#OPINIÓN La corruzione de julio a noviembre #13Jul

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«Los hombres, en general, no son sino marionetas maltratadas por un titiritero«.
Giovanni Papini.

Todo psicópata narcisista, está ávido de atención, necesita patológicamente que se le preste atención, requiere de modo enfermizo atención, experimenta desesperación para figurar y así trama múltiples formas para que se le tome en cuenta. Entre ese abanico de insanas estratagemas para llamar la atención, está la aplicación de una forma oblicua de atención, el castigo del silencio o la ley del hielo. Yo te invisibilizo, porque ignoras mi superioridad y mi posición circunstancial y mis directrices criminales, dice el coronel psicópata.

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Si no cometen delitos como digo yo, y si no se comportan como mis monos voladores, si no me alcahuetean, entonces no les hablo. Dice el coronel psicópata. Si no me prestan atención, entonces yo les aplico el castigo del silencio. Quiéranme, pónganse genuflexos ante mí que soy un Dios o les aplico el castigo del silencio. Si me siguen delatando y no me idolatran, si siguen dando información de mis crímenes e insanias mentales, entonces les aplico entre otras injusticias, la ley del hielo. ¡Ay sí, no les hablo!

Cuando las personas, en su caso los clientes internos y los clientes externos de la institución, no desarrollan las conductas que el coronel psicópata narcisista quiere o necesita para mantener su particular establishment si pudiera llamarse así a su red de extorsión y venta ilícita de documentos entre otras variantes delictivas; entonces él urde simultáneamente enésimas formas de doblegar la conducta de sus víctimas, mediante abusos emocionales y establece patrones, entre estos la aplicación de la ley del hielo o el castigo del silencio.

Aunque lo cortés no quita lo valiente, el coronel psicópata ni es cortés ni es valiente, es un cobarde que se escuda en la parafernalia de sus circunstancias, aprovechándose de su contexto, porque cualquiera es guapo si se siente apoyado. Que sin el celestinaje de su compadre, no tendría oportunidad de disfrazar su inferioridad, ni su pusilánime personalidad. Como dice Sussana, el coronel es nadie sin ese cargo.

Se le observa al coronel psicópata escondiéndose como una laucha en sus dominios de la vista de a quienes desea castigar con indiferencia programada, con formas despectivas, para invisibilizar y minimizar a sus víctimas, y ante el saludo inocente de los funcionarios víctimas, el psicópata coronel los ignora con aviesa descortesía, con insólito desprecio a los seres humanos que no obstante saberlo un delincuente muestran modales. Pero el idiota moral, usa los modales selectivamente, el coronel psicópata, el Magaña, de espaldas decide castigar con ignominia a los empleados institucionales decentes, como si nadie le hubiera dado los buenos días, aplicándoles la ley del hielo. Como degradado ha sido ante sus compañeros de armas, al impedírsele llegar a General, entonces él endilga esa culpa a quienes nada han tenido que ver con su desmadre castrense, y enfila sus ataques en contra de quienes le ganan en honor y decencia. Anda ante la vida con una actitud de revancha en contra de la gente que sí sirve, en contra de la gente decente, honorable y con más talento que él.

Es que al coronel psicópata le gusta lucirse y dar una imagen camuflada cuando tiene público y cuando no tiene público también. Sí, en ambas circunstancias él se las arregla para controlarlo todo. Los narcisistas son enfermos por controlar todo y manipular a todos. Le gusta ser malo en privado y bueno en público, pero también le gusta ser malo en público y bueno en privado, todo de manera intermitente, de forma selectiva de acuerdo a las circunstancias, acomodaticiamente. Es un histrión, un alfeñique inmoral, que usa los escenarios según convenga a sus intereses y subterfugios criminales.

El coronel psicópata dispone las escenas y los escenarios para quedar bien ante los ojos de los desprevenidos que no saben que se trata de un trastornado múltiple con una personalidad coctel. Le da a la audiencia lo que la audiencia quiere ver y quiere oír, o que él piensa que la audiencia quiere ver o quiere oír o es lo que a la gente se le puede dar a conocer según su caprichosa personalidad. Parece una fémina, estila maquinaciones propias de las mujeres. Es un astuto delincuente.

