Y el historiador Ramón J. Velásquez, quien se convirtió en  el último presidente andino,  llegó a afirmar que Mario Briceño Iragorry había comenzado a enseñar la historia venezolana de una manera diferente a como se impartía hasta entonces.

De viaje hacia Trujillo, para asistir a los actos conmemorativos en honor a su padre, Beatriz Briceño Picón, ha estado desde el viernes en Barquisimeto, donde hace 70 años, su padre clausuró el Congreso Mariano celebrado en esta ciudad,  con motivo de la coronación canónica de la virgen de Coromoto a los 300 años de su aparición.

Como un acto de humildad, recordó nuestra visitante, el abogado, educador, escritor, político y pensador, al iniciar su pieza oratoria, preguntó: ¿Qué hago yo aquí? Porque  consideraba que había otros avezados intelectuales que podrían haber tenido esa responsabilidad de concluir dicho evento. Sin embargo, su discurso resultó  ser una admirable página de expresión de fe católica. Él quiso estar allí como católico y, además, como  hijo mariano, resaltó.

De Nietzsche a Papini

Muchos no saben, relata Beatriz,  que mi papá fue un iconoclasta  que en los años 1917 y 1918, en Mérida, a donde fue a estudiar en la Universidad de los Andes porque había sido cerrada la Universidad Central de Venezuela, seguía el pensamiento de Friedrich Nietzsche y todo lo que en ese momento se estaban proponiendo.

Tenía en su mente una revolución ese hombre de bigotes bien plantados, que iba a caballo y creía estar en el centro del mundo.

MARIO BRICEÑO IRAGORRY. CON SU ESPOSA JOSEFINA Y EL PERSONAL DIPLOMATICO EN UN ACTO EN LA EMBAJADA DE VENEZUELA, BOGOTA , 1949. 24/08/1997 D1. FD: 13/09/2022.

Pero, al poco tiempo volvió a su fe de origen porque era católico bautizado, obviamente. Y dice, en ese Congreso Mariano, yo tengo que agradecer a la virgen lo que hizo conmigo en el momento más oscuro de mi vida. Y en esa pieza histórica, muy bonita, hace un bosquejo acerca de la presencia de la virgen en todas las regiones del mundo. Al final llega al capítulo María, Caracas y la unidad de la patria. Porque también recuerda que el 8 de septiembre de 1777 se hizo la unidad de Venezuela.

Mario Briceño Iragorry creía en la posibilidad de la unidad nacional y tenía una esperanza muy grande en los valores humanos,  los valores fuertes, que tiene el ser humano cuando se propone grandes metas.

Pensaba que nuestra fe cristiana puede lograr, sin duda alguna, sembrar al Cristo callejero como lo dijo Giovanni Papini. Un Cristo que nos hiciera más fuertes, más humanos, más justos y más trabajadores.

Esa frase del Negrito del Batey, del que trabajo lo hizo Dios como castigo, es todo lo opuesto porque el trabajo es la vocación.

Sostiene que el Cristo que buscaban Papini y su papá recuerda muchísimo a lo que está diciendo el Papa Francisco en estos momentos: Cristo tiene que ir por la calle. Porque en el templo está el Cristo sacramentado.

Foto: Centro de Documentación Interno (CDI)

Mario Briceño Iragorry era un cristiano convencido, pero para vivir la eucaristía en la política, literatura y en todas partes.

Su conversión se logró con el apoyo de Rubén Picón Lares, Caraciolo Parra León y algunos clérigos, pero no tantos.

Cuando, como profesor,  examinó a José Humberto Quintero Parra, que se iba a estudiar a Roma, le dijo que tenía la cara de Julián El Apóstata. Pero, se equivocó porque llegó a ser el primer cardenal de Venezuela. Y tuvieron una amistad fraternal.

Infancia y juventud

¿De dónde le vino la vocación de escritor a Mario Briceño Iragorry, que comenzó a escribir a los diez años? 

Primero de su abuela paterna, doña Narcisana Valero, a quien no conoció, pero ella, en aquel pueblo perdido de San Lázaro, cerca de Trujillo, instruyó a sus  hijos, entre ellos a Jesús Briceño Valero, el padre de mi papá y ambos se sentaban bajo un árbol para leer, leer y leer.

Todos los Briceño Valero fueron maestros aldeanos, aunque también se dedicaron a otros oficios. Papá se dedicó al periodismo en cierta manera.

