#OPINIÓN Tras los destellos de la rueda del amolador #25Jun

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La era de los citadinos fabricantes de estrellas quedó en el pasado, atrapada en pequeñas cápsulas musicales que de vez en cuando eclosionan y nos hacen revivir el destello de cientos de chispas que brotaban al contacto del metal del cuchillo o tijera con la rueda metálica que giraba con fuerza al compás del pedalear una destartalada bicicleta. El musicólogo y compositor Rafael Salazar recrea este mágico momento en una de sus canciones más conocidas:

Las estrellas de la rueda que riega el amolador

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son la alegría del niño que con su infancia quedó,

buscándole una sonrisa a este mundo sin creyón.

¡Es el amolador!

El Amolador es el título de este merengue caraqueño dedicado al célebre poeta y costumbrista Aquiles Nazoa, quien a su vez rindió tributo al amolador al incluirlo en su conocido Credo: “Creo en el amolador que vive de fabricar estrellas de oro con su rueda maravillosa”. La versión más conocida, y difundida, del tema es la de Lilia Vera incluida en su tercera producción discográfica del año 1976, disponible en diversas plataformas digitales.

Si algún personaje popular de antaño causaba particular curiosidad entre los niños y adultos de los principales centros poblados del país, era sin duda alguna el amolador o el afilador como se le conoce en otras latitudes. Su cercanía era anunciada por una inconfundible melodía de agudos sonidos que quedó grabada en la memoria de varias generaciones que se beneficiaron de sus destrezas para avivar o rescatar los filos de cuchillos, tijeras, machetes, navajas y cualquier otro instrumento utilizado para realizar faenas domésticas o laborales.

Dónde están sus amellados que se los quiero afilar.

No se preocupe marchante que un saltico estarán

los cuchillos de su casa todos ellos por un real.

En toda Venezuela, al igual que en la mayoría de países del continente americano, es una figura fácilmente reconocible, bien por las herramientas que usaba en su jornada laboral, por el medio de transporte en el que se trasladaba de un lugar a otro, pero principalmente por el característico sonido del pito, flauta, armónica o caramillo que hacía sonar previo a su pregón:

Al sonar su caramillo un deseo pedirás

colocando en tu cabeza cualquier cosa, pues da igual.

Y si esperas tres pitazos tu deseo se dará.

¡Es el amolador!

Un hálito de misterio siempre rodeó la actividad de este personaje. En diversos países se considera de buen augurio su presencia en las adyacencias de la casa. Particularmente en Caracas se interpretaba como una oportunidad mágica de materializar un deseo, pero si se cumplía con el ritual de cubrir la cabeza, así fuera con la propia mano, tras escuchar el primer sonido de su instrumento musical. En otras zonas las personas se sacudían la ropa para expulsar la mala suerte acumulada mientras que en algunas poblaciones optaban por quedarse inmóviles hasta que el sonido se alejara por la calle.

El maestro Billo Frómeta, gran cronista musical de Caracas, también le cantó al amolador. La nostalgia por la ciudad de la que se enamoró desde el mismo momento de su llegada al país es el hilo conductor de este pasaje incluido en el álbum Billo 74 ½ de 1974, de la orquesta Billo’s Caracas Boys.

No sé si fue de España o fue de Italia que llegó el amolador hasta Caracas.

Los muchachos corrían tras la rueda escuchando el arpegio de su flauta.

El viejo amolador cada mañana dejaba su pregón en la ventana

y al filo que sacaba a sus tijeras se alegraba la barriada caraqueña.

Hay un trabajo bien completo acerca del origen de este oficio en la revista National Geographic de julio de 2020 ubicándolo en el siglo XVII, específicamente en la población gallega de Orense, de tal manera que se puede inferir que alguno de los tantos emigrantes gallegos que llegaron a Venezuela a principios del siglo XX trajo consigo sus implementos de trabajo e inició en el oficio a coterráneos y criollos. Apoyando esta tesis, la periodista Carla Salcedo Leal afirma que “la tradición de amolar como oficio fue importada a Venezuela por un grupo de gallegos… Los gallegos afilaban con sus bicicletas, las cuales utilizaban para movilizarse más rápido por la ciudad”

El amolador de Caracas no se escucha más con su flauta.

Su recuerdo parece que fue un sueño en el alma del viejo caraqueño.

El amolador se ha marchado. Su dulce pregón se alejó.

Cuantas cosas Caracas va perdiendo y en el tiempo van desapareciendo

El amolador caraqueño.

Maracaibo, la tierra del sol amada, parece haber contado con una buena legión de amoladores en épocas pasadas. Al menos tres gaitas rememoran el oficio de este trabajador ambulante que recorría las calurosas calles de la ciudad portuaria, ofreciendo sus servicios de casa en casa, de negocio en negocio. Los Gaiteros del Pillopo grabaron en 1987 un tema cuyo protagonista es un amolador que, por la módica suma de tres cuartillos, garantizaba un trabajo de calidad.

