He dudado varias veces acerca de ciertos calificativos que se dan a la música y comparando con otras actividades, observo que pueden surgir dudas semejantes al abordar otras disciplinas. Por ej., en la gastronomía: Cocina tradicional, comida rápida, cocina fusión, alta cocina y las diversas cocinas nacionales o regionales de renombre debido a características tales como insumos de particular calidad o propios de una zona, formas de cocción, detalles de sazón, etc.. En última instancia la calidad de cualquier ingesta y los calificativos y juicios, remiten a gustos, subjetividad por delante.
Volvamos a los pentagramas. El sentido de apreciación musical no puede escapar del carácter general del sujeto y menos de su calidad auditiva. Si sus antenas tienen la sensibilidad de una campana de trapo, olvídese del tango. Le será igual Pacho Galán que Frank Liszt; un reggeton que Sinatra, y lo mismo será con el ejemplo que se nos ocurra.
Dada la salvedad expuesta más la subjetividad de todo juicio o apreciación, paso a comentar algunos aspectos de la llamada música popular… ¿…Y acaso Tchaikowsky no es popularísimo…El Cascanueces, Obertura 1812, La Marcha Eslava; o la 5ta Sinfonía del eximio sordo de Bonn, tanto como algunas Óperas (léase Aída, Carmen, La Traviata; y olvide el resto … sin olvidar pequeñas joyas como el famoso vals Natalia de Antonio Lauro, o el notable Preludio Criollo de Rodrigo Riera, que cautiva a grandes intérpretes y a toda persona que lo escucha. Es una melodía cuya sencillez aparente surge de dos temas generados en el cordaje grave del instrumento. Rodrigo, que me consideró un amigo de su especial afecto, me explicó la razón de esa estructura poco común. El preludio criollo fue compuesto en homenaje a un primo suyo, el “Vale Cayayo” que pasaba de noche rumbo a su casa, rasgueando el instrumento. Rodrigo lo evocaba con devoción por el carácter particular del sonido, producto del encordado al revés de la guitarra. Vale Cayayo era zurdo.
Pocos campos tan espinosos cómo este de la música a la hora de una definición que precise diferencias entre música popular, folklore, música tradicional, nacionalista y demás hierbas. El oyente común poco informado en la materia, no tiene problemas. Supone sólo dos tipos de música: Popular y clásica, dándole este nombre si escucha violines y no es mariachi, o flautas y no es la “Aragón” o la “América” anunciando que los marcianos llegaron bailando chá, chá, chá.
Oh, señor, la relatividad y simpleza de algunas opiniones.
Vamos a continuar este asunto tratando de no agitar aguas profundas. De la llamada música popular hablaremos primero de un grupo musical que marcó época y reinó por muchos años. Luego, de esos ritmos que Dámaso Pérez Prado ensartó en un hilo de saxofón, según dijo el Gabo, caribeño, costeño y Nobel, en Aracataca. Intentaremus acercarnos a otras luminarias tropicales, más lo oído y conocido de algunas naciones en el lar latinoamericano. Dejaremos para otras gavetas a Brasil, el cono sur y por último nuestro amado país.
A finales de los cuarenta del pasado siglo sacudió las olas caribeñas una sólida agrupación musical y dos de sus cantantes. Creada el 12 de Enero de 1924 en La Luna Liberal, un parque de Matanzas, como La Estudiantina Matanccra poco tiempo después paso a llamarse el Septeto Matancera. Medraron un tiempo entre ajiacos y saraos por tres años, hasta que Valentín Cane, director del grupo, decidió ir a conocer la Habana y pasar por lo menos una semana.
—Vàmonos, y veremos
El 12 de Enero de 1927, tres años exactos después de fundada, llegaron a la capital. Aunque el plan inicial era de una semana, fueron invitados a tocar en la cafeterìa La Mosca. Lu.ego les contratò el teatro Alhambra por medio dólar a cada músico. Posteriormente cantaron en Radio Progreso por diez centavos, que aceptaron sin remilgos por la difusión que les daría a conocer.
Se dice que la agrupación se constituyó a petición y el respaldo de uu partido político, para amenizar sus reuniones, pero Valentín Cané y Pablo Vásquez (Bubú), comentaban que eso fue circunstancial, pues la idea de fundar el grupo y preparativos al efecto ya estaban en marcha. En 1926 ingresó Carlos Manuel Díaz “Caíto” y un año después otro personaje de especial participación en la vida de la sonora; Rogelio Martínez Díaz, llamado entonces “El Gallego”, y desde esas fechas el grupo comenzó a ostentar su nombre definitivo “Sonora Matancera”, un conjunto musical para la historia de la música.
