#OPINIÓN Gustavo Petro y la izquierda carnívora #11Ago

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Hace algunos años, en una entrevista para el canal CNN, escuché al escritor Carlos Alberto Montaner denominar de manera jocosa como “izquierda carnívora” a ese tipo de izquierda latinoamericana oxidada por el tiempo y de firme vocación retrógrada, que sigue al pie de la letra las recetas comunistas de mediados del siglo XIX, derrotadas por la historia y por las frías estadísticas socioeconómicas. Según la terminología de Montaner, esa estirpe es la más perjudicial de todas, puesto que tiene la capacidad de provocar daño estructural al andamiaje institucional de los países y a nivel económico produce estragos con su fanatismo hacia la economía estatista. De allí, el pintoresco adjetivo que merece. Carnívora, por su capacidad para devorar pedazos enteros de institucionalidad en los países donde se enquista. 

Pues bien, Gustavo Petro acaba de asumir la presidencia de Colombia para el periodo 2022-2026, y no existen dudas de que pertenece a esa infame familia a la que se refiere Carlos Alberto Montaner. Digo que no existen dudas con bastante propiedad, porque Petro es un elemento archiconocido en el hábitat político de Colombia y a las pruebas hay que remitirse. Recordemos que Petro fungió como alcalde de Bogotá desde el año 2012 al año 2015 y la historia indica que fue un pésimo alcalde. Durante esos años, en lugar de gobernar, se dedicó a pelear con amigos y enemigos. Sus más cercanos colaboradores y aliados, al cabo de poco tiempo de trabajar con él, renunciaron dando un portazo. El director de Relaciones Internacionales de la alcaldía de Bogotá, Daniel García-Peña, en su renuncia lo tachó de “déspota”. Su compañero en la lucha armada y uno de los autores de la constitución del 91, Antonio Navarro Wolf, renunció de manera irrevocable a la secretaría de gobierno cuando apenas llevaba tres meses en el cargo. El motivo aducido no pudo ser más irónico: “por un dolor de muelas”.

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Otro hecho más explícito ocurrió durante su toma de posesión, el pasado domingo. Durante su primer discurso como presidente de Colombia, Petro ordenó traer la Espada de Bolívar, pese a la negativa del expresidente Iván Duque. El nuevo mandatario afirmó que buscaría que dicho símbolo patrio acompañara siempre a los próximos presidentes del país durante sus juramentos. Esto da una idea nítida de que el petrismo viene cargado de simbolismos, como es una amplia tradición en esa fauna socialista que tanto daño ha hecho a escala regional. Ante esta vocación insaciable hacia los simbolismos, hay que decir que los simbolismos enmarcados en el drama de la vida diaria latinoamericana, son una solemne estupidez. El simbolismo que requiere Colombia es el simbolismo de una mejora tangible en la calidad de vida. El simbolismo que anhela Colombia es el simbolismo de un mayor poder adquisitivo. El simbolismo que sueña Colombia es el simbolismo de una reducción drástica en el índice de desempleo.

Por lo tanto, al contrario de la labor de purificación emprendida por la maquinaría de propaganda de la izquierda global, que lo inscribe dentro de lo que periódicamente llaman “la nueva izquierda latinoamericana”, Petro navega plácidamente en las aguas de la vieja izquierda, aquella que arrasa con países prósperos como Venezuela. La izquierda más dañina conocida por el hombre. La izquierda carnívora.

El reto, en consecuencia, es para el robusto sistema jurídico constitucional colombiano, de amplia tradición legalista, para tender un efectivo cordón sanitario alrededor de las tendencias despóticas y autoritarias de Petro. Está comprobado que la izquierda carnívora avanza en detrimento del estado, cuando el estado relaja su vigilancia institucional. No estaría de más tomar como ejemplo el caso venezolano. Averiguar los resquicios legales que permitieron la demolición de un estado funcional y sólido como el venezolano, y blindar al colombiano. Petro llegará hasta donde le permita el estado colombiano. Por supuesto que los contextos son diferentes, pero como lo pueden atestiguar tristemente muchos países de nuestra región, la receta comunista es la misma.   

Félix O. Gutiérrez P.

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