Escribo estas líneas en ocasión de estarse celebrando en Carora, Estado Lara, República Bolivariana de Venezuela, el Centenario del nacimiento del sacerdote jesuita Hermann González Oropeza (1922-1998), que coincide con otro memorable Centenario: el de la ordenación sacerdotal en 1922 del Obispo Mártir Salvador Montesdeoca, asesinado por los nazis en Italia durante la Segunda Guerra Mundial. Es nuestro Oscar Arnulfo Romero venezolano.
Debo felicitar por estas magnificas celebraciones a mis amigos Obispo de la Diócesis de Carora Carlos Curiel, Pbro. Alberto Álvarez Gutiérrez, licenciado José Álvarez Yépez, profesora Pura Lozada, licenciada-abogada Danny Gómez Timaure por haber resaltado con pasión y orgullo de ser caroreños, las vidas de estos egregios sacerdotes caroreños, que han seguido la senda imborrable de los sacerdotes Br. Lisímaco Gutiérrez y Dr. Carlos Zubillaga, iniciadores de una iglesia para los pobres en estas tierras del semiárido occidental venezolano a principios de la centuria que dejamos atrás.
Jesuitas: bolcheviques de la Iglesia
Los jesuitas fueron llamados por el mexicano Octavio Paz los “bolcheviques de la Iglesia Católica.” Este apelativo se lo han ganado claramente, puesto que han sido estos eminentes sacerdotes unos verdaderos revolucionarios dentro de la pesada y conservadora estructura de la Iglesia de Roma. Su reconocible y sólida estructura militar deriva del hecho de que su fundador en 1534, el español Ignacio de Loyola era, en efecto, un militar. Fueron ellos los responsables de la renovación de la Escolástica en España del siglo XVI, una filosofía que se extinguía en el resto de Europa. Controlaban la cultura y la educación universitaria en el inmenso Imperio español de entonces.
Su figura cimera será el pensador Francisco Suárez (1548-1617), en su pensamiento ocupa un lugar destacado la reflexión jurídica y política. Negó el derecho divino de los reyes: la autoridad del monarca viene del pueblo y el Estado es la expresión del consenso social. Rechazó también la idea de Aristóteles que consideraba a la esclavitud como parte de la ley natural: no hay esclavos por naturaleza y todos los hombres nacen libres. Asimismo, puso en entredicho el derecho de conquista fundado en la evangelización, fundamento de la dominación española en el Nuevo Mundo.
Fue el ilustrado rey Carlos III quien expulsa de sus reinos a los jesuitas en 1767, al acusarlos de ser los instigadores de los motines populares del año anterior. Una verdadera catástrofe social ocasionará la decisión real, sobre todo en México y Paraguay. Regresarán a principios del siglo XIX, pero en Venezuela será el dictador Juan Vicente Gómez quien permite su entrada en 1916.
La Compañía de Jesús y las ciencias naturales y humanas
Un eminente lugar en la búsqueda del conocimiento y del saber distingue a la Compañía de Jesús desde sus inicios. Recordemos la Ratio Studiorum o plan de estudios de los jesuitas establecido en 1599, que por su rigor y métodos explica la brillantez y la audacia de la pedagogía jesuítica hasta el presente. Debemos recordar que fue el jesuita Papebroeck el fundador de la hagiografía científica y que fue Atanasio Kircher un inmenso escritor jesuita alemán que quería saberlo todo, literalmente hablando.
Los jesuitas, dice la Enciclopedia Libre Wikipedia, han hecho numerosas contribuciones significativas al desarrollo de la ciencia. Por ejemplo, históricamente se han dedicado al estudio de los terremotos, y en ocasiones la sismología ha sido descrita como «la ciencia jesuita». También han sido descritos como «el principal contribuyente a la física experimental en el siglo XVII.» Según Jonathan Wright en su libro titulado Soldados de Dios, en el siglo XVIII los jesuitas habían «contribuido al desarrollo de relojes de péndulo, pantógrafos, barómetros, telescopios de reflexión y microscopios; y a campos científicos tan variados como el magnetismo, la óptica y la electricidad. Observaron, en algunos casos antes que cualquier otro, las bandas coloreadas sobre la superficie de Júpiter, la nebulosa de Andrómeda y los anillos de Saturno. Formularon teorías acerca de la circulación de la sangre (independientemente de Harvey), sobre la posibilidad teórica del vuelo, sobre la manera en que la Luna afecta a las mareas, y sobre la naturaleza ondulatoria de la luz.»
