La vida es un pasar de hojas, un preámbulo, un instante, un final y cerrar de capítulos que vamos marcando día a día sin detenernos…
Hoy hace tanto tiempo que vio la luz el quinto botón de la floresta materna, botón al que se fueron sumando otras flores hasta completar doce, fragante ramillete del árbol genealógico Niño Pérez.
Hoy termina un capítulo de vida, cae la hoja del calendario, siguen floreciendo los senderos fragantes, hay razón y muchos motivos para seguir con una sonrisa adelante y cultivando sin parar…
Brindaré por la mujer que me acunó en sus brazos, me dio sus cuidados y el corazón entero, me ayudó a crecer y a aprender lo que es el cariño verdadero.
Ha sido largo el camino, la esperanza sigue aferrada a la piel y los sueños radiantes y locos danzando en las noches de desvelo.
La vida siempre está invitando a abrazarla con pasión y buena voluntad.
-Esta voluntad mía la tengo en el respiro, en la arcilla de mis ancestros, en el cofre de mis esquelas, en mis esperas detenidas, la tengo siempre encendida en el vigor, en la rosa de los vientos, en el aguarde de mis sueños, en el cerebro, en la diana de mi pecho, en el porqué de mis desvelos y de mis libertades-
Con el tiempo uno aprende a mirar más allá de las cosas, más allá de las alas de la paz, más allá del frío del invierno, de los libros que leemos, del olor de los campos, de los sueños de las preguntas, más allá de los milagros que va dejando por doquier el amor de Dios.
Nos alegramos y vivimos lo mejor que podemos en medio de tantos inconvenientes y la obstinación de la soledad que se empeña en cubrirnos de nostalgias disparándonos recuerdos, hiriéndonos la memoria. El miedo nunca falta en este camino que erige cruces sobre las tumbas. Más que creer dudamos hacia dónde dirigir nuestra proa. Tenemos muy dentro guardadas ternuras, nos cobijan albas radiantes y crepúsculos e ilusiones, tan bendecidos vivimos que a ratos se nos llena el corazón de constelaciones.
Hoy hace mucho tiempo que salté del vientre de mi madre a la vida. Celebraré por haber sido arcilla de su arcilla, de su amor y sus ejemplos.
La piel ha resistido borrascas, grandes tormentas y disfrutado de muchas alegrías. Uno sana poco a poco las heridas lacerantes del pecho. Somos el néctar taciturno del vino de la vida, hoy convertido en un canto a mis progenitores y a mis hijos, la gran razón de mi existencia.
La suma de los años no limita el entusiasmo por vivir, tampoco la libertad de alegrarse ni de tener sueños, no podrá impedirnos que sigamos exprimiendo las uvas del tiempo hasta el final de la vida…
Amanda