Cuando María Iragorry quedó viuda, Mario Briceño Iragorry, el mayor de sus cinco hijos, tenía doce años. Se fueron a vivir a Maracaibo, donde mi papá fue aceptado como alumno sin tener que pagar el curso. Más tarde regresaron a Trujillo y es entonces cuando comienza a escribir en periódicos murales.

A los quince años se fue a Caracas en 1917 porque quería estudiar ingeniería y entró en la Academia Militar porque en ésta enseñaban matemáticas, que era lo que más le gustaba. Ahí conoce y hace amistad con Medina Angarita, quien siendo general llegó a ser presidente de la República.

Foto: Centro de Documentación Interno (CDI)

Duró poco en esa academia y se fue a Mérida, porque estaba la Universidad Central de Venezuela cerrada, para estudiar Derecho, aunque no le gustaba.

Uno de los Briceño Picón le presentó a su prima, Josefina, cuya familia residía cerca de la Catedral. Fueron unos amores muy luchadores porque los padres de la jovencita no querían saber de aquel joven rebelde, quien tenía una revolución mental. Y Diego Carbonell, que también era ateo, le ocupaba mucho para que hablara contra la Iglesia, motivo por el cual el obispo había pedido que no lo llevaran a donde estuviera hablando Mario Briceño Iragorry.

Después vendría su encuentro con la fe inalterable de toda su vida y papá se dio cuenta que los cristianos no estaban siendo fieles a los Evangelios. Había mucha coraza.

En su libro El Caballo de Ledesma hay un ensayo sobre la Crisis de la Caridad, que deben leer todos los venezolanos.

MARIO BRICEÑO IRAGORRY. ACTO EN SU HONOR EN LA PLAZA BOLIVAR AL REGRESO DE SU EXILIO. AÑO 1958. 24/08/1997 D1. FD: 13/09/2022.

¿Por qué hay crisis de caridad? Beatriz dice que no hemos sabido que Dios, en función social, nos llama a ser fraternales, más solidarios, más trabajadores, más justos, mejores personas y más amigos.

¿Por qué en Trujillo el lema de la comisión del año jubilar es “el amigo de todos”?, habría que preguntárselo a sus integrantes, pero yo pienso porque él, mi padre, quiso ser amigo de todos.

Enseñanza de la historia

A Briceño Iragorry le fueron reconocidos sus méritos al ser nombrado académico: en 1930, miembro de la Academia de la Historia; y en 1932, de la Academia de la Lengua.

Con Caraciolo Parra León escribió un libro fundamental: Tapices de Historia Patria, dice Beatriz. Ramón J. Velásquez dijo que mi padre comenzó a enseñar la historia  de una manera distinta a la que se había hecho hasta ese momento.

La empezó a partir de 1810 y 1811 y quedaban por fuera los 300 años anteriores del crecimiento del país. Pero teníamos una forma de hablar con el castellano, una fe que habíamos recibido y una convivencia en todos esos tres siglos que hicieron posible el mestizaje con negros, indígenas y blancos.

Se dice que en las familias siempre hay un antepasado que fue aherrojado, comenta. Cuando yo digo eso, a mi me dicen: tú eres blanca y yo les respondo: mi naricita no la tengo tan blanquita. Debo haber tenido un abuelo o una abuela negra.

Creo que ha llegado el momento en que debemos decirle a España que no le debemos nada. Ellos se enriquecieron de nosotros y nosotros de ellos.

Yo he escrito algo sobre Mario Briceño Iragorry y España porque pienso que en este año jubilar se le debe un reconocimiento. Me han dicho que es yo quiero que tiene que haber homenaje en todas partes, pero lo que estoy planteando es un acto de justicia.

Atentado en el exilio

Cuando le tocó el exilio, él eligió España por la hispanidad  y porque en ese momento con 1.700 bolívares que era el alquiler de la casa que tenía en Caracas.

Pero él, mi madre y mi hermana llegamos en la dictadura de Francisco Franco y mi padre era una persona muy reconocida porque había sido galardonado con el premio nacional de literatura y el premio municipal de prosa. Un hombre con ese peso no podía ser querido por Marcos Pérez Jiménez.

Se dio a conocer la especie de que mi padre era comunista, pero él decía sí soy católico no puedo ser comunista, ya que en el fondo era un cristiano avanzado en lo social.

