Texto y fotos: Luis Alberto Perozo Padua
Barquisimeto luego del terremoto de 1812 era entonces una aldea de casas de ladrillos y techos rojos, otras de barro y cañabrava, construidas en la meseta del Turbio, con su río de aguas grisáceas que se precipitaba por un lecho -no tan ancho-, regando el vasto valle.
Aquella ciudad creció muy lentamente debido al estado de guerra en el que se sumía todo el país. Las pocas viviendas que se construían eran bajas y de bahareque, los templo eran pequeños. Los escombros de los edificios derrumbados por el tenebroso sismo eran gigantes tumultos, vestigios de una gran ciudad sepultada.
Diez años después
En 1822, según el coronel William Duane, un estadounidense editor de periódicos que visitó varios países de América Central y del Sur entre 1822 y 1823, incluyendo a Venezuela, dejó un testimonio interesantísimo:
«A los pocos días tuve oportunidad para observar de cerca la ciudad de Barquisimeto, y para oír diversas noticias acerca de ella. Cuando llegamos, vimos que las calles mostraban gran actividad, llenas de recuas y mozos de mulas, así como una multitud de chiquillos desharrapados. Las calles tendrían alrededor de veinte pies de anchura, bien adoquinadas, y aun cuando la fundación y edificación de la ciudad sólo databa de la época del terremoto de 1812, ya presentaba, sin embargo, un aspecto de mayor antigüedad…».
Duane hace un inciso en su diario al apuntar que de aquella ciudad fundada por Juan de Villegas «Nada queda en la actualidad de los antiguos muros de las casas, y lo único que sobresale a cierta altura son los montones de tierra formados por las ruinas de las tapias, con las cuales estaban construidas todas las residencias».
Indica además que para 1812, Barquisimeto registraba, «según se dice, unos ocho mil habitantes», adicionando que, al momento de su visita, 10 años después del movimiento telúrico, «Los únicos vestigios perceptibles de aquella ciudad, y que se advierten a simple vista, son las alturas de sus ruinas, a las que la lluvia ha venido dando una configuración redondeada».
Una calle, una escuela y la plaza
Para 1830, apunta el cronista Eliseo Soteldo, que los habitantes de Barquisimeto aun vivían entre los escombros del terremoto del año 12 y los dejados por la Guerra de Independencia.
«La mejor calle que tenía era la de Ayacucho, y estaba interceptada por la laguna que llamaban de Álamo, que ocupaba las cuadras comprendidas entre la quinta del señor Viganoni y la plaza Miranda, y desde Viganoni hasta la esquina de la Logia».
Contrasta los apuntes de Soteldo con los de Duane, al afirmar que casi 10 años después de la visita de Duane a Barquisimeto, acontecida en 1822, donde observó una ciudad agitada por su comercio, para 1830, aquella ciudad se mostraba desolada, obviamente por los efectos y consecuencias de la guerra de emancipación.
«El comercio de Barquisimeto era casi nulo, tenía muy poco movimiento, pues le hacía gran competencia el de Cabudare donde se habían establecido las más grandes casas mercantiles».
Soteldo reseña que, para aquel año, en Barquisimeto apenas existía una escuela para varones que la regentaba el señor José Francisco Fortoul, y había una escuela particular, de niñas, dirigida por doña Pastora Arévalo.
Los servidores de la ciudad
Resulta que Soteldo, cronista metódico pudo revelar para la posteridad los nombres de las autoridades y también de los comerciantes del remoto Barquisimeto de 1830.
El señor Pedro Fuentes era el alcalde primero municipal, siendo su secretario don Julián Arce; don Raimundo Pérez era el alcalde segundo. Servía de Casa Municipal y de Cárcel, la casona de los señores Martínez Ojeda, con asiento en la calle de Ayacucho.
Los establecimientos mercantiles eran propiedad de José N. Planas, Vicente Fortoul, Carlos Guevara y José María Aguilar, y solo existía una pequeña botica (farmacia), administrada por don Andrés Fernández, en donde había un letrero en el único escaparate del local que rezaba: “De purgas no se dan ñapas”.
