El primer globo tripulado surcó el cielo venezolano en 1844 #11Jun

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Mucho antes que alguien siquiera imaginase volar en Venezuela, desembarca en marzo de 1844, en Puerto Cabello, José María Flores, el primer aeronauta itinerante latinoamericano y uno de los más importantes de principios del siglo XIX.

Este aeronauta nacido en Córdova, Argentina viajaba por aquella Latinoamérica plagada de guerras y revoluciones, recorriendo cuatro países antes de llegar a Venezuela en febrero del citado año 44, procedente de Colombia donde había asombrado al público realizando vuelos en distintas ciudades incluida Bogotá.

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Asienta el investigador e historiador Fabián Capecchi, que poco faltó para que Puerto Cabello fuese la primera ciudad del país donde un ser humano se elevase hasta el cielo abordo de un globo aerostático. Pero la estrecha franja de tierra frente al mar Caribe y los fuertes vientos lo disuadieron de hacerlo, por temor a ser arrastrado hacia el mar y morir ahogado.

De modo que viajó en mula hasta Valencia, apunta Capecchi, la ciudad señorial. Allí anunció en un periódico local y otro en Caracas que se preparaba para hacer el primer ascenso en globo en el país, tan pronto fuese completada la suscripción de 400 pesos solicitados para preparar el evento. 

Flores prometía ofrecer al público un espectáculo sorprendente y muy colorido. El anunciante no dudaba que el ilustrado público sabría apreciar el mérito de su trabajo utilizando un globo, uno de los grandes descubrimientos hechos por las ciencias físicas. 

Luego que el globo fuera llenado con aire caliente hasta estar completamente hinchado para elevarse, a la hora fijada, al son de una banda de música, el valiente joven elegantemente ataviado con sombrero y levita entró a la plaza saludando al público y subió a bordo de una pequeña canastilla, ascendiendo 30 varas sobre el suelo desde la plaza central de la ciudad. 

El público gritaba y aplaudía eufórico, otros corrían despavoridos al presenciar aquella proeza jamás vista e imaginada. Sí, el hombre estaba volando, lo que pasó a ser un hecho extraordinario, un evento único.

Capecchi hace un inciso para subrayar que José María Flores, fue el primero en hacer daguerrotipos en Venezuela, y en un aviso publicado en el diario El Patriota ofrecía sus servicios para hacer retratos, con un daguerrotipo por la módica suma de 5 pesos, y en apenas 5 minutos, o sea, con este caballero comienza la fotografía en Venezuela.

El segundo vuelo tripulado

En 1875, en aquella Venezuela gobernada por Antonio Guzmán Blanco y que comenzaba a dar grandes cambios con construcciones importantes que le daban un aire afrancesado, el gobernador de Cumaná Domingo Ramírez, inaugura el puente sobre el río Manzanares en el cual destacaban sus elegantes faroles y las redomas vehiculares para celebrar los 206 años de la fundación de la ciudad.

No obstante, escribe Capecchi y Schael, que la atracción más esperada de aquel día era el vuelo de un globo aerostático. Cuando la gente observó atónita al aeronauta Manuel Palacios elevarse y sobrevolar la ciudad, «estalló en aplausos y vivas al general Guzmán Blanco». 

El tercer globo sobrevoló Valencia

Fue una mañana de diciembre de 1875 cuando un aeronauta mexicano visitó Valencia. El dato fue rastreado por la cronista Luisa Galíndez en su “Historia de Valencia”, según el historiador Luis Heraclio Medina Canelón. 

Apunta el historiador que los valencianos fueron sorprendidos por un espectáculo maravilloso nunca visto en estos parajes. Los créditos eran para un globo inflado de aire caliente el cual tripularía un hombre vestido con «traje de lentejuelas que brillaba al sol», elevándose sobre la ciudad hasta una altura de dos mil metros.

