Gran Bretaña y el mundo se despidieron este lunes de la reina Isabel II en un funeral de Estado que reunió a presidentes y reyes, príncipes y primeros ministros, así como hasta un millón de personas en las calles de Londres, para dar un último adiós a una monarca cuyos 70 años de reinado definieron toda una época.
El ataúd de la reina Isabel II fue llevado en un carruaje de armas desde la Abadía de Westminster para una última procesión por el corazón de Londres.
El féretro fue transportado a Windsor, en las afueras de la capital británica, donde la reina será enterrada junto a su difunto esposo, el príncipe Felipe, quien murió el año pasado.
El rey Carlos III y otros miembros de la realeza marcharon detrás del ataúd hacia Wellington Arch en Hyde Park Corner. Miles de personas le dieron el último adiós durante el trayecto.
La jornada repleta de actos funerarios en Londres y Windsor comenzó temprano cuando las puertas del Salón de Westminster se cerraron al público después de que cientos de miles de personas pasaran ante el ataúd desde el 14 de septiembre. Muchos de ellos pasaron frías noches al raso para presentar sus respetos ante el féretro de la reina, en una conmovedora muestra de duelo nacional.
“Sentí que tenía que venir y presentar mis últimos respetos a nuestra majestuosa reina, ha hecho mucho por nosotros, y (es) apenas un pequeño agradecimiento de la gente”, dijo Tracy Dobson, una de las últimas que se había sumado a la fila para ver el ataúd.
En un país conocido por la pompa y el boato, el primer funeral de Estado desde el de Winston Churchill fue un despliegue espectacular: 142 marineros de la Armada tiraron del carro de armas con el ataúd de Isabel hasta la Abadía de Westminster, mientras el rey, Carlos III, y sus hijos, los príncipes Guillermo y Enrique, caminaban detrás y sonaban las gaitas.
Después se llevó el ataúd a hombros a la Abadía, donde 2.000 personas, desde líderes mundiales a trabajadores de salud y voluntarios, se reunieron para recordar a la monarca. Antes de la ceremonia, una de las campanas de la abadía sonó 96 veces, una por minuto, por cada año de su vida.
“Aquí, donde la reina Isabel se casó y fue coronada, nos reunimos desde todo el país, de la Mancomunidad y de las naciones del mundo, para llorar nuestra pérdida, para recordar su larga vida de servicio desinteresado y en segura confianza confiarla a la misericordia de Dios nuestro hacedor y redentor”, dijo el deán de la abadía medieval, David Hoyle.
El lunes fue declarado feriado nacional en honor de Isabel y cientos de miles de personas acudieron a Londres para verlo. Mucho antes del inicio del funeral, las autoridades londinenses dijeron que todas las zonas para presenciar la ruta del cortejo fúnebre estaban llenas.
Millones más siguieron el funeral en vivo por televisión, y la multitud acudió a parques y espacios públicos británicos para verlo en grandes pantallas. El arzobispo de Canterbury, Justin Welby, señaló durante la ceremonia que “pocos líderes reciben el aluvión de amor que hemos visto” por Isabel.
La noche anterior, Carlos III dio las gracias a la gente y dijo que él y su esposa Camila, la reina consorte, estaban “enormemente conmovidos” por la gran cantidad de personas que habían acudido a despedirse de la reina.
“Mientras todos nos preparamos para decir nuestro último adiós, simplemente quería aprovechar esta oportunidad para dar las gracias a todas las personas que han sido de tanto apoyo y consuelo para mi familia y para mí mismo en este momento de duelo”, dijo en un mensaje.
Tras el funeral se celebraron dos minutos de silencio seguidos por el himno nacional y una pieza de gaita, antes de que el ataúd iniciara una procesión, escoltado por unidades militares con traje de gala y los hijos de la reina caminando detrás, hasta el arco de Wellington cerca del Palacio de Buckingham.
Allí se colocaría en un auto fúnebre que lo llevaría a Windsor para otro cortejo fúnebre por el Long Walk, una avenida de 5 kilómetros (3 millas) hasta el castillo de la localidad, antes de una misa en la capilla de San Jorge. Después será sepultada junto a su fallecido esposo, el príncipe Felipe, en un acto familiar privado.