Pensé en otro tema para este escrito. Sin embargo, han sucedido varios hechos importantes que confrontan los conceptos de Estado y Religión. En la era moderna se acepta la separación del Estado y la Religión, se procura también el respeto y la libertad en la vivencia de la fe de cada quien en el ámbito religioso. Los acontecimientos que se viven, fundamentalmente en Nicaragua, con ramificaciones serias en Cuba, México y Venezuela, son reveladoras del odio ateo, marxista, a la Religión. Nada nuevo, pero cada vez más grande ese odio. Yo diría más bien, que el tema de este artículo debería ser sobre la libertad o sobre la imposición ideológica. El ser humano es libre para pensar y vivir como quiera y sobre todo en el sostenimiento de una fe religiosa. Dios nos creó así. Realizar actos tan abominables como, por ejemplo, los del 11 de septiembre de 2001 en las Torres Gemelas de Nueva York, con el propósito de supuestamente “castigar” a quienes no profesen determinadas religiones fundamentalistas, violenta la sagrada libertad que Dios nos dio a los seres humanos. “Nadie tiene derecho de matar a otro en nombre de Dios”, señaló entonces San Juan Pablo II. Dios está presente en toda la vida humana y pretender echarlo fuera, no solo es pecado y maldad muy grandes, sino un desconocimiento de la naturaleza humana, la cual fue hecha por Dios, para Él y el ser humano. Por eso el rechazo a la práctica de la persecución, la pena de muerte y el aborto son absolutos, en todas las religiones. Esas prácticas traen consigo una sociedad perversa.
Cuba, Nicaragua y Venezuela han establecido una liquidación total de la religión. Sea cual sea. Hoy vemos a Nicaragua con detenciones arbitrarias de obispos y sacerdotes de la fe católica y de dirigentes políticos opositores, así como el cierre de emisoras de radio católicas. Pareciera que el régimen o dictadura sandinista no tendrá nunca respeto a la fe católica. Ortega destila odio anti católico y eso no tiene explicación alguna. Por cierto, las tesis tradicionales sobre la vida, la educación, la familia, han sido monstruosamente desechadas. Indudablemente cada quien vive según le parece, pero alejarse de las posiciones tradicionales pro-vida, de fortalecimiento a la familia y la educación católicas, degenera al ser humano.
El dictador Ortega ha dicho que desea una “nación sin Dios”. Gracias a Dios eso es imposible, porque tendría que cambiar el ADN (por así decirlo) de todo su pueblo. Aún con violencia e injusticia la nación nicaragüense continuará orando, bautizando a sus hijos, recibiendo el resto de los sacramentos y acrecentando su fe en Dios. Podrá detener a los prelados de la Iglesia católica u otra fe, pero nunca acabará con ellas. Otra cosa es la separación de la Iglesia y el Estado, instituciones que estarán lejos de la “nación sin Dios”. Qué equivocados están Ortega, Cuba y dolorosamente Venezuela. Dios sí es eterno, conduce al mundo hasta el final de los tiempos y luego pedirá cuentas.
Joel Rodríguez Ramos