A pesar de no haberse planteado desde el 2007, el tema de la reelección presidencial continua e indefinida, vuelve a estar en discusión. La reciente elección de Petro en Colombia, de Boric en Chile, de Castillo en Perú, la posibilidad de un triunfo de Lula en Brasil y los acontecimientos del 6 de enero de 2021 en Estados Unidos, me han hecho reflexionar sobre este tema y lo que puede ocurrir en Venezuela en 2024.
En varias oportunidades escribí, durante la campaña que desembocó en el referendo del 02 de diciembre de 2007, sobre la reelección presidencial. Chávez planteó entonces, aprobar la reelección presidencial continua e indefinida. Esto significaba que podía estar en el poder todo el tiempo que él quisiera, pues al ser presidente y candidato a la vez, podía perpetuarse en el poder.
Esta propuesta de reelección perdió y no podía plantearse nuevamente hasta después del final del periodo presidencial que él presidía. Sin embargo, al año siguiente, por esas jugarretas propias del régimen, la reelección presidencial continua e indefinida fue aprobada. El pueblo ya se había pronunciado, en forma inequívoca, contra la reelección.
Durante aquella campaña de 2007, asistí a varios foros, debates y programas de radio y TV y pude percibir que uno de los temas más rechazados por el electorado venezolano, junto con el atentado contra la propiedad privada y la ideologización del Estado, era precisamente, la reelección presidencial continua e indefinida. Tanto es así, que los partidarios de la reforma nunca quisieron hablar del tema en los debates y foros a los que asistí.
Recuerdo, particularmente, un foro en la Universidad Fermín Toro, en el que los partidarios de la reforma agotaron su tiempo, y no se refirieron para nada a la reelección presidencial continua o indefinida. Como si el tema no hubiera estado en la propuesta. Lo mismo ocurrió en otro foro en el decanato de ingeniería civil de la UCLA. Los representantes del sector oficial sólo hablaban de la reducción de la jornada laboral, de las propuestas sociales de la reforma y nada respondían cuando los precisábamos sobre la reelección presidencial. En uno de esos debates afirmé que lo único que le interesaba al presidente era su reelección continua. Dije entonces que puede no aprobarse el resto de la reforma, él sería feliz si le aprueba su reelección continua e indefinida o permanente o como quieran llamarla.
El Artículo 6 de nuestra Carta Magna consagra que el gobierno venezolano es y será siempre, entre otras cosas, alternativo. Ese es un principio fundamental que no puede cambiarse ni por reforma ni por enmienda. Al contrario, la Constitución Nacional y las leyes deben dar cada vez mayores facilidades para garantizar la alternabilidad republicana, garantizar la alternancia, que no es otra cosa que la posibilidad real y permanente de cambiar periódicamente las personas en el ejercicio del poder, particularmente en el ejercicio de la Presidencia de la República.
La sabia y conocidísima sentencia del Libertador Simón Bolívar pronunciada en el Congreso de Angostura en 1819, debe repetirse ahora con más énfasis: “Nada es tan peligroso como dejar permanecer largo tiempo en un mismo ciudadano el Poder. El pueblo se acostumbra a obedecerle, y él a mandarlo, de donde se origina la usurpación y la tiranía”. Más claro el agua. Todos recordamos que durante la campaña de 2007, se prohibieron unos carteles contentivos de esta frase colocados en las autopistas y calles de Caracas. Incluso se prohibió una cuña televisiva con ese mensaje. Además, no olvidemos el dispositivo del Artículo 345 Constitucional, que establece que “La iniciativa de reforma constitucional que no sea aprobada, no podrá presentarse de nuevo en un mismo período constitucional a la Asamblea Nacional”. Eso se hizo, violando la Constitución Nacional.
Chávez podía presentarlo de nuevo después del año 2013. Antes no podía. Para 2013 Chávez ya había fallecido. Sostener lo contrario es burlar la intención del constituyente. El tiempo diría más adelante si el pueblo cambió de opinión. Hoy, indiscutiblemente, el pueblo sí tiene una opinión diferente frente a quien ejerce el poder: Lo rechaza.
Joel Rodríguez Ramos