El padre Hermann González Oropeza
Este afable e inteligente sacerdote nacerá en Carora el soleado mes de julio, día tercero, año de 1922, hijo del próspero comerciante Miguel Ángel González y de María Sofía Oropeza. Era patricio o godo por los dos lados. Tuve el placer de conocerlo en Caracas cuando cursaba mi Maestría en Historia en la Universidad José María Vargas en1992. En mi Tesis Doctoral sobre la Iglesia Católica caroreña (2003) fue un agrado enorme citarlo muchas veces de su monumental investigación Iglesia y Estado en Venezuela (1977). Esta extraordinaria obra me permite comprender las difíciles y complicadas relaciones del Estado venezolano con la Iglesia Católica nuestra.
Cada vez que paso por la plaza Bolívar de Carora, calle Comercio, observo con pesar y desolación las ruinas de la que fue su hermosa casa solariega. Tras 55 años de servicio en la Compañía de Jesús fallecerá el 10 de febrero de 1998 este extraordinario investigador que tuvo el atrevimiento de meterse en los archivos de la Gran Bretaña para demostrar el arrogante despojo realizado por la “Pérfida Albión” de nuestra Guayana Esequiba. La ciencia de la fronterología fue su gran pasión. Para gran sorpresa nuestra, demostró con fehacientes pruebas documentales que nuestra ciudad poseía en el Lago de Maracaibo lo que se llamó Puerto Carora hasta finales del siglo XVIII. Sufrió de cárcel al oponerse a la dictadura del general Marcos Pérez Jiménez.
Dice Manuel Donís que el padre Hermann dejó una larga obra publicada. He aquí algunos de sus títulos: La fundación de Maturín y la cartografía del Guarapiche, (1957) (Coautor con Pablo Ojer Celigueta). La frontera de la Guayana Esequiba, (1958). «Memoria sobre los límites entre las Guayanas inglesa y venezolana» en: Rafael María Baralt. Obras Completas, (1960). La liberación de la Iglesia venezolana del Patronato Eclesiástico, (1968 y 1988). Iglesia y Estado en Venezuela, (1977 y 1997). Fe cristiana y marxismo. Documentos, (1978). Atlas de la historia cartográfica de Venezuela, (1983 y 1987). Historia del Estado Monagas, (1985). El Seminario Santa Rosa de Lima entre los años 1856-1915, (1986). Historia de las fronteras de Venezuela, (1989), (Coautor con Manuel Donís Ríos). Vida religiosa en la Venezuela republicana, (1990). La Iglesia en la Venezuela hispánica, (1991). La capilla del Calvario de Carora, (1994). Todo esto sin contar con su colaboración para el Diccionario de Historia de la Fundación Polar, (1988 y 1997), además de un número significativo de artículos de prensa, ponencias, discursos y algunas obras no impresas. Quien escribe le conoce por sus escritos en el desaparecido Diario de Carora.
Hermann González en el Colegio Federal Carora (1935-1939)
Dos años antes de la muerte del fundador del Colegio Federal Carora, Dr. Ramón Pompilio Oropeza, es decir en 1935, será inscrito por su padre el muchacho de 13 años para cursar el elitesco bachillerato de nuestra educación. Cursará Hermann González en primer año las asignaturas Aritmética Razonada, Castellano, Francés, Geografía, Historia Universal, Botánica, Latín y Dibujo. Sus compañeros de clases en ese viejo Colegio caroreño fundado en 1890 al calor del patriciado caroreño, eran: el futuro poeta comunista, nativo de San Francisco Alí Lameda, el eminente médico Homero Álvarez, Otto Herrera, Dimas Franco, Ricardo Perera, Margarita Riera, Ana Luisa Suárez, Carmen Barrios, Carmen América Vásquez, Enrique Álvarez, José Ramón Marrufo, procedente de Churuguara, Oscar Villanueva, Roque Julio Rosales, natural de Cúcuta, Francisco Manuel Jiménez, natural de Boconó. En ese mismo Colegio estudiaban en otra sección, de tercer año, los siguientes muchachos: el quiboreño José Antonio Arráiz, Lulio Chávez, Gustavo Leal, Ambrosio Juárez, Luis Rosas, José Enrique Mendoza, procedente de Jabón.
