En su libro Anatomía de un instante, el escritor español Javier Cercas acuña el término héroe de la traición para designar a aquellos personajes políticos, vilipendiados por la historia, que forjaron su legado haciendo lo opuesto al héroe clásico. Frente a dicho héroe clásico, que es el héroe del triunfo y la conquista, se erige esta nueva figura, que es el héroe de la renuncia, el derribo y el desmontaje. En rigor, el término es un homenaje a esos individuos que dinamitaron el régimen de infamia de donde ellos mismos provenían para abrir un boquete de esperanza en medio de la desolación y el caos.
Cercas exalta la figura de Adolfo Suárez, el hombre que asumió la herencia política del franquismo español y, gracias a una habilidad inusitada para navegar en las aguas turbulentas de una España con las heridas abiertas de la guerra civil, logró desactivar esa bomba de tiempo; brindando a ese país el espacio de relativa concordia del que goza actualmente y que lo encarrilaron por el sendero del desarrollo, la redención política y el perdón. Para Cercas, Adolfo Suárez es un héroe de la traición. Pues, traicionó los principios políticos que había jurado defender, traicionó a los jerarcas y magnates franquistas que confiaron en él para prolongar el franquismo y traicionó a los militares con sus veladas promesas de frenar la “antiespaña”. Sin dudas, Suárez encarna la definición exacta de héroe de la traición, porque, en esencia, traicionó su lealtad a un error para construir su lealtad a un acierto, traicionó a los suyos para no traicionarse a sí mismo, traicionó el pasado para no traicionar el presente.
Este libro de Cercas, en su concepción, es un libro netamente español, que transpira Historia española, pero pienso, y ahora estoy seguro de ello, que bien pudo haber sido escrito en la Venezuela del año 2022, en este acertijo sin solución que por convención llamamos Venezuela. Es que aquí vemos una máquina de propaganda disparar, diariamente, sus proclamas en favor de una lealtad nociva, de lealtad a un esquema que ha destruido un aparato productivo que llegó a ser, acaso, el más potente de América Latina.
Venezuela requiere con urgencia la irrupción de un Adolfo Suárez o de muchos Adolfo Suárez, que logren poner en marcha, de manera armónica, esa pasiva pero gigantesca máquina de producir. Tengamos en cuenta que, a veces la lealtad es una forma de coraje, pero otras veces es una forma de cobardía. Y más aún, a veces la lealtad es el preludio de la corrupción y la antítesis de la felicidad. En Venezuela necesitamos revisar los conceptos tradicionales de lealtad y de traición. Evaluando la bancarrota integral donde estamos inmersos, si tocara decidir, yo me quedo con los traidores a este fracaso. Bienvenidos, entonces, nuestros héroes de la traición.
Felix O. Gutiérrez P.