Decía Nelson Mandela que la educación es el arma más poderosa para cambiar el mundo, porque un pueblo educado exige sus derechos y cumple con sus deberes, entiende a su vez que, pese a las diferencias, solo mediante el entendimiento y el trabajo en conjunto se puede construir un mejor mundo. La educación transforma al hombre, amplía nuestros horizontes y nos abre un sin fin de oportunidades.
En Venezuela el año escolar se cierra marcado una vez más por la crisis humanitaria compleja que padecemos. En 2022 los estudiantes y docentes regresaron a las aulas desde la pandemia del Covid 19. A pesar de lo complejo del virus, este no fue el mayor mal que enfrenta el sistema educativo venezolano. La educación en nuestro país es víctima de este régimen que pareciera solo quiere mantenernos en oscuridad absoluta.
El deterioro de las infraestructuras de colegios y liceos está peor que nunca. Nuestras instituciones educativas se encuentran por el suelo, por falta de inversión y cuidado por parte del Estado. Los docentes deben lidiar diariamente con filtraciones en techos y paredes, baños inutilizables, pizarras rotas, falta de tiza, marcadores, hojas, bolígrafos y demás insumos básicos para enseñar. Muchos de ellos desembolsan dinero propio para comprar lo mínimo necesario que les permita cumplir con su labor. En muchas escuelas no hay agua corriente ni bebederos, o incluso luz. Y con todo esto, los estudiantes son los más perjudicados sin poder contar con instituciones aptas para su formación. No basta con pintar paredes y hacer murales mientras los edificios se caen a pedazos.
Por su parte, el Ministerio emitió parte del pago del bono vacacional sin ajustar al nuevo salario, por lo que todos los educadores del país recibieron un pago mucho menor al correspondiente. De por sí, todos los docentes y maestros que laboran en planteles de educación pública, perciben mensualmente un salario de miseria, que no les permite cubrir los gastos de su hogar ni eventualidades médicas. Actualmente, muchos maestros se van de las aulas buscando otra fuente de ingresos porque vivir de educar se ha vuelto insostenible.
Recuperar y equipar nuestras instituciones educativas, así como remunerar con justicia a los profesionales de la educación por la labor tan grande que tienen, es una necesidad urgente por la que el Estado debe apostar. El trabajo de los docentes debe ser efectivo y eficaz, solo así se podrá lograr una educación de calidad para los niños y adolescentes, el futuro de la nación. Quienes aspiramos a un mejor país debemos trabajar por esa reconstrucción educativa y tener siempre presente que la educación nos hará libres como individuos y como país.
Stalin González