En un país donde el promedio de producción de leche por vaca es menor a los cuatro litros diarios (algunos investigadores lo colocan actualmente en dos y medio) el observar concursos feriales donde las vacas en dos ordeños dan cincuenta litros o más al día, en verdad representa un espectáculo que el ciudadano común disfruta.
Lo que no sabe el público visitante es como el ganadero llega a tener un animal de estas condiciones. Y eso que no conocen las múltiples enfermedades que existen por todas partes y que afectan a más del ochenta por ciento del rebaño nacional, para citar algunas, la Aftosa, Piroplasmosis, y Anaplasmosis (ambas producidas por las garrapatas y que son las responsables en gran porcentaje de la muerte de miles de vaquillas importadas de países como argentina, Brasil y Uruguay, donde han eliminado estos parásitos casi totalmente). Brucelosis, Leptospirosis, Carbunclo y paremos de contar.
Para tener una vaca de alta producción el ganadero tiene que contar con un entorno donde no haya garrapatas ni ratas ni murciélagos ni otros animales transmisores de enfermedades. Algo difícil porque estos bichos y sus enfermedades son prácticamente endémicos en todas nuestras zonas rurales.
Controladas estas amenazas el ganadero piensa en la cría que desea antes de preñar a la vaca madre. Observa con detenimiento el mayor defecto que pueda tener esta vaca, puede ser ubre, pecho, pelo, apoyos o lo que sea. Luego de tomar estos datos va al Centro de Inseminación Carora y allí le dan tres alternativas de sementales mejoradores. Si la vaca a preñar tiene el perfil la insemina con un Toro Mas Mil (el que según una fórmula de vacas de alta producción).
A los siete meses de preñada y aunque la vaca esté dando mucha leche, la “secan”, quitándole alimentos, agua y si el caso lo amerita inyectándole antibióticos por la ubre. Luego la colocan junto a otras vacas escoteras y cuando resten seis semanas antes del parto le dan un alimento concentrado rico en carbohidratos (energía) para evitar su descompensación luego de parir, también le inyectan un acidificante para la sangre para prevenir con ello una Hipocalcemia.
Todo esto siempre con un veterinario al lado y trabajadores bien adiestrados, tanto en la parte técnica como gerencial. Cuando nace la becerrita tienen que estar muy pendiente de que “mame” rápido. Con la madre la dejan tres días para que se nutra de Calostro. Al tercer día la pasan a un retiro individual donde le dan cuatro litros de leche completa al día mezclada con Calostro, combinando esta lactancia con alimento concentrado.
A los tres meses la sacan de su recinto particular y la colocan en grupo según edad. Todo esto bajo estricto control sanitario con inspección veterinaria constante y monitoreada. En la medida que las becerritas van creciendo las agrupan según peso y cuando llegan a pesar trescientos cincuenta kilos, algo que sucede entre los quince y dieciséis meses la inseminan para que para a eso de los dos años de edad. Este dato es significativo porque en Venezuela el primer parto de las vacas, en promedio, está por encima de los tres años de edad con un peso de algo más de doscientos cincuenta kilos.
Las vacas en su primer parto no expresan todo su potencial. Por ejemplo las Raza Carora lo hacen luego del tercer parto y de allí en adelante mantienen un excelente promedio. Mientras tanto las Holstein importadas se desgastan en apenas tres lactancias, es decir en estos tres años dan mucha leche pero luego decaen de forma antieconómica, mientras que las Carora aguantan hasta más de diez lactancias con buenos rendimientos.
Cuando el ganadero observa que una de estas vacas sobresale en el promedio de la vaquera la reserva para los concursos feriales. Por ejemplo la que ganó en las últimas Ferias de Carora producía treinta y seis litros de leche al día y para llevarla a los cincuenta y dos, cifra con la cual ganó, se le mejoró la alimentación y ambiente para que expresara el tope de su potencialidad.
Registramos esta historia para que quede como un bonito recuerdo dentro de la ganadería venezolana, ya que las vacas lecheras en nuestro país son una especie en extinción.
Jorge Euclides Ramírez