El pasado sábado fue celebrado el Día mundial de la Arepa (?). Nuestro muy popular condumio es hoy ingesta común en tan lejanos budares, que podemos repetir como decía el Emperador Carlos I/España-V de Alemania; que el sol no se ocultaba en sus dominios. Como seres de maíz (Asturias Nobel y Popul-Vuh dixit) desde la raíz hasta la mazorca del pelo, nos enorgullece la adopción y acogida universal de las “reinas pepeadas”, “pelúas” y otras tantas denominaciones de por lo menos treinta o más versiones diversas y combinaciones cárnicas, ovo-lácteas, frutos del mar o veganas, con los que se rellena la fragante y humeante cuan hermosa torta redonda de tan simple factura actual: Harina del nutritivo cereal americano, agua y sal.
Facilidad y sencillez de factura gracias a la creación-invención del proceso para hacer una harina panificable del maíz. La magistral fórmula fue un logro del ingeniero venezolano Luis Caballero Mejias, patentando su invención en 1954. A partir de entonces se inicia la producción industrial de “Harina de maíz arepera”. Seis años más tarde, Empresas Polar compra la patente y establece su primera planta procesadora en el Distrito Ricaurte (Turmero) del Estado Aragua dando nacimiento a una nueva era en la historia de la arepa. La producción en gran escala más su experiencia de mercadeo masifican al máximo el consumo, que salta de complemento en el desayuno realizado tras una serie de trabajos previos el día anterior, comenzando por la cocción del maíz y madrugonazo el día siguiente para moler el grano a mano, a pilón o en un molino corona. Los electrodomésticos eran excepción, la mayoría estaban por nacer. La compleja circunstancia para tan humilde resultado como una arepa, constituía labor nada común, emprendida por señoras que preparaban cantidades suficientes para abastecer a vecinos y clientes de zonas aledañas. También las colocaban en bodegas y abastos cercanos.
La aparición de la harina pre-cocida cambia radicalmente esta historia. En apenas media hora o algo menos cualquier persona de la casa alista tres, cuatro o seis arepas y resuelve un condumio. Pero se origina algo más notable: La harina pre-cocida de maíz da nacimiento a un nuevo género de negocios: Las Areperas.
La venta de arepas rellenas era conocida desde largo tiempo, pero muy pocos establecimientos la ofrecían y tampoco eran comunes en toda ciudad. Sin duda atentaba en su contra la elaboración del insumo básico, trabajo tedioso, fastidioso y cansón. Debo agregar que la presentación era diferente, se conocían como “tostadas”. En mi infancia maracayera brillan las de Elpidio, en calle Mariño entre Farmacia La Fé y las oficinas de la electricidad. Una arepa rellena, cubierta de batido de huevos y frita en aceite.
El negocio de las areperas en su forma actual se le atribuye a una familia en la que el fantasma del desempleo les llevó a proponer la iniciativa. El éxito fue inmediato, e imitada la iniciativa por decenas. Esta idea copó las ciudades capitales del país, pueblos y lugares, al punto que en un lugar podía faltar cualquier cosa menos una arepera. La dinámica expansiva del negocio tomó una forma de crecer, creando combinaciones de rellenos inéditas.
Cada establecimiento que abría puertas o uno establecido incorporaba la nueva línea de ventas, intentaba enriquecer su oferta inventando otros rellenos o combinaciones.
Familias venezolanas en el resto del continente acuciados por las necesidades económicas, establecieron ventas de Arepa con gran aceptación. La crítica situación del país creadora de una fuerte diáspora contribuyó a la expansión de las Areperas. Hoy día virtualmente en toda América desde la Patagonia a los Grandes Lagos ha calado el gusto por este plato de maíz, igual pasa en países europeos, en el Medio Oriente, Norte de Africa y Sudeste Asiatico y probablemente también en Australia. La fácil elaboración de este plato nacional ha logrado aceptación mundial y hoy forma parte destacada de las joyas gastronómicas del país : Asado Negro, Pabellón, Hervido de Gallina a la Caraqueña (versiones : A. Scannone y Sra. Mercedes González de Santana), Hallacas, Pan con Jamón, las aromáticas Cachapas y el elemento más importante de cualquier boda venezolana el Tequeño.
Pedro J. Lozada