Puede parecer ingenuo, sobre todo en nuestro país y en nuestro tiempo, pero en política no vale todo. La equivocación radical de que la política es sólo cuestión de destreza y habilidad sin escrúpulos, ha traído terribles consecuencias para los pueblos y en concreto para el nuestro. La política debe fundarse en valores. Ellos no son un programa de gobierno, ni siquiera un “proyecto país”, pero sí dan forma a un proyecto de vida en común que es el fundamento de todo proyecto de país.
En este caso, me refiero en concreto a los valores democráticos que deben informar una política democrática que es la que con todas sus carencias y defectos, ha producido mejores resultados. La verdad, nada hay más antidemocrático ni más falso que la infalibilidad.
Los valores democráticos, fundamento de una política democrática, son pertinentes y hacen falta en las democracias, para promover su progresiva realización plena, pero también y acaso más, en contextos autoritarios que los niegan radicalmente. Al señalar el destino, nos conduce a una ruta hacia la democracia, ese sistema que organiza la libertad para buscar en ella justicia y oportunidades de prosperidad para todos. Lo más difícil es intentar mejorar la democracia o conquistarla, sin un compromiso hondo, sincero con ella.
Los valores por sí solos no garantizan el éxito político de una persona ni el desarrollo exitoso de las políticas públicas que propone e intenta adelantar, pero dan un sentido de origen y destino. Decir que la política es compleja es decir poquísimo. En ella se entrecruzan e influyen mutuamente fuerzas diversas y contradictorias, en un contexto condicionado por factores históricos, culturales, sociales, económicos, coyunturales unos, estructurales otros. Por eso la política es tan difícil. Pero sin los valores estaríamos perdidos en ese ecosistema que a veces selvático y otras desértico, Los valores nos dicen por qué y nos explican para qué es la política. Ahí está su valor.
Los valores no bastan, pero hacen mucha falta. Dan una densidad a la acción política a la que aportan sentido de propósito y guía para saber por qué y para qué se hace política que es bastante más que un juego de poder y maña.
Pensando en los jóvenes venezolanos, muy en especial en los jóvenes con inquietudes políticas que asoman su vocación y se atreven a la valentía a la vida cívica, trabajo actualmente en un libro con revisión de las ideas y de experiencias. Allí desarrollaré las ideas que expongo. Siempre con un doble interés venezolano: el de ayudar a la necesaria comprensión de la historia política tanto en el pensamiento como en la práctica para una política de calidad y contribuir a la formación de los nuevos liderazgos que el país necesita.
Ramón Guillermo Aveledo