Esta tortuga tiene un caparazón ovalado que cambia de tono (de gris a negro) a medida de crecen, con la piel gris y las escamas negras.
Su cabeza está cubierta de grandes escamas que asemejan casco. La separación entre sus ojos es menor que otras especies. Posee un pico fuerte capaz de aplicar gran presión a su presa. Y, cuando se siente amenazada, tiende a morder con mucha fuerza.
Tiene patas robustas, con fuertes uñas y cubiertas de escamas grandes. En ellas cuenta con membranas interdigitales, que le sirven para nadar con gran destreza, se han registrado velocidades de hasta 24 km/h.
Es una de las llamadas “tortugas de cuello ladeado”, porque al esconder su cabeza dentro del caparazón, no lo hace con un movimiento derecho como la mayoría de las tortugas, sino que al final de le retracción dobla el cuello, quedando con el cuello doblado.
Las hembras pueden crecer hasta dos veces más que el macho, alcanzando con facilidad unos 80 cm de longitud.
A pesar de ser buena nadadora, puede vivir tranquilamente en tierra, adaptandose con facilidad a la disponibilidad de agua en su entorno.
Esta especie es muy juguetona y tímida cuando es pequeña. A pesar de ser semiacuática, prefiere desenvolverse en el agua, por lo que solo se aleja del río para desovar o recoger frutos caídos de árboles.
Anida en solitario o en pequeños grupos, utilizando bancos de arena, arcilla o barro e incluso áreas de cultivo abandonadas.
Entre las tradiciones culturales de algunas comunidades indígenas, la terecay es protagonista de mitos, leyendas y su caparazón se usa como instrumento musical para rituales.
Infografía: Omar David Suárez