#OPINIÓN Tarde o temprano #14Jul

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El estadista británico Winston Churchill dijo alguna vez que “el socialismo es el camino más largo para pasar del capitalismo al capitalismo”. Con el tiempo, esta frase se convirtió en un chiste recurrente cuando se quería graficar la esterilidad y penurias causadas por los esquemas izquierdistas a nivel planetario. En 1978, Deng Xiaoping, líder supremo chino, no lo asumió como un chiste y envió el socialismo de corte maoísta al basurero de la historia, imponiendo la modernización y el pragmatismo, y colocando a China en las vías que conducen a la economía de mercado. “Poco importa, dijo, que el gato sea blanco o negro, lo que importa es que cace ratones”. Los resultados de este gran viraje en las políticas económicas internas están a la vista de todos. China se ha convertido en una superpotencia con mayúsculas, disputándole la supremacía mundial, palmo a palmo, a los Estados Unidos de América. Los infames delirios de Mao, auspiciados por los infames delirios de Marx, como la revolución cultural, “la proletarización de la sociedad”, la sabiduría de las “amplias masas”, demostraron ser un colosal fracaso a la hora de generar prosperidad y bienestar. 

En realidad, el gran viraje chino no es obra del azar ni provocado por un capricho pasajero. Existe una amplia evidencia histórica de que las economías estatistas, que privilegian las restricciones y regulaciones, han fracasado sistemáticamente a la hora de generar bienestar para sus pobladores. Al contrario, este tipo de economía siempre ha venido asociada a destrucción, hambre y migraciones forzadas; y han degenerado a la larga en tiranías de corte personalista. En esencia, el mundo ha comprobado una y otra vez, que el verdadero progreso, el que genera bienestar integral, es una asociación entre dos tipos de libertades, la política y la económica, en otras palabras, democracia y mercado. Sin dudas, hay una evidente relación aritmética entre esas dos libertades y el bienestar de la gente.

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Lo que China descubrió, luego de varias décadas, es que el ánimo de lucro es el verdadero motor del bienestar.  China por fin se rindió ante la evidencia de que los esquemas norteamericanos de progreso y bienestar eran los más eficaces. Porque la historia indica que la prosperidad estadounidense fue creada no por sacrificios públicos para el supuesto bien común que tanto pregona la izquierda ciega, sino por el genio productivo de hombres libres que persiguieron sus propios intereses personales. Ellos no mataron de hambre al pueblo para pagar la industrialización del coloso de Norteamérica. Dieron al pueblo mejores empleos, salarios más altos y bienes más baratos con cada línea de producción que habilitaron, con cada descubrimiento científico o tecnológico, y así el país avanzaba y avanzaba sin producir sufrimiento a su gente.  

Por desgracia, la izquierda posee una potente maquinaria propagandística y ha silenciado a nivel global esta colosal evidencia. Por desgracia, esta potente maquinaria conserva el poder de capturar la imaginación de amplios sectores de la población con sus promesas de redención social. Un ejemplo notable es Venezuela, que en 1998 era un país muy oxidado a nivel político, en gran medida potenciado por la irresponsabilidad suicida de Rafael Caldera, pero que poseía un nivel de industrialización a la vanguardia de la región. Con la llegada de Hugo Chávez al poder, y por extensión de ese mago del desastre llamado Jorge Giordani a la cartera de planificación, la economía estatista se adueñó de todos los estratos del país y Venezuela se fue desbarrancando lenta e inexorablemente, en el caos y la miseria. 

Escribo estas reflexiones en Julio de 2022, en el mediodía cálido de Barquisimeto. Veo las aceras de la avenida 20, repletas de vendedores informales que pregonan en voz alta los precios en dólares de todo lo que venden. El dólar ha ido abriéndose paso lentamente en la vida diaria de la gente, contrariando la ceguera oficial. ¿Valió la pena, me pregunto, los años de destrucción y muerte para terminar en esto? ¿Todo se trataba de obtener y conservar el poder a cualquier precio? Pido un perrocaliente a uno de los tantos vendedores que pueblan la avenida. “1 dólar”, indica un cartel grande, escrito a mano en tinta negra. Espero por el perrocaliente y le pregunto al vendedor cómo han estado las ventas del día y cómo ve la dolarización forzada que está emergiendo en Venezuela. “Las ventas han ido mejorando poco a poco, hermano”, me indica el perrocalentero. “Desde que por fin soltaron el dólar, las cosas han mejorado algo”, agrega. “Tarde o temprano, esa era la solución, hermano”, finaliza. Me entrega el perrocaliente y le doy el billete de 1 dólar. Miro la avenida 20, tapizada de carteles con el símbolo de dólar hasta donde alcanza la vista. Pienso en la China comunista, dejando atrás décadas de hambre y lágrimas y abrazando el libre mercado. Me viene a la mente el chiste provocado por la frase de Churchill. Recuerdo a Hugo Chávez despotricando en contra del capitalismo en la tribuna de la ONU y veo la imagen de George Washington estampada en el billete con el que acabo de pagar. El perrocalentero tiene toda la razón del mundo. Tarde o temprano…    

Félix O. Gutiérrez P.

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