Cuando el capitán general Domingo de Monteverde tomó Caracas el 12 de julio de 1812, los patriotas en la resistencia como Bolívar, Ribas, Mariño, Piar, Montilla, Soublette y otros jefes criollos, no tenían ninguna práctica de la guerra con excepción del generalísimo Francisco de Miranda y otros contados oficiales.
A juicio del periodista e historiador Guillermo García Ponte, los cuadros militares de la República se formarían después, en las campañas de 1813, en el año terrible de 1814, en la guerra a muerte, forjados en el acero de los inconvenientes.
Luego de la capitulación de San Mateo, cuyas disposiciones fueron brutalmente violentadas por los realistas, encarcelando civiles y militares, confiscando numerosas propiedades de los republicanos y asesinando a todo el que hubiese atentado contra la corona, exacerbó aún más la voluntad de proseguir la lucha para recuperar la República, para ello era imperativo apertrecharse de armas y municiones que le hicieran frente al casi indetenible ejército español.
Y como los recursos con los que contaban los patriotas eran casi inexistentes, la dirigencia militar tomó la determinación infranqueable de partir al exterior a gestionar armas y pólvora, tomando la vía de Nueva Granada, Trinidad y las Antillas.
Los patriotas orientales Santiago Mariño, los Bermúdez, los Valdés y otros organizaron la expedición a Güiria, con armas adquiridas en Trinidad. Compraron 30 fusiles al italiano Susini. Otros 10 fusiles los vendió el alguacil Harry Neyes, ambos contrabandistas dedicados al tráfico de armas entre las costas venezolanas.
En 1811, la Junta de Cumaná estableció relaciones con traficantes franceses de Guadalupe para recibir 130 fusiles, un cañón de bronce y unas cargas de pólvora. Este mismo Lagrave firmó con los patriotas de Cumaná un contrato para surtirlos de fusiles y pertrechos.
Pena de muerte
García Ponte revela que España había cerrados todas las costas de sus colonias en rebeldía, ordenando la captura de todo barco al servicio de la insurgencia o sospechoso de dedicarse al comercio de armas.
“Las disposiciones señalaban que toda nave dedicada al tráfico de elementos de guerra o bajo bandera rebelde sería confiscada. El capitán, todos sus oficiales y cinco de los tripulantes recibirían pena de muerte. El resto, condenados a prisión perpetua y trabajos forzados”, remarca este periodista e historiador en Bolívar y las armas en la Guerra de Independencia.
Trueque por cacao
A cambio del cacao, los traficantes franceses, holandeses, ingleses y criollos entregaban fusiles, pólvora, plomo y piedras de chispa. Las condiciones en las cuales se desarrollaba este tráfico eran particularmente difíciles.
Para 1813 existían extraordinarios obstáculos para la adquisición de armas en las Antillas. Había que burlar el bloqueo de los barcos españoles y el control de las autoridades británicas.
Para salvar la Costa Firme
Después de la derrota del terrible año de 1814, cinco años de lucha armada y dos grandes reveses militares que dieron al traste con los sueños de Independencia, el Libertador tenía una visión muy clara del problema: «La Costa Firme se salvará con seis u ocho mil fusiles, municiones correspondientes y quinientos mil duros para pagar los primeros meses de campaña…».
Seis años después de iniciada la Guerra de Independencia en Venezuela, los patriotas obtuvieron con la expedición de Los Cayos, los pertrechos necesarios entregados por Alejandro Pétion, el presidente de Haití, 3.500 fusiles, 15.000 libras de pólvora, 10.000 libras de plomo y 100 mil pesos, transportados por siete goletas y 230 hombres.
Las armas procedían de un cargamento de doce mil fusiles negociados por el coronel J.M. Durán con los ingleses, por órdenes del gobierno de la Nueva Granada. Vinieron a bordo de la corbeta Dardo, con destino a Cartagena.
Cuando los realistas del Ejército Expedicionario de Morillo ocuparon la ciudad, Luis Brión logró salvar las armas y trasladarlas a Haití, en junio de 1815. Fueron depositadas en los arsenales de los Cayos de San Luis, bajo el cuidado del general Marion, comandante de la región.
Con estos fusiles y pertrechos se armaron los ejércitos de Arismendi en Margarita; Monagas, Zaraza y Cedeño en la Provincia de Barcelona; Mariño en la Provincia de Cumaná y Piar pudo tomar Maturín. Pero la mayor parte fue botín de los realistas en Ocumare cuando Bolívar sucumbió en su intento de campaña sobre Caracas, al ser derrotado por Morales en donde se perdieron 3.000 fusiles y hasta una imprenta donada por Pétion.