Los genes psicopáticos del doctor fraude, de este coronel felón, le proveen de un arsenal maligno para burlarse de todos y de todo. Pero siempre olvida el largo brazo de la ley.

Es que el coronel psicópata agrede emocionalmente a los funcionarios honestos aplicándoles el castigo del silencio, de no hablarles ni contestarles el saludo porque no piensan como él. Aplica desprecio e ignora despectivamente a quienes según su criminal apreciación merecen ser sancionados por contrariar con ética y corrección sus crímenes, aplicándole la ley del hielo o el castigo del silencio a la gente decente, siendo locuaz con sus amiguetes delincuentes y con sus monos voladores.

La persona que aplica la ley del hielo o el castigo del silencio, lo que hace realmente es demandar atención. Como es el caso del coronel psicópata narcisista, que se cree el ombligo del mundo y que con una actitud infantil pero retorcida castiga a los buenos quitándoles el habla o dejándolos con el saludo en el aire.

Ofende la dignidad de los empleados institucionales de los cuales él psicopáticamente está convencido que son de su propiedad y no empleados libres de un organismo del estado y así los manipula y los trata con majaderías para que ejecuten acciones en contra de sus compañeros de trabajo, para él no figurar directamente como el ejecutor de esas maldades y sadismos. Este maldito hombre les dice a los empleados ¿Qué parte de lo que le estoy diciendo usted no entiende? , como si se estuviera dirigiendo a un esclavo, o a un eunuco mental. ¿Por qué no ha hecho esto que le he ordenado? Como si se estuviera dirigiendo a un súbdito. Pero se trata de órdenes que siempre tienen un fin perverso. Órdenes que de llevarse a cabo o ejecutarse, con ellas se cometan ilicitudes, inmoralidades y persecución a inocentes. El coronel psicópata se vale de su cargo y posición provisional para vengarse de los que él cree son sus enemigos a través de gente inocente que nada tiene que ver con sus rencillas. Porque al coronel psicópata le da miedo, porque es un cobarde enfrentar a la gente cuando la ataca, por eso el ataque lo dirige a través de otras personas. Involucrando a otras personas en sus propias batallas. ¡Es una mujercita!

El coronel psicópata, tira la piedra y esconde la mano. Manipula a la gente, usa a la gente, usa a sus empleados para indisponerlos unos contra otros. Es la manifestación de su lado maquiavélico de la triada oscura. Las acciones que el coronel psicópata obliga a los funcionarios ejecutar en contra de otros funcionarios, lo hace porque es un cobarde, que le gusta humillar a la gente, pues considera a todos inferiores a él. Todo acto del coronel psicópata, lo hace escudado en otro funcionario para disimular o hacer creer que no ha sido su orden ni es de su maquiavélica disposición.

Las explicaciones psicológicas y hasta psiquiátricas de las razones por las cuales este felón militar se comporta como lo hace, las han podido calibrar en las sucesivas entregas epistolares y en el caso del tratamiento del silencio o castigo con el silencio, es utilizado con frecuencia por personalidades anti-sociales como narcisistas, psicópatas y sociópatas; como es el caso del coronel psicópata narcisista, licántropo, voyerista e idiota moral.

Dice el coronel psicópata: Te castigo con ignorarte, con el silencio, porque a mi vez necesito de tu atención, necesito que me rindas pleitesía, necesito que me idolatres, necesito que me buques y vengas detrás de mí solicitando mi atención, te hago esta maldad y este sadismo para que corras en búsqueda de mi pidiendo clemencia; quiero que te portes como la gallina de Stalin.

