El pasado 21 de septiembre se conmemoró un nuevo Día Internacional de la Paz, fecha que sirve para recordarnos que todos los seres humanos merecemos vivir en un ambiente en armonía, libre de conflicto, donde podamos desarrollarnos como individuos y seamos capaces de aprovechar las oportunidades que se nos brindan para gozar de calidad de vida. La convivencia en paz es un Derecho Humano. Respetar las ideas diferentes y tener la capacidad de intercambiar opiniones con otras personas de una forma pacífica y unida para encontrar soluciones que beneficien a toda la sociedad, es parte esencial de esa convivencia.
Lamentablemente, en Venezuela la conflictividad ha causado grandes daños en todo sentido. Familias rotas, pérdidas humanas, incalculable dolor y muchos perjuicios ocasionados por la falta de tolerancia, de comprensión y el pujante autoritarismo. Entender la política y las relaciones sociales como un juego donde solo se puede ganar si el contrario pierde, nos ha llevado a una situación en la cual resulta complejo encontrar soluciones viables y realistas para los problemas que vivimos. Sin estas soluciones seguiremos inmersos en esta crisis.
Llevamos más de 20 años atascados en el conflicto, en sobreponer los intereses de unos pocos sobre el bienestar de la población. Es por eso que hoy más que nunca los políticos en el país debemos trabajar incansablemente para generar propuestas a través de un sano intercambio de ideas, para que logremos ponernos de acuerdo y encontrar soluciones a los problemas que padecemos todos en el país. Eso se llama hacer política, con respeto al que piensa distinto y con madurez para aceptar los errores cometidos en el pasado para aprender de ellos.
La verdad innegable es que los venezolanos estamos cansados de tanta conflictividad. No queremos que la situación siga escalando en un sin sentido. La gente exige soluciones y anhela poder vivir con calidad de vida, sin miedo, con garantías y oportunidades que le permitan desarrollar su vida como deseen.
Estoy plenamente consciente que hemos vivido un prolongado episodio traumático en nuestra historia, que nos ha dejado heridas difíciles de sanar. En ocasiones, es una tarea titánica perdonar las acciones que tanto dolor nos han causado. Pero es nuestro deber ver más allá del conflicto. Tenemos que pensar en la reconstrucción del país y en los intereses de toda la sociedad. No solo es nuestro futuro el que está en juego, también el futuro de las próximas generaciones, de nuestros hijos y nietos. No es cuestión de solo olvidar, sino de entender que para poder crecer como nación es vital mirar al futuro y trabajar para alcanzarlo.
Stalin González