El 12 de Enero de 1928 graban su primer disco, previo contrato con RCA Victor en el formato de uso, 78 Rpm., y el famoso perrito Nipper escuchando la voz del amo que proviene de un gramófono. En 1935 incorporan el piano y frente al teclado colocan a un desconocido que quince años más tarde creará otro fenómeno musical: El “Cara de foca” Dámaso Pérez Prado, quien formará parte de ls Sonora durante tres años. El grupo crece musicalmente y alcanza su época dorada a finales del decenio del 40 cuando se incorpora a la plantilla un artista de nombre internacional, el “Inquieto Anacobero“ Daniel Santos junto a la sin par Celia Cruz, que sustituyó a quien fue la primera voz femenina, Myrta Silva. Aparecen luego otros dos cantantes que por mucho tiempo serán voces anclas de la famosa trouppe musical: Bienvenido Granda y Alberto Beltrán.
A estas exitosas voces se suman año tras año, artistas consagrados del canto y otros que logran nombre por ser elegidos para una campaña con los matanceros. La lista es frondosa y larga. Algunos actuarán solo en vivo en unos cuantos conciertos, otros grabarán durante uno o dos años, y todos se darán un lujo: dornar su hoja de vida con una actuación al lado de la Sonora Matancera.
A los cuatro artistas ya citados, se agregan Boby Capó, Nelson Pinedo, Olga Chorens, Carmen Delia Dipiní, Miguelito ”Babalú” Valdés, Celio González, Leo Marini, Carlos Argentino, Reinaldo Hierrezuelo, Jorge Maldonado, Vicentico “Bebo” Valdés, Robert Torres, Yayo el Indio, Alberto Pérez, Víctor Piñero, Toña la Negra, Pedro Vargas. La Jarocha y Vargas no grabaron con la Sonora pero actuaron en conciertos en vivo.
En Junio de 1960, la Sonora salió de Cuba y jamás regresó. Se radicaron en Méjico. En una ocasión Celia Cruz declaró que el único que sabía que nunca regresarían era el Director, Rogelio Martínez Díaz.
A partir de entonces continuó su vida de éxitos aunque compartiendo protagonismo con otros famosos conjuntos musicales, de los que hablaremos más tarde. Hoy a casi un siglo de fundada y radicados en Las Vegas, Rogelio Jr., y Javier Vásquez Lauzuría, hijo del cofundador Pablo Vásquez (Bubú), toman las riendas del grupo dos años después de la muerte en 2001 de Rogelio Martínez. En el 2009, bajo el título de “Hay Sonora para rato” lanzaron un nuevo disco. La vetusta sonora “sigue en el ajo”.
Concluída la segunda guerra mundial, la humanidad inicia el proceso de restañar las profundas heridas provocadas por el conflicto. Al lado de quienes se destruían en los frentes de combate estaban sus satélites, colonias de los combatientes, y/o países atados por duros convenios de economía controlada, amén de acuerdos de colaboración cultural y la no menos sólida dependencia espiritual de las religiones.
Más pronto que tarde, la necesidad general de vías de escape que compensen las penurias y estrecheces de la reconstrucción, se manifiestan por el jolgorio, las actividades deportivas y el nacimiento y rápida evolución de una industria del espectáculo y la diversión. En este contexto la música, el baile, la danza en general cobran fuerte protagonismo y da lugar a una explosión de actores, artistas, y grupos musicales de todos los tipos, tamaños,, y calidades.