El viento llevó este globo hacia el oeste, pasando por detrás del cerro de El Calvario y, por los lados de Guataparo comenzó a descender hasta unos trescientos metros. Allí hizo ondear la bandera tricolor y posteriormente ejecutó increíbles maromas en un trapecio para asombro de los espectadores que gritaban con euforia. 

Precisa Medina citando a la cronista Galíndez, que el globo al descender en Guataparo, su tripulante fue recibido como un héroe por una inmensa multitud, acompañándolo en un desfile por las principales calles de la ciudad.

En su artículo para el portal CorreodeLara.com, Medina Canelón se pregunta: Pero ¿quién era el aeronauta de Valencia? pues la cronista valenciana no reveló el nombre, por lo que el supone que fue el mexicano Joaquín de la Cantolla, quien voló por primera vez en 1862 con unos aeronautas norteamericanos que se encontraban haciendo demostraciones en México.

Según Medina, existen referencias de que todavía en 1877, Cantolla continuaba experimentando y mejorando sus globos. Coincide la época, la exhibición y el traje de luces.

Post scriptum: Pero Fabián Capecchi, investigador especialista en la materia, opina que el nombre del aeronauta de Valencia sería más bien Severo Fonseca, quien al año siguiente estuvo en Barquisimeto. 

Se elevó en cielo barquisimetano

El historiador Rafael Domingo Silva Uzcátegui deja testimonio locuaz al reportar que el precursor de la aviación en el estado Lara fue Severo Fonseca, un acróbata mexicano que llegó con un circo a Barquisimeto en 1876.

Inmediatamente se pegan anuncios en toda la ciudad para promocionar el espectáculo. Para tal fin se organizó un comité con el propósito de recaudar 1.000 venezolanos que cobraba el acróbata.

Reseña el cronista barquisimetano Omar Garmendia, que el 8 de septiembre de 1876, el aeronauta Fonseca se dirigió a la plaza de Altagracia, para iniciar la hazaña de la ascensión de su desvelado ingenio. Varios días le llevó el claveteo de postes de madera y tablas, junto con la colocación de algunas piedras para construir el horno que habría de alimentar con sus resuellos de aire caliente la embocadura del esperado globo aerostático. 

Con la ayuda de dos burros, la carga de la esfera deforme, cosida a retazos y trozos de alambre, una cesta hecha de hojas de palma envuelta con una red de cabestros y jarcias fue llegando a la plaza, junto con la gente arremolinada y curiosos de oficio tratando de entender lo que tenían ante sus ojos. 

El globo se fue inflando y Fonseca se elevó lentamente y voló frente al estrepitoso griterío, las expresiones de asombro de los hombres y las señales de la cruz que hacían las mujeres.

Cuando estuvo estabilizado a unos diez metros del suelo, ordenó que soltaran los amarres y parte del lastre que hacía que el globo estuviese ladeado. Ya liberado en dirección noroeste, voló dando movimientos pendulares de lado y lado, mientras Fonseca movía la mano derecha de los adioses. Las campanas del templo de Altagracia repicaron sin cesar.

Ya cuando había recorrido unas diez cuadras, el globo comenzó a descender por falta de aire caliente y el viento lo empujó hacia la periferia de la ciudad. Fonseca, fue guiando con las cuerdas la dirección del armazón de tela y palma y lo hizo caer en medio del solar de una casa, que quedaba en la calle del Comercio, entre las calles 27 y 28. 

En la misma época, este aeronauta repitió su proeza, elevándose en su globo sobre Curarigua y El Tocuyo. Años posteriores, quizás dos o tres -afirma Silva Uzcátegui-, otro acróbata de apellido Lombana, se elevó en otro globo sobre la plaza de Altagracia de Barquisimeto, dato que hasta ahora no se tiene mayor detalle.

Luis Alberto Perozo Padua

Periodista y cronista

[email protected]

IG/TW: @LuisPerozoPadua

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