#OPINIÓN Autorización para El Rabia…miento…(Parte I) #27Jun

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Dedicado a la inmunda Negrura de la Rabia…

<<La rabia es la forma en la que muchos manifiestan su tristeza más profunda>>

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<<El resentimiento es como tomar veneno y esperar que otro se muera>>

Anónimo

<<La violencia no es un catalizador sino una distracción>>

Joseph Conrad

Cada minuto de enojo, es un minuto perdido>>

Ralph Waldo Emerson

<<Recordar es fácil para quien tiene memoria…

…olvidar es difícil para quien tiene corazón>>

Gabo

  1. La Rabiosa Deslealtad

La Negra empujó el mobiliario con desagrado por un dolor de hombros. Solo a un ama de casa o a una doméstica mal pagada se le ocurre rabiar por empuñar la escoba con la mano callosa o lavar mil veces las vajillas rotas que no rompió o incluso coletear un camino infinito que no lleva nunca a ningún lado. Nada hizo pasar el sospechoso enojo muy bien fundado. Igual era la comidilla de la calle por ser la beldad pasiva que no rompe un plato pero que salió con las tablas en la cabeza. El rumor se convirtió en la tos inocultable. Ya se escuchaba en la ventana vecina, en la lengua lesiva de la alcahueta Mª Metiche, en los ecos del gato malparido que de madrugada no dejaba soñar debidamente hasta algún otro día por venir sin porvenir…

A la Negra el pabilo se le había enredado a plena vista de los demás. Aunque fue la última en notar que las hilachas de su cordel ya era del dominio local tan peligroso y nocivo como un mono de barrio con una Glock automática, casco de astronauta y pinta de LGBTI. Todo un ejemplo para juzgar a la leche mala, tan solo por no llamarla mala leche, el único cuajo que demacra y aniquila como si no viniera de una madre.

  1. Con mi Rabia-miento… ni Miento ni Ofendo

El daño estuvo hecho antes que fuera cierto. La tarde calurosa en tierra sin ley o con ley de autócratas zurdos, daba a la negra variables para enardecer. La hora del agua era tan cortica que ni mojaba. No tener agua era solo el lado amable del baño. El calor, por falta de luz daba a la escasez de líquido vital un tono de horror por los mosquitos, el sudor y la sed.

 La rabia de la Negra por pasar de cornuda en la lengua de la gente, era tan grande, que ni los mosquitos o la escasez de agua, o luz se sentían tan incómodas como la iracundia embalada en la arrechera feroz y las infamias de la jungla por el cordón ladino de la intriga. Toda mujer traicionada era como una bomba de tiempo. La Negra, que no era la excepción de la regla, era una granada, un explosivo, contaban los encharcados cuentos de callejón de barrio donde su encono era el abono firme para la bolsa de la contrariedad. Como mujer de casa solemne, (sin importar lo pobre) y muy bien portada; Para damas como la Negra (unas cuantas en este país pelo ´e guama) la procesión iba por dentro. 

No era cuestión de celos malsanos como sonaría lógico. Era mucho más una partida profunda a la desilusión pero sobretodo a la congoja que cede la infidelidad. Existe mucho en la voz lealtad, tan frágil como cristal e importante como respirar, y más en estos tiempos dónde es demasiado riesgoso desperdiciar el aliento para la integridad y el interés familiar.

El resuello interpuesto de la Negra era inocultable para los chismosos, es decir, para tutilimundi. Nada era secreto en un barrio chico y como dice el refrán pueblo chico infierno grande. Luego de la pandemia poco había sido más espantoso que ser vista como cornuda honesta ¿Más valdría haber sido zorra? ¿Ganas no faltaron? Aún a los 22 la Negra estaba para chuparse los dedos. Gritan los indigentes de la calle ciega, nada sorda, todos los días, cuando ella se contonea con la compra del abasto, y mueve la cinturita como un temblor y los melones se sacuden como frutas divinas endulzando el aire del deseo por esa cornucopia en el zarandear que va ocupando el 100 % de las miradas del cielo y del infierno…

Una mujer como la Negra no se halla al cruzar la esquina, solo en el paraíso o en el averno y sin embargo hay montones regadas por toda la geografía nacional. Cientos de miss universo sin universo que las limpie. Miles de hembras que sin saber en qué palo ahorcarse, se ahorcan en el primer palo encebado (abusador-explotador) que le ponga la soga al cuello.