Las autoridades eclesiásticas eran: el presbítero Manuel Cipriano Sánchez, vicario capitular; presbítero José Antonio Meleán, cura decano; presbítero Francisco Antonio Quiñonez, capellán de La Paz.
El único médico titulado en Barquisimeto era el Dr. Antonio María Pineda; y los abogados el Licenciado Andrés Guillermo Alvizu y el Dr. Juan de Dios Ponte.
Tal era Barquisimeto cuando fue elevada al rango de capital de la Provincia en época del gobierno del general José Antonio Páez, que sancionó por Decreto 144 del Congreso de Venezuela de fecha 23 de marzo de 1832, al cual se le puso el Cúmplase del Ejecutivo el 29 del mismo mes, para entrar en vigor el 1° de julio de ese año de 1832, dividiendo la Provincia de Carabobo, dando origen a la Provincia de Barquisimeto.
La nueva provincia estaba compuesta por los cantones Barquisimeto, Yaritagua, San Felipe, Quíbor, Tocuyo y Carora, con una población de 113 mil 881 habitantes en 782 leguas cuadradas, designando como capital a la ciudad de Barquisimeto.
El día 1° de julio de ese mismo año, se instaló solemnemente el Gobierno Provincial en la ciudad de Barquisimeto. Le tocó a Bernabé Planas asumir el cargo de primer magistrado designando a Cosme Urrutia como secretario. Al jurista cabudareño Juan de Dios Ponte, lo escogió como Juez Letrado. Como jefe Político del Cantón Barquisimeto al coriano Juan Piñero. Para Administrador de Rentas, fue nombrado Vicente Campos, para Alcalde Municipal del Cantón Capital a Manuel Bernabéu y para para Escribano Público y de Cabildo a Ramón G. Corralmayor.
La Diputación Provincial
Esta primera instancia legislativa se instaló el 1° de diciembre de 1832, en la casona de los hermanos Martínez Ojeda, en la Calle de Ayacucho, siendo su primer presidente el Dr. Miguel Anzola y el vicepresidente don Juan Guadalupe Arráiz.
Al Gobernador de Barquisimeto, Bernabé Planas, se le fijó un sueldo anual de 1.500 pesos, pagaderos de los fondos provinciales. El Secretario tendría un sueldo de 1.000 pesos al año.
También se nombraría un Juez Letrado de Hacienda, con 1.000 pesos anuales de sueldo, quien debería ejercer no sólo las funciones de su destino y la jurisdicción civil ordinaria del cantón capital, sino también la criminal en el área de la nueva demarcación.
El señor Planas, primer Gobernador de la nueva entidad, ejerció sus funciones desde el 1° de julio de 1832 hasta finales de diciembre del mismo año. A partir de enero de 1833 asumió la primera magistratura Pedro Francisco Amaral, como Gobernador interino, pues el señor Planas había sido nombrado representante de la Provincia ante el Congreso Nacional.
Con gran júbilo fue recibida la noticia de la creación de la nueva provincia en el ámbito de los pueblos que iban a constituirla. Todos sus vecinos vieron en esa disposición legal del Congreso la vía expedita hacia las reivindicaciones y el progreso local, esperanzados en un justo reconocimiento de sus valores regionales.
Desde el momento en que Barquisimeto adquirió categoría de capital de Provincia, se convirtió en centro de gran importancia política y económica de la región.
Fuente: William Duane. Viaje a la Gran Colombia en los años 1822-1823. Tomo 1. Colección Venezolanista. Serie Viajeros II. Instituto Nacional de Hipódromos. Caracas 1968.
Eliseo Soteldo. Anotaciones históricas de la ciudad de Barquisimeto. 1801-1854. Tipografía Aguilera. Barquisimeto 1901.
Ermila Troconis de Veracoechea. Apuntes sobre la creación de la Provincia de Barquisimeto. Boletín de la Academia Nacional de la Historia. Caracas 1982. Vol. 65.