El aluvión de tristezas que hizo añicos la memoria sobre nombres de empresas, marcas haciendas y fortunas ha dado paso a nostalgias ahogadas en los pozos sin fondo del olvido.
Por eso encontrar empresas agrícolas que cumplan cien años de trabajo ininterrumpido es una fogata de alegría que alumbra la devastación que dejó la vorágine del descalabro económico e institucional.
Esos son los casos de la Hacienda La Pastora-Los Caños y Hacienda El Danubio, dos ejemplos de persistencia que abarcan tres generaciones de esfuerzo y dedicación sobre la tierra, sobre la siembra y los rebaños de ganado.
Hace 100 años Venezuela era un territorio que apenas despertaba a la civilización luego de un siglo de guerras que convirtieron a peonadas en ejércitos, a dueños de fincas en generales y donde un buen caballo era la diferencia entre vivir o morir, dentro de escenarios violentos donde solamente el paludismo le ganaba a la rabia en causar muertes.
No había carreteras, la electricidad era un lujo y la pobreza el oficio colectivo de un pueblo que sobrevivía de conucos y esperas del caudillo salvador. Las crisis económicas mundiales redujeron gradual y criminalmente las exportaciones de cacao y café quedando el país a expensas de un itinerario de ilusiones donde la aventura contra la selva era la apuesta para tener agricultura y ganadería sustentable mediante monocultivos que sirvieran de plataforma al progreso y la riqueza.
En esos contextos es donde tenemos que ubicar la gesta de dos hombres, entre varios de ese tiempo, que iniciaron una saga de producción y trabajo que ahora con sus nietos como protagonistas se mantiene como monumento al optimismo y la persistencia.
Ricardo Riera funda La Pastora y Los Caños y en conjunto con otros pioneros incorporan a la agricultura y la cría bosques y lamas que eran morada de zancudos y calenturas que así llamaban en ese tiempo y esos campos al paludismo.
Al incorporar a la producción estas tierras fértiles del piedemonte andino Carora logra un empuje económico que la convierte en la década de los años cincuenta y sesenta del siglo 20 en una de las ocho principales ciudades del país, por encima de muchas capitales de Estado. Sobre estos aspectos la sucesión de Don Ricardo Riera Herrera está trabajando en un libro que mostrará los resultados positivos de esta saga fructífera.
Manuel Anzola hace también 100 años sale de El Tocuyo con doce familias y sus respectivos arreos con la idea de asentarse en Duaca. Una travesía peligrosa de varios días por senderos azarosos y colmados de trabas e impedimentos.
Hoy sus nietos conformados en la Agropecuaria Don Manuel continúan esta saga contra dificultades actuales y amenazas futuras, sin doblegarse, apostando al progreso del Municipio Crespo y de Venezuela. Con motivo del centenario de la fundación de la hacienda El Danubio elaboran un documental con manufactura de Perfil Agropecuario.
La familia Riera y la Familia Anzola, una en Carora y la otra en Duaca, son parte de esa saga de productores agropecuarios que sobreponiéndose a los tiempos del olvido se mantienen firmes con el propósito de seguir llevando alimentos a la mesa del pueblo venezolano.
Jorge Euclides Ramírez