«En una de sus reuniones, Stalin (dictador soviético 1878-1953) solicitó que le trajeran una gallina. La agarró fuerte con una mano y con la otra empezó a desplumarla. La gallina desesperada por el dolor, intentó fugarse, pero no pudo. Así Stalin logró quitarle todas las plumas y les dijo a sus ayudantes: “Ahora observen lo que va a suceder”. Puso a la gallina en el piso y se alejó de ella un poco y agarró en su mano un puño de trigo mientras sus colaboradores observaban asombrados cómo la gallina, asustada, adolorida y sangrando, corría detrás de Stalin mientras este le iba tirando puños de trigo y daba vueltas en la sala.

La gallina lo perseguía por todos lados. Entonces, Stalin mira a sus ayudantes, quienes están totalmente sorprendidos y les dice: “Así de fácil se gobierna a los estúpidos. Vieron cómo me persiguió la gallina a pesar del dolor que le causé.

Así el coronel psicópata ha manipulado las mentes de algunos empleados quienes por un salario unos y otros por prebendas, han perdido la integridad y se han vuelto unas gallinas sin dignidad.

Proceden también los funcionarios sometidos al influjo insano del coronel psicópata como quien besa a su agresor.

Sin percatarse que se trata de una respuesta inconsciente y desesperada para salir a flote de una situación afrentosa, se genera entre los hombres y las mujeres, una particular situación psicológica mediante la cual las víctimas pueden llegar a sentirse honradas y hasta complacidas o privilegiadas por estar siendo sometidas a una sui generis dominación por quien o quienes consideran tener algún atributo especial que les capacita para amedrentar.

Recordemos la situación de rehenes ocurrida en Estocolmo en 1973, cuando un periodista capturó con su cámara el momento en el cual una rehén besaba a su secuestrador; donde a propósito de dicho suceso, los secuestrados introspeccionaron la causa de los secuestradores, justificándolos, ayudándolos, colaborando con ellos y en el tiempo y la distancia mantenían correspondencia y hasta adelantaron relaciones afectuosas.

De igual modo se presenta el síndrome de la mujer maltratada , en razón de la cual , las féminas que son víctimas de agresión por parte de su pareja , parecieran disfrutar de una sofisticada forma de masoquismo , que les impide romper definitivamente con su ofensor, cuando la realidad es que la psiquis les está haciendo una indeseada jugada.

Pues bien, lo importante es que tengamos presente que esta aceptación progresiva por parte de la víctima de las ideas y puntos de vista del victimario, es un síndrome, que constituye un conjunto de síntomas que caracterizan dicha afección mental. Dicho de otro modo, no se engaña a quien se sabe engañado. Y el peculiar comportamiento de justificar al agresor, ha sido detectado como un estado psicológico morboso y a sabiendas de que no es correcto, podamos entonces poner los correctivos necesarios.

Del síndrome de Estocolmo, no se escapa ninguna forma de organización social o empresarial, donde uno o varios adalides circunstanciales puedan verse como figuras insufladas de bondad, que para las acuarelas psicológicas de sus víctimas, es el fundamento de sus acciones y desmanes ; cuando en realidad la retorcida concepción del victimario está encontrando justificación en una innata necesidad de sobrevivencia, que por ser inconsciente no es tangible inicialmente o quizá nunca, por quienes constituyen los sujetos pasivos de este fenómeno psicológico y cuales mansos corderos se dejan llevar al matadero.

O los funcionarios genuflexos le besan los pies al coronel psicópata y lo persiguen para saludarlo y reconocerlo como a un Dios, o entonces les quita el trabajo del que come la familia del empleado, o los desmejora, o los somete a infamias y a persecuciones a través de gente sin dignidad que se presta para eso.

El coronel psicópata usa y tiene a la institución como la mayor arma de extorsión a los empleados y funcionarios. Usa su jefatura para extorsionar con botar a los trabajadores o hacerles un expediente tan sucio que no puedan volver a conseguir trabajos, sino callan y se hacen los ciegos, los mudos y los sordos respecto de su insolente corrupción.

¿De dónde salió este coronel alimaña psicópata hijo de primos hermanos?

“¿La gente está loca? No, la gente está manipulada.”
José Luis Sampedro.

Crisanto Gregorio León

[email protected]

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