#OPINIÓN Del Guaire al Turbio: El deporte es la paz #10Ago

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A Joaquín Marta Sosa y Xavier Reyes Matheus,
aunque por motivos opuestos.

Siglos antes de Cristo, en Grecia, se realizaron las primeras olimpiadas en la ciudad de Olimpia. Según la historia o leyenda, fueron convocadas por Hércules en homenaje a su padre Zeus. Entonces nació el deporte. Éste empezó con muy pocas disciplinas, una de las primeras, el pugilismo, además, carreras, saltos. Se convocaban cada cuatro años. Veo en el nacimiento del deporte una intención, no del todo lograda aunque si vigente: buscar la paz entre los hombres. Es sintomático que uno de los primeros deportes, sino el primero, sea el boxeo: dos individuos cayéndose a golpes según ciertas reglas. Es decir, una golpiza controlada como para que esa eterna competencia, rivalidad y violencia entre los seres humanos, se encauzara en una práctica noble, altruista, en lugar de ser sólo una manifestación de sangrienta barbarie. Los ganadores en las justas olímpicas recibían coronas de laureles, más un símbolo que un premio valioso.

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Le oí al Dr. Joaquín Marta Sosa una interesante charla donde explicaba que el fútbol era un campo de batalla: dos territorios, defendidos por sus habitantes que intentan invadir al otro, alcanzar su capital y ganar con el gol que atraviesa el arco, puerta de entrada a la fortaleza. En cuanto al beisbol, invento de los estadounidenses, es la conquista del Oeste: se sale del hogar -home- se va conquistando el campo –field- hasta regresar a casa triunfante. Esta explicación y reflexiones posteriores han afianzado en mí la convicción de que el deporte tiene una intención muy noble, más allá de la gloria y galardones de sus practicantes, aunque que se haya ido esfumando en el camino. El deporte es uno de los aportes más grandes de Grecia a la cultura occidental judeocristiana, que hoy se ha globalizado.

Quiera Dios que esa globalización que paraliza al mundo durante el Campeonato Mundial de Fútbol, esté abriendo un camino hacia metas quizás hoy poco imaginables, pero de bienestar para la humanidad. Si superáramos el mercantilismo reinante en el deporte, el afán de dominio, poder y gloria humana, el manejo de los deportistas como cosas en manos de comerciantes inescrupulosos, si lográramos romper tantas capas de escoria para que surja el prístino diamante originario del deporte, llegaríamos a la utopía de la paz mundial.

Cada cuatro años todos los pueblos del mundo, olvidados de guerras sangrientas e inútiles -¿quién vence a quién?- confrontando sus rivalidades en la palestra deportiva. En lugar de matarse, dejando sangre en el campo de batalla, dejar en el estadio el sudor del esfuerzo y al final levantar la copa y lucir en el pecho la medalla. Inglaterra le gana a Alemania, Estados Unidos a China, Colombia a España, Nueva Zelandia a Rusia, Kuwait a Venezuela, Costa de Marfil a México, o todo viceversa sin muertos ni heridos, sólo cuerpos cansados por la entrega total a la justa. Tal vez por las noches, celebraciones compartidas junto a fogatas y cantos alegres. ¡Qué bonita es la paz por las noches!

Es un sueño. El sueño de Hércules, aquel portento de fuerzas que tal vez sintió la necesidad de transformar éstas, no en fuente de belicosidad entre los hombres, sino de armonía. De ahí que inventara las olimpiadas agregando un valor más a la vasta cultura griega. Tenemos esa herencia, no debemos perderla. A mí personalmente la afición al deporte me ha dado mucho. Por mi lesión del menisco de la rodilla izquierda a los 16 años, jugando basquetbol, no pude ser deportista practicante pero si diletante. Esa afición me ha ayudado mucho en mi ancianidad, cosa que no tienen ni tendrán otros ancianos, que se burlan de un pie o una raqueta tras una pelota. Estoy viva frente a la pantalla de TV viendo las hazañas de nuestros beisbolistas en las Grandes Ligas del Norte o a un Nadal o a un Federer, en un giro de acrobacia y ballet para alcanzar con la punta de la raqueta la pequeña esfera y colocarla en la gloria. ¿No es mejor este placer inocente que andar lloriqueando la soledad y los malestares de la senilidad? ¿Ves, Xavier? La pelotita no tiene nada de inútil.

Alicia Álamo Bartolomé

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