La lucha nunca termina, aunque ha habido períodos en los que pareció consolidarse el progreso, la libertad y la democracia, ahora vemos que cada día aparecen nuevos riesgos y retos a enfrentar. Ahora Colombia se equivoca y elige un presidente que todos sabemos cómo es. Exguerrillero, participó en actos de gran violencia y por tanto responsable de muchos muertos y heridos. Ojalá nuestros pueblos hubieran sido consecuentes en cada momento de su vida con la aspiración de ser sociedades libres, plurales y democráticas. Han sido años de una vida nada coherente con lo dicho por buena parte de sus dirigentes, aunque nuestras generaciones y las generaciones que la han secundado, han recorrido estos años esforzándose admirablemente en conseguir coherencia de conducta institucional, corriendo el riesgo de graves atropellos como ocurre hoy en Venezuela. En esta hora los venezolanos debemos acompañarnos y no desmayar en esos esfuerzos para impedir que se acalle la libertad que tantos nos ha costado. Dios mediante aspiramos que el pueblo venezolano tenga, como en otras ocasiones, conciencia exacta de la dimensión de este reto y acompañe el regreso de la patria a la libertad.
Precisamente desde hace un tiempo quería tocar el tema de la coherencia. La trayectoria de vida de los venezolanos, me ofrece una oportunidad inmejorable para abordar este tema, por la expansión en nuestra América Latina, de una ideología llena de perversiones y maldades, demostradas en los hechos. Un ejemplo de coherencia es fácil encontrarlo. La definición de coherencia es la relación lógica entre la forma de pensar de una persona y su forma de actuar. No es coherente quien se comporta atendiendo no a sus principios y valores, si no a la conveniencia circunstancial, política o material de su actuar. No es coherente quien actúa en razón de fines inmediatistas, anteponiendo sólo los intereses personales o de grupo. No es coherente quien predica y exige a los demás una conducta, pero él practica otra. Debemos ser, tanto en lo personal como en lo colectivo, coherentes con lo que sostenemos. Le oí decir al excanciller Arístides Calvani que debemos “vivir conforme pensamos, porque si no terminamos pensando conforme vivimos.” Probablemente esa frase no es de Calvani, pero fue la persona a quien se la oí y por eso lo recuerdo a él cuando trato de explicar la coherencia, y lo recuerdo a él también porque su vida fue un testimonio de coherencia personal y familiar. Quienes tienen responsabilidades públicas o frente a conglomerados de personas, debemos procurar llevar una vida escrupulosamente coherente. Gobernantes, magistrados, profesores y maestros, padres de familia, sacerdotes y todo el que cumple una labor formativa debemos enseñar con la palabra, pero sobre todo con el ejemplo, la coherencia de vida. Un grave daño produce quien por negligencia y falso, no guarda esa relación entre pensamiento y vida.
Creo que el actual régimen venezolano continúa dando mal ejemplo en este campo de la coherencia. Dice una cosa, miente y hace otra. De nuevo, por ejemplo, plantea un diálogo con el sector opositor a su gestión. Luce bien aquel llamado. Pero ya desde el momento de comenzar la reunión, entiendo que aquello no tendrá ningún porvenir. Desoír el clamor nacional pidiendo el regreso de los asilados y la libertad de los presos políticos, aunque el régimen desoye el espíritu de diálogo que se pregona, no aparece por ningún lado, todo es apariencia, mentira, poses. Venezuela espera rectificaciones, diálogo sincero, inclusión, respeto por todas las personas y sus ideas. Sólo así tendremos éxito ante tantos problemas que nos aquejan. Sólo así habrá coherencia en la conducta de quienes llevan la vida del país en sus manos.
Joel Rodríguez Ramos