Arma decisiva
Indudablemente el fusil de chispa fue el arma decisiva en la lucha independentista. Podía disparar una o dos cargas por minuto y tenía un alcance entre 200 a 300 metros. La efectividad de los viejos mosquetes era de un 40% a 100 metros de distancia mientras que los rifles sobrepasaban 50% a 300 metros.
Las mismas de la Independencia
Después de casi medio siglo de intermitente estado de guerra, a lo largo y ancho de Venezuela, se podía encontrar un chopo o una lanza utilizada en la lucha de independencia. Aún fresca la última campaña contra los realistas, estas armas fueron esgrimidas por José Tadeo Monagas a nombre de la reconstrucción de la Gran Colombia.
En 1835, durante la llamada “Revolución de las Reformas”, los adeptos del general Santiago Mariño recibieron por Oriente fusiles y municiones desde Trinidad. Al mismo tiempo, los ingleses ofrecían al general José Antonio Páez vestir y armar hasta 10.000 hombres. La negociación no llegó a realizarse, pero el doctor José María Vargas escribió: «Hemos recibido el 2 de este mes mil quinientos fusiles ingleses de Jamaica, de los seis mil contratados, y cada día esperamos más. . .»
En 1844, también en Jamaica, se adquirieron cuatro mil fusiles. Con estas adquisiciones se repusieron las armas perdidas cuando el batallón Anzoátegui, después de rebelarse, evacuó a Caracas marchando hacia Valencia y Puerto Cabello. El suceso, con sus deserciones, marchas y fugas al exterior, significó una con una considerable merma en el parque de armas de la República.
Páez, armado hasta los dientes
Cuando Páez fraguó su invasión desde el exterior desembarcando sobre La Vela en julio de 1849, ostentaba gran cantidad de fusiles y pertrechos comprados en las Antillas y transportados hasta las playas corianas en las goletas Laviana y Fígaro, bajo bandera holandesa. Las armas eran de fabricación inglesa.
Según la Memoria del secretario de Guerra y Marina, en 1852, estaban depositadas en los parques de la República 18.860 fusiles; pero de ellos, 3.160 tenían desperfectos y 2.740 habían sido declarados inservibles.
Contra Monagas
En 1858, los enemigos de José Tadeo Monagas compraron en Saint Thomas un arsenal destinado a equipar el movimiento golpista. El dinero lo reunió Manuel Felipe Tovar y Juan B. Mijares. Celebró la negociación Mauricio Berresbeitía con la firma J. M. Morón y Cía. bajo la garantía de los bienes del general Páez. 5.000 mil fusiles deberían introducirse por Puerto Cabello y 1.000 más por Cumaná.
La memoria de la Secretaría de Guerra y Marina informará que el gobierno adquirió -durante la Guerra Federal, 11.800 fusiles, de los cuales 7.372 eran de piedra y 4.500 de pistón, solamente en el periodo abril de 1860 hasta febrero de 1861.
En defensa de Barquisimeto
Las fuerzas federalistas al mando del general Pedro Aranguren asaltaron la plaza de Barquisimeto el 5 de marzo de 1860 y la sitiaron hasta el 10, pese a la encarnizada defensa del Dr. José Espiritusanto Gil García “el pelón Gil”.
El historiador Lisandro Alvarado, escribe que Aranguren atacó Barquisimeto con 600 soldados bien armados «todos con fusiles», mientras en la plaza «todo lo que de guarnición había eran 80 soldados tan valientes como su comandante: el Dr. José Gil».
Por su parte, el historiador José Gil Fortoul, hijo del “pelón Gil” inserta: «A los 800 hombres, más o menos, de Aranguren, se incorporaron unos 200 que mandaba Nicolás Patiño. La guarnición de Barquisimeto era de unos 370 soldados, con un cuerpo de 200 voluntarios sin fusiles (comerciantes, empleados, vecinos de la ciudad), a quien el propio comandante Gil llamaba los cívicos. Estos mostraron igual valentía que la tropa de línea».
Al amanecer del 10, supieron los revolucionarios que en auxilio del “pelón Gil”, venía un contingente del Gobierno al mando del general Nicolás Brito, por lo que Aranguren y Patiño huyeron precipitadamente bajo fuego del “pelón Gil”, el legendario comandante que ocupó cargos de elección como Diputado al Congreso y gobernador de la Provincia de Barquisimeto.
Luis Alberto Perozo Padua
Periodista y cronista
IG/TW: @LuisPerozoPadua