En 1936, cuando se iniciaba el gobierno del general Eleazar López Contreras, el joven Hermann González Oropeza pasó a cursar su segundo año de bachillerato. Cursa las asignaturas Algebra, Literatura, Francés, Latín, Raíces Griegas, Geografía e Historia Universales y en especial de Venezuela y América, Zoología y Química Mineral. En 1937, año de la muerte del Dr. Ramón Pompilio Oropeza, Rector y fundador del Colegio La Esperanza o Federal Carora en 1890, cursará Hermann González, de 15 años de edad, las asignaturas Geometría, Inglés, Literatura General, Filosofía, Mineralogía y Geología, Física, Química Orgánica. Ese año, con tres lustros de edad, decide hacerse sacerdote gracias a un sacerdote jesuita llamado Narciso Irala, quien le anima a ordenarse durante un Congreso Mariano realizado en Carora. En el año escolar 1938-1939, cuando los tambores de guerra repican en Europa, cursará el joven Hermann González sus últimas asignaturas de bachillerato: Trigonometría y Topografía, Inglés, Filosofía, Biología, Cosmología y Cronología, Física. Al terminar la secundaria y en Carora, decide Hermann hacerse sacerdote.
Durante esos años fue nuestro joven Hermann discípulo de docentes muy destacados y eminentes, tales como el abogado por la Universidad de Caracas Dr. Ramón Pompilio Oropeza (jubilado el 1° de mayo de 1936), el futuro constitucionalista Dr. Ambrosio Oropeza Coronel, el médico y educador Dr. Pablo Álvarez Yépez (quien fue docente de quien escribe en 1968), Br. Miguel Ángel Meléndez, el fundador de la Pediatría en Venezuela Dr. Pastor Oropeza, Ramón José Álvarez.
Su formación sacerdotal y científica
En 1939 entra, refiere Adrián Jimenez, en el Seminario Interdiocesano de Caracas, y allí comenzó sus estudios de Filosofía para convertirse en futuro sacerdote diocesano. Durante este tiempo surgió en él la “decisión irrevocable de ser jesuita” y el 05 de enero de 1943 ingresó en el Noviciado San José Pignatelli, en Los Chorros. Su Maestro de novicios fue el P. Fernando Bilbao, S.J. Luego fue enviado a Colombia para realizar sus estudios de Humanidades. La Filosofía la realizó en España y en 1948 regresó a Venezuela para cumplir con su etapa de Magisterio dando clases en el Seminario Interdiocesano de Caracas y el Colegio San José de Mérida. En 1951 es enviado a Londres, para realizar sus estudios de Teología en el Heythrop College de Oxon.
Una simpática anécdota
Para finalizar, una curiosa anécdota del padre Hermann proporcionada por Adrián Jiménez, que nos ilumina sobre su indeclinable vocación sacerdotal: “Mi mamá decía que yo nací prácticamente muerto y que me tuvieron que dar respiración artificial a través de un pedúnculo (tallo) de lechosa. Ante las circunstancias, mi mamá me ofreció a Dios para sacerdote”. Y esta promesa terminó por convertirse en realidad muchas años después. Creció y se formó con profundos valores cristianos en Carora, Ciudad levítica de Venezuela.
Gloria eterna para este magnífico sacerdote jesuita caroreño, al cual la profundidad de la Ciencia Natural no lo extraña sino que lo acerca más al Dios creador.
Luis Eduardo Cortés Riera