Le pusieron condiciones para que viviera encerrado y le pusieron muchas limitaciones.

Estuvimos un año en España y nos fuimos a Italia porque mi padre estaba enfermo y lo llevamos a Bologna para que le hicieran estudios de las arterias y los huesos. El diagnóstico de los médicos españoles era errado porque la ciencia estaba muy floja y no la que es reconocida hoy.

MARIO BRICEÑO IRAGORRY. 21/05/1997 C1. FD: 13/09/2022.

Nos volvimos a Madrid  para vivir en un apartamento alquilado en la calle Velasquez, donde éramos tres porque mi hermana se había casado con Miguel Ángel Burelli a comienzos de  1954 y se habían regresado a Venezuela, pero después volvieron como exiliados.

El 8 de diciembre de 1954, en ocasión de los 100 años de la promulgación del dogma de la virgen de la Inmaculada, patrona de España, mi padre fue a misa a la Catedral y en la puerta los esbirros de la Seguridad Nacional lo dejaron tirado en el suelo.  No lo mataron. Creo que escogieron un mal día. Era mariano de creencia profunda. Me emociono mucho al recordar ese día.

El siempre perdonó a sus agresores que fueron enviados desde Caracas y cuando regresó los reconoció, pero no quiso que su familia  supiera la identidad de ellos porque él no supo odiar.

Después de aquel suceso, él escribió su única novela, Los Ribera, en 1957, que fue reimpresa y creo que está colgada en la web de la Biblioteca Nacional.

Su corazón en Trujillo

Refiere Beatriz que su padre le pidió a Josefina Picón de Briceño que ella le echara la primera palada en su tumba. Y ella lo hizo, porque él sabía que ella era una mujer fuerte.

Pero, el día más dramático que vivió la familia fue cuando fue exhumado el cadáver para colocar los restos en el Panteón Nacional, el 6 de marzo de 1991, por decisión del Congreso de la República y siendo presidente de Venezuela, Carlos Andrés Pérez y el ministro de Relaciones Interiores, Alejandro Izaguirre. 

El cadáver estaba intacto y como no podía ser inhumado en el Panteón Nacional, porque había que hacer más grande la cavidad, le partieron en pedazos y el anatomopatólogo  le extrajo el corazón, para que fuese llevado al baptisterio de la catedral de Trujillo.

Beatriz recuerda que en esa ocasión hubo grandes confusiones, ya que el presidente Pérez dijo que la decisión en torno al cuerpo debía tomarla la familia y ésta no había pedido que lo llevarán al Panteón Nacional, ya que esa fue una medida aprobada por el Congreso Nacional en representación del pueblo.

Para la familia estuvo en el momento más difícil el primo de Briceño Iragorry, Leopoldo Briceño, quien no obstante ser médico se sorprendió de lo que se había decidido sobre el cuerpo inerte. 

Aunque el intelectual había pedido que su corazón fuese enterrado en su tierra natal, le extrañó a la familia que no se hubiera consultado a la Iglesia como había ordenado el Ejecutivo Nacional.

En el acto ceremonial rememora Beatriz que no veía al obispo de Trujillo y en un momento que volteó la cabeza, pudo ver al prelado que le hizo una señal de aprobación. Y sintió tranquilidad por cuanto se encontraba muy atormentada por lo que había sucedido.

La bandera con el escudo nacional que le habían colocado al ataúd en el día, fue robada en la noche y al siguiente día le pusieron otra bandera sin el otro símbolo patrio.

Fueron momentos muy tormentosos para la familia porque hubo muchos rumores sobre el destino que le daban al cuerpo que jamás se descompuso. Y después cometieron un sacrilegio.

El corazón no pudo ser llevado ese mes sino en octubre porque estaban haciendo trabajos en la Catedral de Trujillo. La avioneta aterrizó en Valera.

Beatriz se conmueve al hacer todos estos recordatorios y sobre todo el del día cuando los restos de su padre fueron trasladados desde la sede del Congreso, donde estuvo en capilla ardiente, hasta el Panteón Nacional.

En el decreto de los parlamentarios se declaró a Mario Briceño Iragorry maestro de juventud, ser honrada su memoria al ser llevado al Panteón Nacional y  ordenar la publicación de todas sus obras; pero, éstas no fueron editadas totalmente.

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