En su bicicleta viene buscando pa’ trabajar,

él se lo va a reparar con la experiencia que tiene.

En el aire va a cortar un pelo con ese filo,

¡Doña prepare el cuchillo que se lo voy a amolar!

Ahí viene el amolador, mamá prepara el cuchillo

Que el viejo por tres cuartillos lo deja de lo mejor

Con esa piedra, señor, no le va a sacar buen filo

No queda como el cuchillo que pongo mi amolador

Cuando usted lo vea pasar y aunque nunca tenga cobres

Sea rico, sea pobre, él se lo puede amolar

Por su parte, Pedro Luis Araujo con Los Casanovas grabó un tema de Alfredo Arredondo a través del cual evoca a este personaje que formó parte de la cotidianidad marabina por muchas décadas. 

Aquí vengo a recordar aquel viejo amolador

que llevaba en su motor una piedra pa’afilar.

¡Traiga misia sus tijeras, el cuchillo y el machete!

Tan solo por un cachete la oferta puede tomar

Aquí está el amolador, marchante traiga el cuchillo

y también real y cuartillo para poderle cobrar

Se escucha por las mañanas el pito cuando venía

“Tururí Tururí Tururí”, traiga María las tijeras pa’amolar

Ya no veo su bicicleta, aquel hombre se ha marchado

Pero en mi canto ha quedado y su recuerdo también

La última de esta trilogía de gaitas está protagonizada por Atilio, el amolador, el único de los temas hoy citados en los que se identifica, al menos con el nombre, a uno de estos humildes trabajadores. Interpretado por la agrupación Gaita y Folklore, la autoría se la atribuye el maestro Edicson Yanes. 

Ahí viene Atilio, personaje popular, 

personaje singular, amolador de cuchillos.

Afila, le saca brillo, desde machete a tijeras,

te lo deja de primera, es el único en su estilo. 

Con su cajita en la mano donde lleva su herramienta

con su sencilla apariencia camina por todos lados.

De Delicias al Saladillo, de Veritas a Belloso,

también por el Dieciocho anda caminando Atilio.

“Atilio, vení pa’cá. Esperate un momentico, 

te voy a traer un pico, el hacha y algo más”

“Mujer, vos que más queréis, que te pode todo el jardín 

traeme entonces el Falín y espero que me paguéis.

Tocando su sinfonía anuncia que va pasando 

por su casa va llegando, repartiendo simpatías.

Recordando aquellos días del aguador y el mercao,

del maracucho rajao y la época del tranvía

Algunos conocidos compositores académicos venezolanos fueron seducidos por la carga musical y simbólica que envuelve el oficio del amolador. El maestro Moisés Moleiro compuso en 1931 una Suite infantil para piano que incluye una canción titulada El Amolador de la cual pueden encontrarse varias versiones en las plataformas digitales, una de ellas interpretada por el propio compositor. Como dato adicional, existe una versión de esta suite orquestada en 1945 por el maestro Inocente Carreño. Por su parte, la compositora caraqueña Adina Izarra compuso en 1992 una obra para flauta en la cual pareciera evocar las caprichosas escalas, ascendentes y descendentes, del caramillo que antecede la llegada del amolador.

Por último, discípulo destacado del maestro Vicente Emilio Sojo en la Escuela de composición de Santa Capilla, el maestro Gonzalo Castellanos Yumar, dedicó una pieza coral a nuestro personaje, usando para ello un texto que también le pertenece en el cual utiliza diversos recursos literarios que nos remiten a los sonidos y efectos lumínicos vinculados al trabajo de El amolador:

Quita y pon, quita y pon, chispas de oro, quita y pon.

Pita, pita el amolador, afila palabras del corazón.

Para darle filo a su «quita y pon», chispas de oro saca su limador.

Pita, pita el amolador, afila palabras del corazón.

¡Ay! Palabras del corazón!

De inadvertida, pero a la vez fulgurante presencia, su tránsito por las calles de los pueblos de Iberoamérica inspiró, no sólo a compositores, sino también a literatos y poetas que inmortalizaron su presencia en obras tan brillantes como los Episodios nacionales de Benito Pérez Galdós o el mismísimo Credo de Aquiles Nazoa como hemos mencionado antes. Muestra de ello tenemos el hermoso poema El afilador de la uruguaya Juana de Ibarbourou, incluido en su libro La rosa de los vientos de 1930:

Este dolor heroico de hacerse para cada noche un nuevo par de alas…

Dónde estarán las que ayer puso sobre mis hombros

el insomnio de la primera hora del alba

Día, afilador de tijeras de oro, y puñales de acero, y espadas de hierro;

Anoche yo tenía alas y estuve cerca del cielo

pero esta mañana llegaste tú con tu flauta, tu piedra,

tus doce cuchillos de plata y lentamente me fuiste cortando las alas.

Miguel Peña Samuel

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