  1. Estrenos del Rabia-miento

La Negra no llegó a éste mundo, como era de suponer, en cuna de oro. La verdad es que la gente pobre tiene cuna diabólica como la del bebé de Rosemary donde la criatura no llora sólo por el diablo del apetito llora por el demonio de la molestia. Cuna de maderas que ni pa´ leña servían, pero eso no era sino el principio del Vía Crucis. Las plagas niponas (por kamikazes) tenían proboscis de sanguijuelas y aguijón de vampiros. Una tortura para bebes indefensos. Las madres exasperadas ponían mosquiteros usados que no detenían el batallón de aviadores invertebrados. 

Por si fuera poco la nutrición variaba en picos insalubres; o se comía mucho un sólo día, o se comía poco, muchos días. La ambigüedad al servicio de la inopia. Si algo no había en la zona interior o rural era la constancia de servicios públicos y menos la persistencia de los servicios pedagógicos. La escuela estaba en otro pueblo cerca del de ella en la zona de Trujillo. Los padres de La Negra eran cuasi omitidos. Papá, que fungía de cuidador, era analfabeto y alcohólico, y Mamá vendía su alma al diablo en la plaza cuando alcanzaba para la guagua, y para que la familia no muriera de hambre. El cuadro no podía ser peor. 

Un día, un buen samaritano brindó su hogar para que mamá pudiera ocuparse de ser la criada, y por fin poder alimentar a su hija, desnutrida y ansiosa. Como dice el refrán, la suerte arribó como peñones en ojo de farmaceuta. Allí creció la Negra y se hizo una mujer lindísima, piel canela y cuerpo de deidad deportiva. Daba gusto y dolor verla acercarse de lejos o desde lejos sentir su brisa a guayaba fresca y su silueta de requinto. La belleza, decía mamá quien además era muy guapa era un arma de doble filo: sirve para gozar un momento y sufrir toda una vida.

La Negra siempre fue prudente pero no había manera de disimular su riqueza física, siempre inobjetable. La verdad sea dicha, la Negra era morena, pero las morenas o indias o mestizas se les apoda Negra por cariño, no sólo por el tono de piel. Pocos sabían su nombre de pila, Tomasa, como su abuela quien siempre la cuidó desde que su madre hacía el rol de proveedora familiar. En broma el padre beodo llamaba a su mujer Doña Parcela porque había que ver cómo esa parcelita gastada de tanta matraca daba la base para la cesta básica del pobre, que ni es cesta, ni es básica.

  1. Interludio del Rabia-miento

Tomasa tomó su cartera porque la hora de ir de compras se acercaba. El hombro aun molestaba a pesar de haberse tomado un antipirético de amplio espectro que anestesiaría un toro de lidia en minutos. Para la Negra un solo toro no era suficiente para esa vaquita de cuerpo divino y meneado provocador, pero la rabia la tenía con la expresión cerrada de los labios apretados. Por esos azares de la vida la Negra al cruzar la esquina camino a la tienda de abarrotes vio a su marido acompañado de una dama. Para su sorpresa era su vecina, la esposa de su mejor amigo.

La rabia se triplicó al sentir que se la estaban haciendo en su misma cara y con su misma gente y no se había dado cuenta del taimado a no ser por las lenguas viperinas y de la comidilla espesa del barrio. La gente morbosa disfrutaba del asunto. Tomasa odiaba ser esa mujer de la que todos tenían algo que decir. El tiempo de la respuesta estaba en la punta de la rabia. En las ganas de cobrar el veneno que bebía con la furia que recorre las arterias agotando el oxígeno saludable con el ácido cáustico de la contrariedad y la fiereza.

Callada y de pocas migas Tomasa empezó a tener ideas diabólicas en sus repasos. Reflexionar requiere de pensar con la cabeza fría pero también la venganza es un plato que se come frío ¿qué hacer? pues vengarse suena excesivo. Pero cobrársela era menos riesgoso y más viable. El cobro iría por doble. Incluye a Marina, la esposa del vecino, chica graciosa y de buenas formas aunque no tan bien dotada como Tomasa. La Negra fue reina de la feria del barrio estos últimos años desde que se fundó esa escueta ceremonia local de gentuza, (dicen por ahí), sin otro destino como no sea el desahucio y la escasez. 

El corazón herido de una mujer como Tomasa no piensa, solo reacciona y siente ira, y cuando la mujer siente rabia-miento (dios nos tome confesados) sabrá porqué éste decidió crear las pailas del infierno, de las que tampoco ningún animal bípedo está a salvo. En ese estado meditativo Tomasa iba rumbo a la compra dejando tirados a la vera muchas miradas frotadas con sus rabiosos reflejos fogosos de semidiosa por todo el tártaro de la infidelidad.

MFC

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