“La ironía es una tristeza que no puede llorar y sonríe” decía Don Jacinto Benavente, autor teatral y cineasta como guionista y productor. No alcanzó a imaginar este Premio Nobel de Literatura de 1922 que en este rincón hispanoamericano que bien podría llamarse La Malquerida como su drama del año trece, ocurriría más bien Lo increíble como en su pieza del cuarenta, adulantona del franquismo inventor del “desarrollo endógeno”.
Trabajadores del Complejo Siderúrgico Nacional se concentraron frente a la CVG el 8 de julio. ¿Qué plantean? Inversión y producción. Esa empresa básica, virtualmente paralizada desde 2019. Solo Planta Casima está operativa en una quinta parte de su capacidad. Exigen también salario justo y cumplimiento de la contratación colectiva. Nada insólito si se considera que aproximadamente cuarenta bolívares semanales no alcanzan para nada.
Guayana, promesa concreta de desarrollo de las potencialidades productivas del país y tierra de esperanza, ahora es noticia por las vicisitudes de una minería de escasa transparencia, cuestionada desde criterios ecológicos y señalada por el poder de un “pranato” por encima de la ley. Casi “tierra de nadie” de Upata al Sur. Con presencia de “elenos” de activa participación en los eventos violentos hace unos meses en Barrancas del Orinoco, puerta de entrada al delta del Orinoco. Cruel ironía cuando se están presentando los dos tomos de Raúl Leoni: Democracia en la tormenta, importante investigación histórica acerca de la vida y obra del ilustre guayanés.
Pensionados, jubilados y trabajadores activos del Seguro Social fueron hasta la OIT y Naciones Unidas en Caracas el pasado 11 de julio, paradojas de un país en donde la propaganda oficial se llena la boca con lo del “presidente obrero”.
Pescadores de Occidente, sobre todo de Falcón, informan de al menos doce derrames de petróleo en los últimos dos años. Tuberías rotas evidencian la falta de mantenimiento en los oleoductos entre Bajo Grande en Zulia y el Centro Refinador de Paraguaná que pasan por el Golfete de Coro. Este complejo es de los mayores del mundo, aunque su producción efectiva, me dicen, esté actualmente en aproximadamente un 10% de lo que puede ser. Empezó en 1945 al autorizar el gobierno venezolano a Creole (Amuay) y Shell (Cardón). Desde 1991, ya con PDVSA aquella corporación que era orgullo nacional se integraron las dos refinerías entonces de Lagoven y Maraven, proceso culminado en 1997, con capacidad para procesar novecientos cuarenta mil barriles cada día, la más grande del mundo en su momento.
Amuay en 2012 tuvo el mayor accidente en la historia petrolera del país. Cardón, paralizada por largo tiempo hasta comienzos del año pasado y reducida drásticamente su capacidad. Bajo Grande. Originalmente de Richmond, construida en 1956 para quince mil barriles diarios y ampliada a lo largo de años hasta alcanzar cincuenta y siete mil, ha regresado a las cifras originales de cuando estaba en manos extranjeras. El complejo refinador produce menos, pero su falta de mantenimiento hace más daños ambientales y económicos, no sólo al país sino a las familias de pescadores falconianos.
Son la ironías cotidianas, tristezas que sonríen, de un país que todos queremos que se arregle. No un pedacito, ni solo en la propaganda. Que se arregle de verdad y para eso hacemos falta todos.
Ramón Guillermo Aveledo