Es el único recurso no renovable. Cuando se pierde o no se aprovecha adecuadamente, es imposible recuperarlo. Estamos ya en la segunda mitad de este año, bastante más de dos décadas desde que se inició este devastador “socialismo del siglo XXI”. Todo está a la vista. Causas y consecuencias de cuanto ha sucedido están sobre diagnosticadas dentro y fuera del país, pero nada indica cambios serios de rumbo ni acciones concretas para revertir hacia lo positivo lo malo del presente. Repito lo dicho mil veces: ¡Venezuela está mal y avanza hacia peor!
Todo tiene que ver con la política de quincalla baratera, como la calificaría Rómulo Betancourt, que se ha adueñado de la mayoría de las instituciones existentes en todos los terrenos. En especial de la mayoría de los partidos existentes, viejos y nuevos, de la llamada oposición democrática, pero también de los existentes como tales y grupos especiales al servicio del régimen. Allí también hay síntomas de descomposición y graves discrepancias protegidos por el control de los medios de comunicación, de la información en general, que mantiene el régimen.
Lejos de mí la intención de desanimar al hablar de estas realidades. Todo lo contrario. Trato de apelar a las enormes reservas humanas que el país tiene. Hasta ahora se han mantenido al margen de lo descrito en los párrafos anteriores, pero todos sabemos que existen. Algunos de ellos se plantean si valdrá la pena, a estas alturas del proceso, involucrarse de nuevo o por primera vez en la política activa. El mensaje es que SÍ vale la pena. Más que eso. Es indispensable para devolverle a la política la P mayúscula que la hora reclama.
Hace más de un año la Conferencia Episcopal Venezolana planteo en histórica declaración documental, la necesidad de refundar la república. Ese mensaje adquiere mayor vigencia cada día que pasa. Con mucha seriedad algunos grupos constituidos plantearon la vía constituyente para hacerlo posible. Creo que esta alternativa no ha sido analizada con la serena profundidad que merece. También se han planteado otros caminos que también merecen discusión con seriedad. Pero lo que no debemos hacer es caer de nuevo en un electoralismo sin sentido a tres años de distancia del momento en que se empezaría el cambio de régimen en caso de triunfar y de que ellos aceptaran pacíficamente el proceso y su derrota.
La candidaturitis aguda no ayuda. No sólo me refiero a la presidencialitis a la vista, sino también y como consecuencia, a lo que empezamos a ver a nivel de gobernaciones, alcaldías y hasta concejalías.
No puede ser. No nos cruzaremos de brazos. A este régimen hay que ponerle punto final en el menor tiempo posible. El llamado a es hacia quienes estén dispuestos a trabajar para logarlo. Incluyo, por supuesto, a sectores de las fuerzas armadas hartos, con miembros calificados indignados por lo que sucede en el interior.
Oswaldo Álvarez Paz
@osalpaz
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