Aquel que está a nuestro lado en momentos difíciles, el seguro compañero, el más cierto en horas inciertas…
Siendo jóvenes tenemos compañeros, compinches, panas. Es con el tiempo que llegamos a reconocer y valorar lo que significa tener a nuestro lado al amigo que ha compartido lo bueno y lo malo con nosotros, que nunca ha buscado adueñarse de nuestra voluntad, que nos respeta y acepta tal cual somos, que ríe con nosotros a carcajadas, es aquel que nos da vida y demuestra que en el mundo hay seres humanos maravillosos.
La mayoría de nosotros tiene conocidos por montones, más no amigos. La verdadera amistad debe ser sincera, de tiempo y sazón para conocerse mejor a través del trato. Tiempo hermoso en el que nos dan y damos afecto sin esperar nada a cambio. De esta manera es que se puede entender lo que es el sentimiento igualitario que engrana su manera de ser con el carácter de almas libres e independientes que no sufren la servidumbre de otros sentimientos apasionados. La amistad es signo de concordia y unión entre los seres humanos.
Nadie aspira a vivir solo eternamente, por naturaleza el hombre busca un arrimo y cuando lo encuentra en un amigo se convierte en el regalo más preciado, compañero que se conserva hasta la vejez, cuando el último lampo de nuestro sol se convierte en ocaso…Es en el momento final de la vida en que hace falta tener un amigo de verdad. Todos necesitamos tener un amigo que nos ayude a mitigar la saña de lo real, que ponga música a nuestra alma, un amigo con el que podamos hablar de todo y al final podamos afrontar con serenidad la arremetida de los años invernales.
La mayoría de aquellos que dicen ser nuestros amigos son solo un vano herbario de divisas, de apariencias, intereses y condiciones. Amigos que solo lo son en la abundancia, la fama y el poder–Si no hay plata no hay amigos-
La alucinante y maravillosa tecnología y avances de la ciencia nos han llevado a perder el contacto humano. Las redes comunicacionales ponen ante nuestros ojos millones de amigos virtuales, seguidores y contactos que no abrazan, no comparten ni saborean un vino, no nos miran a los ojos, no ríen ni celebran nada con nosotros.
Los mejores amigos siempre están cerca de nosotros. Yo canto a los que de mi nacieron, a aquellos cuya compañía y comunicación me salvan de los días iguales y aburridos. Gracias doy al singular universo de mis afectos, a los siempre presentes en las buenas y en las malas, a mis hijos. Gracias también a esos amigos que nunca olvidan y llegan a nosotros por cariño, sin caretas ni apariencias. El otro tipo de “amigos” son solo amigos de oropel.”
Amanda N. de Victoria