El nuevo presidente de Colombia, Gustavo Petro Urrego, tiene aspiraciones de liderazgo continental. Este primer mes de gobierno ha sido hiperquinético y ha dado muestras evidentes de esa ambición.
La política exterior le ha servido de instrumento para trabajar en dicho objetivo y el verdadero canciller de Colombia lo ha sido él mismo. Ha opinado o descrito líneas de acción sobre lo que se refiere a Venezuela, Chile, Argentina, la OEA, Perú, los pactos subregionales, Nicaragua y los acuerdos de definición fronteriza, la política antidrogas y demás. En otros aspectos ha sido cauteloso como por ejemplo en la relación de Colombia con los Estados Unidos. Del Golfo de Venezuela, ni palabra. Ha ido creando calculadamente su propio mapa de acercamientos y distancias, de dudas y claridades, suscitando expectativas de todo género en Colombia y en el exterior. En las vecindades ni se diga.
Es así que en el caso venezolano es ahora cuando comienzan a despejarse dudas. Venezuela es una jugada más en su tablero de ajedrez compuesto por cálculos y arquitecturas. Este vecino no es fundamental para Colombia sino en la medida en que se constituya, como otrora lo fue para el presidente Santos, en un operador sumiso, confiable y eficiente en su programa para lograr la que él denomina La Paz Total, tema vital de su campaña electoral y de su gobierno.
En comunicación firmada en Bogotá el 11 de septiembre del año en curso, Petro Urrego solicita a Maduro Moros: …”su activación como país garante, su autorización y cooperación en el proceso de paz que estamos reiniciando”, ahora con el Ejército de Liberación Nacional, ELN. Maduro Moros por su parte y por supuesto, aceptó.
Y por si las dudas, hay cosas que ofrecer a cambio, a saber: el reconocimiento pleno de Maduro como presidente legítimo de Venezuela; el desconocimiento por lo tanto de Juan Guaidó como presidente interino; Monómeros “de vuelta a casa”. Y la joya de la corona, el retiro de la demanda contra Maduro ante la Corte Penal Internacional, que por supuesta violación a los Derechos Humanos hiciera en 2017 el entonces senador Iván Duque.
A todas éstas, la “normalización”, la “gradualidad”, el comercio con Venezuela, los vuelos, los pasos de frontera, los poetas y demás fotografías, son algarabía mediática, bien recibida, quién se atreve a decir que no, para adornar el tema central: las ambiciones de liderazgo de Petro en un continente a la deriva.
Ya veo en Venezuela a muchos confundiendo los principios con las papas, cuando la verdadera pregunta para los venezolanos es si esta “nueva” relación con Petro-Colombia sirve para salir de la dictadura de Maduro o antes bien la atornilla. Cohabitar es un verbo pegajoso.
Leandro Area Pereira