Dámaso Pérez Prado, cubano de Matanzas llega a México en 1948 llevado por un cantante rumbero que había encajado en la industria del cine mexicano, donde sin ser protagonista era comparsa constante que aportaba su humor y picardía; nuestro conocido rochelero “Kiko Mendive”. Pérez Prado organiza su orquesta espectáculo e inicia una rápida conquista de escenarios y audiencias. Revolucionario en su época, y atrevido como pocos en una entrevista le preguntan:
¿Qué es la música para Usted…
—La música?… Beethoven y yo…
Se convirtió casi en obligada presencia en la cinematografía ligera mexicana y el género de las cintas con rumberas como punta de lanza. Al lado de la pionera y precursora María Antonieta Pons, la brillante alegría del mambo-ritmo acompañó la huracanada cintura de la Tongolele, las explosivas caderas de las Hermanas Dolly, o el cadencioso glamour de Rosa Carmina…Las estridentes trompetas del mambo junto a la calidez saxofónica y el eco juguetón de los trombones cautivaron más y más público. Siempre innovador introduce en su orquesta la grave y adusta senoridad del órgano y en 1955 despierta el furor en gringolandía y varios países europeos con Cerezo Rosa y Patricia; oídas de costa a costa a cualquier hora del día. Cerezo Rosa permaneció en primer lugar diez semanas en las listas de preferencias de los Estados Unidos. Estudiosos de la música consideran que la influencia de Pérez Prado, por vía de Santana y las Fanias llegó hasta el Pop de los años 70.
En la misma cota temporal de finales de los cincuenta cuando el sabor musical del trópico se inserta a plenitud en la sangre yanqui, la Gran Nanzana insomne vibra al fogoso repique de la tumbadora de Tito “Mucho” Puente y pone a temblar de gozo la hermosa y gigantesca araña de la pista central del “Lati.n Quartet” en cada uno de sus tres shows tres.
El tumultuoso conjunto de artistas y agrupaciones musicales de todo tipo y género crea una competencia feroz y enriquece todos los aspectos del panorama musical. A los consagrados aún vigentes, se une el ímpetu de nuevos valores con la nostalgia evocadora de los gigantes desaparecidos; un fenómeno como Gardel, que grabó más de 1000 discos y cuando se presentó en París durante su triunfal gira europea se vendieron 100 mil copias de sus discos en sólo tres meses sin la mínima campaña de mercadeo y publicidad. Pedro Infante cuya muerte -–similar a la del morocho del abasto– también ocurre en accidente aéreo, pero 20 años después sigue ocupando primeros lugares la venta de sus discos en México. Otras grandes figuras mantuvieron o incrementaron su status. Agustín Lara, Jorge Negrete, el médico Alfonso Ortiz Tirado, Lucha Reyes, Toña la Negra, la más expresiva y culltivada de las voces masculinas en el ámbito de la música popular: Don Pedro Vargas. Un poco más recientes la “taannn eeennaaamoradaa” María Victoria, Olga Guillot y unos años después la truncada voz en plena juventud de Javier Solis.
De los trios: El Calaveras, los Tres Diamantes, el Trio Vegabajeño, Jhonny Albino y su Trio San Juan y emás famoso de tales grupos de voces y guitarras, Los Panchos que en una de sus atapas gloriosas, cuenta con el mismo Jhonny Albino y dos de sus fundadores, Chucho Navarro y Alfredo Gil.
De las orquestas: citamos a Gonzalo Curiel, José Sabre Marroquí, la de Luis Arcaraz, ei soñador de las azules aguas tropicales en una. inmensa sombra verde y la de César Concepción.
En Cuba, una de esas voces que oídas una vez, te atreves a jurar su eternidad: Barbarito Diez.
Por otra parte Mariachis y rancheras afianzaban señorío entre sus fans,
apalancados por grupos de gran calidad interpretativa, acompañando voces de excepción: Fernando Fernández y Miguel Aceves Mejías. En esta misma constelación brillando en la expresión desbordante de amores frustrados, sentimientos y pasiones sublimadas del bolero ranchero, el gran juglar José Alfredo Jiménez, hijo predilecto de San Miguel Allende, eterno Rey, cuya copa al caer de su mano sin fuerza, confirmó un destino escrito…
Mas recientes, las voces de Armando Manzanero, Marco Antonio Muñiz, José José y Juan Gabriel
Concluimos esta sección en plena costa caribeña, donde un guapachoso Pacho Galán, berraco por más señas, pone en órbita el merecumbé (merengue-cumbia) tal vez. En todo caso la sampuesana siguió haciendo de las suyas antes que Carlos Vives le sacudiese varios acordionazos al Cabeza de hacha, para despedirlo de esta tierra donde en lugar de gozársela, vivió soportando un “martillo”.
La próxima entrega tocará al Brasil y el cono sur. Cerraremos con un repaso al fenómeno musical del país y la aguda mirada de un estudioso.
Pedro J. Lozada