Para esta interrogante se debe comenzar hablando de corresponsabilidad, tomando su concepto como un valor propio de cada ciudadano comprometido a no mirar para otro lado ante el caos que se torna como algo común en nuestras calles lo cual termina permeando en toda expresión relevante para los venezolanos, esto ocurre ante el silencio de las mayorías, convirtiendo la inacción en complicidad y se crea una especie de sistema basado en la culpa y no en el actuar de forma correcta. De mejor manera no lo pudo haber expresado Martin Luther King al decir en su momento “no me estremece la maldad de los malos, sino la indiferencia de los buenos” idea de peso que encaja para nuestro caso.
De igual forma, se viene dando un espiral vicioso que premia al denominado “más vivo” personaje del imaginario colectivo estructurado como modelo a seguir para la vida diaria, cuando en realidad todos valoran el esfuerzo individual que puede generar bienestar, un ejemplo ocurre con los profesionales formados universitariamente que ante un ambiente agreste prestan sus servicios en diferentes ramos cuyo valor individual se aprecia por generar soluciones y según sea el caso reparar lo que no funciona, pero esa realidad no la logramos conectar con los problemas comunes, donde el pesimismo nos devora y solo la idea de un mesías que pueda arreglar esto nos consuela, ello como única respuesta ante el caos padecido.
Esto ocurre quizás por la no existencia de incentivos necesarios para actuar por nuestra cuenta y lograr levantarnos ante lo no correcto, frente a lo cual se debe buscar atravesar el techo que nos impide estar erguidos y liberar los impulsos de cambio con los cuales combatir de forma correcta ese sistema anárquico que padece Venezuela. No puede ser normal que las calles comerciales sean privadas, y unos individuos te exijan tarifas por estacionarte, así como también debido al caos los semáforos resultan en puntos de conflicto con quienes imponen un servicio no requerido de limpieza de parabrisas, ambas realidades son vividas a diario y responden a un problema central, que es el de la indiferencia a la política.
Quizás el apuntar hacia la política no complazca a quienes sentencian que nada se arreglará mientras existan personas como los de los ejemplos anteriores, pero eso es una sentencia floja, mal elaborada porque si algo puede comenzar a dinamizar cambios son los ciudadanos al organizarse por el espacio público. Como hechos comprobables se tienen las tareas de instituciones como Fe y Alegría que imparten formación a los jóvenes y con sus programas logran que sus egresados cuenten con capacidades laborales, de igual forma existen infinidad de ONG que pasan directamente de la queja a la acción, esa es actitud capaz de generar soluciones.
Ya lo dijo Mahatma Gandhi cuando sentencio “Sé el cambio que quieras ver en el mundo” los ciudadanos al saberse responsables de su destino deben realizar acciones que busquen transformar su entorno, en ese sentido la política es una herramienta que permite consagrar grandes planes para la sociedad, los cuales al derivar del consenso general pueden ser una realidad, porque la queja por sí sola no genera cambios reales, por ello ante el gran caos que busca ser gobierno debe aplicarse un actuar ciudadano que funja como una variable que desencadene en ruptura del sistema dominante y los valores de la ciudadanía logren restablecer la República donde los individuos estén por encima de la colectividad y del Estado para que la Democracia reine en nuestro país.
Eduin Adjunta
@Adjunta90