Han pasado 110 años del naufragio del Titanic. En las primeras horas del 15 de abril de 1912 tras chocar con un iceberg en el Atlántico Norte ocurrió el suceso. Puedo decir sin temor a equivocarme que todos sabemos de tal tragedia por muchas razones, que hasta la juventud de hoy se asegura de indagar y asombrarse por las características del mismo.
Pero hay un evento que sucedió allí poco comentado. Muy triste por cierto, pero a la vez esperanzador. La historia de Harvey Collyer y Charlotte Collyer . Por cuanto hay elementos de su experiencia que nos enseñan mucho acerca de la vida cristiana. Este matrimonio creyente del evangelio de nuestro Señor Jesucristo, invirtió todos sus ahorros para hacer ese anhelado viaje. Como puede hacerlo cualquiera de nosotros. Hoy día hacer un viaje en crucero para celebrar bodas de oro de casado, por ejemplo, sería fabuloso para cualquier pareja.
Se cuenta que ya a bordo del barco, cuando se produjo el impacto, Charlotte estaba en la cama, por sentir náuseas, debido a las comidas consumidas. Su marido entonces, salió para investigar sobre el incidente e inmediatamente le informó, diciendo:“Hemos chocado contra un iceberg, pero no hay peligro” Sin embargo, ya todo estaba perdido para quienes iban a morir allí, Charlotte fue rescatada en el bote salvavidas No 14. Ella, en la espera de saber si su esposo se había salvado, guardaba una esperanza en su corazón, pero Harvey Collyer murió en el hundimiento y su cuerpo, si se recuperó, nunca fue identificado.
Un tiempo después Charlotte le escribió una carta a su suegra donde le decía “A veces siento que vivíamos demasiado el uno para el otro, y es por eso que lo he perdido. Pero mamá, vamos a reunirnos con él en el cielo. Cuando la orquesta del Titanic, la Wallace Hartley Band tocaba ese himno que dice:
“¡Más cerca, oh Dios, de Ti, más cerca sí!
Aunque sea una cruz que me lleve a ti;
Si tiende al sol la flor, si el agua buscar el mar,
A Ti, mi solo bien, yo he de buscar”
Ella pensaba en ellos y la profundidad espiritual de aquellas frases de gran armonía, definitivamente, en medio de todo ese pánico y desesperación, los instrumentos y la música de adoración que esta orquesta, tomada por el ESPÍRITU SANTO, sin inmutarse, calmados y pacientes, esperando la muerte, pusieron una nota de esperanza en el corazón de las personas que quedaron allí, de que se encontrarán con Dios en el día postrero, cuando viniera por Segunda Vez. Y eso, era lo que sostenía a Charlotte en su hora más triste. Y es, lo que sostiene a aquellos que hemos perdido a nuestros amados en este mundo de pecado. «No os maravilléis de esto; porque vendrá hora cuando todos los que están en los sepulcros oirán su voz; y los que hicieron lo bueno, saldrán a resurrección de vida” Juan 5:28
“En la primera resurrección el Dador de la vida llamará a su posesión adquirida, y hasta esa hora de triunfo, cuando resuene la trompeta final y marche ese vasto ejército hacia la victoria eterna, todo santo que duerme estará en un lugar seguro, y será guardado como joya preciosa, a quien Dios conoce por su nombre. Gracias al poder del Salvador que moraba en ellos mientras vivían, y debido a que fueron participantes de la naturaleza divina, serán levantados de entre los muertos. Libro “MARANATHA EL SEÑOR VIENE” Helen White. ¡Yo digo amén!
¡Hasta la semana que viene Dios mediante por la WEB!
William Amaro Gutiérrez