Existen zonas en los mares y océanos del planeta, o mejor, lugares y marcaciones cargadas de leyendas o significativas por alguna característica excepcional. Ejemplos son: Las columnas de Hércules, salida del Mediterráneo al Atlántico conocido ahora como Estrecho de Gibraltar; El Skagerrat, paso del Mar del Norte al Báltico, el menos salado de los mares del planeta; el largo estrecho de los Dardanelos, que comunica al Mediterráneo con el Mar de Marmara, que a su vez por el Estrecho del Bósforo —en cuyos márgenes se fundó Bizancio, después Constantinopla, hoy Estambul—enlaza con el Mar Negro.
Estudios realizados entre finales del Siglo XX y el actual, descubrieron dos fondos en el Mar Negro, el más antiguo y el de menor superficie era un gran lago. Luego se detectaba el perímetro de una superficie hídrica mayor, correspondiente al actual Mar Negro, de reciente formación en fechas cercanas al término de la última glaciación. El retiro de los hielos influyó en el ciclo de las aguas y generó un gigantesco diluvio, cuya vaguada derriba la pared de tierra entre las dos superficies hídricas. El lago queda convertido en un mar, cuyo color es producto del largo tiempo tomado para el asentamiento de la capa lodosa creada por el derrumbe.
Otros lugares de nombradía son la confluencia de los océanos Índico y Atlántico en el Cabo de Buena Esperanza, al Sur de África y el Estrecho de la Sonda entre las aguas del nordeste del Pacífico y el Índico.
La confluencia de dos caudalosas corrientes oceánicas de máximas temperaturas contrastantes y altas velocidades en el Cabo de Buena Esperanza, genera uno de los pasos marítimos más turbulentos y por ende de alto riesgo para la “aventura de mar”. Se da en el lugar el choque de aguas entre la corriente fría de Humboldt (2,5 a 2,8 nudos) y la cálida, muy cálida, corriente de las agujas, llamada también de Madagascar que normalmente se desplaza entre 3 y 3,5 nudos y llega a los 4 nudos en algunos sitios. Este río oceánico corre desde las Islas Cómoros hacia el Sur entre las costas del Oriente de África y la gran isla de Madagascar hasta el extremo Sur del continente Africano donde se fusiona con la Humboldt, corriente de muy baja temperatura debido al entorno antártico que la bordea al sur. El choque térmico, más su dura dinámica se refleja en una vasta zona de turbulencias muy rica en nutrientes como peligrosa para el tránsito marítimo.
Un evento de marcada significación es la zona limítrofe de la confluencia entre los océanos Pacífico e Índico, donde se llevó a cabo uno de los eventos de mayor peso dramático ocurrido en los mares del planeta, lugar de la vida de Jack el piloto. Un reportaje al respecto publicado en una vieja revista Bohemia de edición cubana, antes de la revolución fidelista, narra que los buques de tránsito por la zona y otras aledañas al laberíntico bosque de islas que va desde los mega archipiélagos filipinos (7107 islas, solo 730 pobladas) y el indonesio (17508 islas; 7000 sin nombre y 12.600 deshabitadas) debian colocar serviolas en la proa, tomando sondas —medición del fondo marino— por los bajos y rocas que dificultaban el tránsito, más la sub corrientes y contracorrientes de muchos pasos. Lo esencial del relato es que el capitán de un buque en una ocasión de pasar el Estrecho de la Sonda (así llamado aún) tuvo la intuición de ordenar seguir a un delfín que hacía cabriolas delante de su buque y logró pasar más rápido sin dificultad ninguna. Reportó el caso y se hizo rutina esperar siempre al delfín, convertido en práctico del lugar, tarea que cumplió varios años entre fines del pos-pasado siglo XIX y primeros del XX, hasta que en una ocasión un borracho le disparó desde un buque y provocó la huida de Jack. Sin embargo el no había desaparecido, casi un año después volvió el buque en cuestión al paso y Jack tomó de nuevo su oficio para alegría de la tripulación, convertida después en asombro, cuando Jack enfiló el buque contra un bajo de rocas que rompió el casco y hundió la embarcación.
Esta y otras versiones dan cuenta de los hechos de Jack, quizás envueltos en un halo mitológico, asunto explicable en sucesos nada comunes, pero que por su rareza se mantienen latentes y son explorados e investigados a posteriori. El caso surge de nuevo a la luz cuando el 2 de Septiembre del 2020, bajo la firma de Tamara López, aparece en La Voz del Muro un detallado reportaje acerca de la vida de Jack el piloto, que dada la abundancia de datos y las precisiones que aporta, despoja del mito la singular vida de un espécimen que virtualmente convivió con los marinos por casi un cuarto de siglo, cumpliendo labor de piloto practico en una zona de gran riesgo, velando por la seguridad de las tripulaciones de cientos de embarcaciones que recibieron su servicios.
Intentaré un resumen de la investigación de Tamara López, con la advertencia de la enorme distancia geográfica entre las dos localidades donde dice cada reporte, se sucede la vida y tareas cumplidas por Jack, el delfin piloto. La revista Bohemia da como localidad el Estrecho de la Sonda, situado a 6O del Ecuador (Lat., Sur) y106o Longitud Oeste. En el trabajo publicado en La voz del Muro debes pasar Australia y atravesar el Mar de Tasmania en rumbo sur-este para llegar a las islas neozelandesas en las que transcurre la vida del delfin Pelorus Jack, a título de piloto práctico entre los puertos de Wellington (extremo sur de la Isla Norte) y Nelson, al norte de la Isla Sur, (41o 25’ Lat., sur) y 175o (Long. este) a un suspiro de la Línea Internacional del Tiempo; el propio lugar donde el diablo perdería las chancletas.
La zona es “una estrecha franja de agua llamada French Pass… las corrientes aquí son tan fuertes que pueden arrastrar fácilmente un barco y estrellarse contra las rocas”. Pelorus Jack escoltó a los barcos de 1888 a 1912 “sobre un cierto tramo de agua a través de Admiralty Bay, al norte del French Pass. Tan regular era el delfín en sus hábitos que el 26 de septiembre de 1904 fue protegido por Orden en Consejo bajo la Ley de Pesca Marítima y permaneció así hasta su desaparición. Se cree que fue la primera criatura marina individual protegida de esta manera por cualquier país.”
Fue visto por última vez en 1912. “Hubo varios rumores de que había sido arponeado por un barco ballenero noruego anclado en la entrada de Pelorus Sound a finales de abril de 1912, o que fue golpeado por el tornillo gemelo de otro”.
También pudiese haber muerto de viejo, “pues el promedio de vida de un delfín de Russo es entre 25 y 30 años, por lo que Jack se encontraba en una edad avanzada”-
Existe un relato de la confesión de un moribundo “que dijo ayudó a su padre a matar a un delfín varado después de una tormenta. Más tarde se dieron cuenta de que había sido el célebre Pelorus Jack.”
Otra versión afirma que arrastrado a una playa quedó varado, murió y el cadáver se pudrió. De todas formas el cómo haya muerto no importa gran cosa, lo notable y significativo de su vida fue la tarea que se impuso –hay la tentación a decir que a conciencia– y pudo cumplir cabalmente durante 24 años ininterrumpidos.
De sobras merece pasar al mundo de la leyenda, donde seguramente soportará por mucho tiempo el paso de los años.
Pedro J. Lozada