La anaconda verde es una serpiente constrictora de la familia de las boas. Es endémica de los ríos del trópico de Sudamérica.
Su longitud la hace pelear el título de la más grande del mundo, y, aunque eso puede ser debatible, lo cierto es que sí es la de mayor tamaño en América.
Es de color verde oscuro, con óvalos de color negro y ocre. Su vientre es más claro, presenta como marca única entre individuos, diseños de color amarillo al final de la cola.
Tiene los ojos y las narinas en una posición elevada, lo que le facilita ver y respirar durante los períodos que pasa sumergida cuando caza.
Sus receptores olfativos se encuentran en la lengua. Además, posee fosetas loreales (pequeñas cavidades cercanas a la boca que sirven para medir calor corporal) y pupilas dilatadas, lo que le permite cazar en la oscuridad.
Se conocen casos de personas atacadas por ella, pero ninguna serpiente tiende a atacar a un ser humano si no se siente amenazada, ya que estos no forman parte de su alimentación.
Muchos creen que son devoradoras de hombres, pero no hay mucha evidencia sobre eso. Se piensa que, por comer menos, puede que vean a los niños pequeños, los relacione con estos y ataque.
Pasa la mayor parte del tiempo en árboles, y aunque puede cazar desde allí, suele bajar al agua para acechar animales que se acercan a beber, a los que embiste con un veloz ataque. En 3 segundos ya han sometido a su presa.
Se enrosca al cuerpo de su víctima presionando el tórax e imposibilitando la respiración. Luego desencaja su mandíbula para tragar la presa entera, utilizando su fila de dientes interior para introducirlo en su garganta.
La digestión de una presa grande dura varias semanas, durante las cuales la anaconda está casi inactiva y dormida en una rama o junto al agua.
En San Félix, estado Bolívar, se midió una hembra muerta de 10 metros de largo y 97 kilos de peso, la anaconda más larga registrada en el país.