Bautizados con el mismo nombre, la vida los condujo por igual camino: Armando Julio Reverón Travieso y Armando Jesús Villalón. Los dos nacieron con un pincel en la mano.
Se da a entender lo poderosa que es la confrontación de “genios” que aunque hayan nacido y criado en partes distantes, con facilidad se unen quienes tienen una misma creatividad y condición, como si fuese cosa del destino.
La expresión original es “Dios los cría y ellos se juntan”, señalando qué aquellas personas quienes tienen características, perfiles o intereses y tendencias similares, tarde o temprano, aunque hayan nacido en sitios alejados y años distantes, se reunirán para compartir sus vidas o, al menos, algunas prácticas afines, como en el caso hipotético que nos ocupa. Claro que en la frase no se adjudica dicha unión a la voluntad humana, sino al designio de Dios.
Reverón fue un artista venezolano precursor del Arte Povera, considerado uno de los más importantes del siglo XX en América Latina.
Por su carácter exótico, excéntrico y primitivo, fue conocido como “El Loco de Macuto”. Nació el 10 de mayo de 1889 en Caracas.
Sus primeras pinturas son de tema religioso y naturalezas muertas, firmadas en 1908.
El 18 de septiembre de 1954 falleció el importante creador cuyo trabajo fue inspirado en la belleza del mar y el desnudo femenino, siendo reconocido y valorado en el país y en Latinoamérica al punto de ser considerado el mejor pintor del siglo XX.
Armando Jesús Villalón se inició profesionalmente en el año 1972 cuando cursó estudios en la academia del profesor Ramón Díaz Lugo y a partir de entonces ha presentado innumerables exposiciones individuales y colectivas. Es calificado como uno de los mejores pintores del país.
La obra pictórica de este barquisimetano nacido el 6 de julio de 1945 en Barquisimeto se distingue por los rasgos de claridad y serenidad.
Justamente fue a la patrona espiritual de los católicos barquisimetanos a quien el «pintor de la bruma» le dedicó su primer mural. Una obra monumental ubicada sobre la Avenida Venezuela de la capital larense, inaugurada el 14 de enero del 2010 durante la procesión de la “Divina Pastora”.
Armando Jesús Villalón, ha sido un eterno enamorado del Valle del Turbio, al cual en sus poemas con el pincel matiza con nieblas. Por eso se le conoce como “el pintor de las brumas”.
Se hizo dueño del Valle del Turbio y del Parque Nacional Ávila, dos colosos que guardó en su corazón y en su pupila para regocijarse y regocijar a los demás, a propios y extraños, a desconocidos y conocidos.
Qué cosas. Dos Armando con la misma vocación y sentimientos. Cincuenta y seis años de distancia en que vieron la luz del mundo y 64 de sus primeras pinturas.
Nadie lo ha dicho. No se tomó el nombre de “Armando” por lo artístico. Fue la mera casualidad de la vida que los unió en lo grato.
Incontables momentos alentadores ha vivido y nos ha hecho vivir el insigne larense. Doctor 2 veces. Honoris causa el 24 de septiembre del 2010 por la Universidad Centro Occidental “Lisandro Alvarado” (UCLA) y ahora, en los 470 de Barquisimeto por la Universidad “Yacambú”.
No hay espacio en esta tribuna para recordar los reconocimientos e imposiciones que ha recibido en sus 50 años dentro de las artes plásticas.
De nuestro aprecio nacido desde hace muchos años, me sale esta inspiración como un regalo a sus doctorados, condecoraciones y medio siglo de trayectoria.
Soñador de paisajes plasmados en cientos de tapices, y un mensajero de amistad, que aunque dormido, sigue siendo el amigo entrañable de siempre.
Un muchacho de 77 años responsable, idealista, sensible, de palabra fácil, de trato ameno que aparece en momentos de injusticia social cuando hablamos de los problemas del mundo.
¡Me consta!: Hombre trabajador, solidario. Amigo del blanco o del negro, de quien le compra un cuadro de alto valor o del menos desheredado. De quién si un familiar o allegado necesita un hogar ayuda a construirlo sin ser acaudalado.
Al paso de los años, Villalón no ha dejado de ser un héroe. El esfuerzo que derrocha en sus hermosas obras, la responsabilidad mostrada durante medio siglo en el arte, la honestidad, el don de gente, su temple y fidelidad son dones muy suficientes para que sea el rey de su hogar y el gran titán de sus hijos.
En estos surcos al amigo queda copada la capacidad de enorgullecerme por estar en su lista celebrando gratos momentos, fechas que no nos ganan la partida a pesar de ese viento de nostalgia en la cruz de la mirada, porque el tiempo, tan artificial hechura del ser humano, se nos echa encima golpeándonos el alma.
De tantas brumas, tantas Divinas Pastoras, tantos paisajes, ¿se motivará algún día la pincelada de Armando Jesús para hacer real el deseo de Andrés Eloy?
Desde hace más de 80 años estamos en deuda con su reclamo en ese Himno en contra de la discriminación racial, porque aunque su apellido fue Blanco, reclamó sus “Angelitos Negros”.
“Pintor de santos de alcoba,
ay, de alcoba, si tienes sangre en el pecho,
¿por qué al pintar en tus cuadros
no te acuerdas de los negros?
Entonces, ¿adónde van,
Morenitos de mi pueblo?
Pintor nacido en mi tierra,
oye, en mi tierra, pintor que sigues el rumbo
de tantos pintores viejos,
aunque la Virgen sea blanca,
píntame angelitos negros”.
Orlando Peñaloza