La necesidad de detectar, prevenir y tratar los desórdenes psicológicos y emocionales es en la actualidad una importante prioridad en salud mental.
Sin embargo, la dedicación que efectivamente se le presta a esta tarea es insuficiente.
Un claro ejemplo es la depresión infantil, que para algunos parece que no existiera o no es reconocida como tal.
Si bien existen numerosos estudios sobre prevalencia, diagnóstico y tratamiento de la depresión en edad adulta, son escasos los realizados entre la población infantil y adolescente.
Sus resultados, además, son variables, debido a la dificultad diagnóstica en esta edad, los criterios diagnósticos empleados o las técnicas de entrevista utilizadas.
Aunque las estadísticas son esquivas en este punto, se estima que aproximadamente un 5% (uno de cada 20 niños y adolescentes) tendrá un episodio depresivo antes de cumplir 19 años.
Los estudios muestran que los padres suelen no percibir la presencia de depresión en sus hijos y más aún cuando tienen pocos años, ya que se presupone que la infancia es una etapa feliz de la vida y sin problemas.
La consecuencia de este enfoque es que menos de la mitad de estos niños reciben un tratamiento adecuado.
La detección precoz es muy importante porque además un primer episodio depresivo hace más vulnerable a la persona para el desarrollo de episodios posteriores.
Las consecuencias inmediatas de la depresión infantil son manifestaciones anímicas, conductuales, cognitivas y fisiológicas con repercusiones en las áreas escolar y socio afectiva del niño.
Dependiendo de la edad, predominarán accidentes, fracaso escolar, aislamiento social, dificultades en el desarrollo de la personalidad e, incluso, el suicidio infantil.
Entre los 9 y los 16 años de edad, las causas del suicidio y los factores que lo determinan son diversos e incluyen precisamente la depresión, un medio familiar disfuncional caracterizado por la agresividad y el aislamiento emocional entre sus miembros, el abuso sexual, el acoso escolar y los trastornos por abuso de sustancias.
La depresión infantil tiene dos características que la diferencian de la del adulto: la limitación del niño para poder verbalizar sus sentimientos y emociones, y el hecho de que su personalidad se está formando, razones que explican que no tenga el clásico aspecto del adulto sino que se expresa de forma más heterogénea, lo cual puede resultar un obstáculo para su diagnóstico y tratamiento.
Cómo se presenta
La forma de presentación de la depresión en los niños es muy variada, destacándose 10 síntomas:
- Humor disfórico.
- Angustia, inquietud.
- Comportamiento agresivo.
- Trastorno del sueño.
- Rechazo a concurrir a la escuela.
- Retraimiento social.
- Disminución del rendimiento escolar.
- Quejas somáticas.
- Pérdida de la energía habitual.
- Modificación del apetito y/o del peso.
El tratamiento de elección comienza con un correcto diagnóstico y la psicoterapia individual y familiar a cargo de un especialista en la atención de niños.
El uso de medicamentos antidepresivos es controversial y poco recomendado, salvo casos graves que lo ameriten.
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