“A este régimen no le interesa que la gente sea culta” #23May

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Reconocimientos que se erigen en una repisa sobre la que, parece, jamás ha caído una mota de polvo; fotografías de sonrisas imperecederas con sus tres hijos; un gran piano de teclas identificadas con colores, para que los niños que toman clases puedan recordar las notas; y, como si no estuviera contenido en cada paso que ha dado en la vida, una gran foto de su padre, Pino Iorio. Así es la sala de estar de Irma Conchita Iorio. La música como centro de su hogar como lo ha sido de su vida. “En la casa de mi padre había más de un piano. Era mi juguete favorito, al que corría cuando despertaba. Por eso no sé decir exactamente cuándo empecé a tocar. Así como aprendí a leer y a escribir, aprendí el lenguaje musical. De manera natural y maravillosa”, explica la directora, con más de 47 años de experiencia en el mundo coral.

Recuerda su casa de infancia como una sonata de piano interminable. Pino Iorio, oriundo de Nápoles, Italia, dictaba clases de piano a niños y adultos, para lo cual tenía su propia academia musical. Qué gratificante para su hija darse cuenta de que, prácticamente, ha imitado todos los pasos de su padre: profesora de canto, directora coral y creadora de un hogar que encierra la cadencia de lo que ha sido una vida pletórica en reconocimientos y, como toda existencia, en momentos de dolor.

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Iorio nació en Barcelona, Anzoátegui, aunque sus documentos la dan por nacida en Sucre. Tras pasar su primera infancia revoloteando entre los pianos de su padre, a los 10 años fue a estudiar Música en el Conservatorio San Pietro A Maiella en Nápoles, donde además culminó el bachillerato. Recuerda que debió aprender italiano, ir a la escuela y, cómo no, adentrarse en la sublimidad de la teoría musical.

La formación predominante en los conservatorios italianos era la música clásica y el tradicionalismo, estilos a los que se adaptó muy bien. Vivió cuatro años y medio en Italia y regresó a Venezuela en la adolescencia. Continuó su educación musical en el Conservatorio Benigno Rodríguez Bruzual, de Cumaná y, por último, en el Instituto Universitario de Estudios Musicales en Caracas.

La directora más joven de Venezuela 

“Cuando regreso de Italia a los 15 años, de manera natural, me convertí en la asistente de mi papá. Él era el director del orfeón de la Universidad de Oriente en Sucre. Me dio tareas dentro de ese coro y me dijo que lo ideal era que aprendiera a dar clases”. Así recuerda Iorio sus primeros pasos para convertirse en la directora coral más joven del país. A los 23 años ya contaba con una gran trayectoria musical, dominio de las técnicas de enseñanza y una voz de mando capaz de ensamblar a un grupo.

“A los 15 años fui directora de la coral del colegio donde estudié en mi infancia. Fui la directora más joven de Venezuela, apenas 15 años”, explica.

– ¿Qué diferencia encontró entre los conservatorios europeos y los venezolanos? 

– Yo estudié en un conservatorio muy clásico donde la música está abordada en su esencia tradicional. Muy europeo. Llegué a Italia a los 10 años para estudiar no solamente piano, sino también bachillerato. Tuve que aprender italiano, latín y francés. Fue una mezcla. En cuanto a música, sabemos que Europa nos lleva un adelanto; no obstante, Venezuela se ha tomado la música muy en serio a través del sistema que desarrolló el maestro José Antonio Abreu. Cuando llegué de Italia, a mis 15 años, estaba muy bien preparada. Estaba a un nivel superior y pude ser maestra a esa edad e ir aprendiendo de mi papá que ya era un director de coro reconocido.

Gran dolor, gran oportunidad 

Cuando se le pregunta qué la motivó a vivir en Guayana, asevera que el amor. Iorio se casó a los 21 años. El que fue su esposo en ese entonces decidió emigrar a Guayana para trabajar en la Siderúrgica del Orinoco (Sidor) y llevarla con él.

Pese a que fue en esta ciudad donde vivió un gran dolor, encontró en la prosperidad de la época una oportunidad para hacerse paso en el mundo artístico y, no podría haber sido de otra manera sino destacarse con una agrupación que sería referencia en el mundo coral venezolano, tal cual lo fue la institución dirigida por su padre.

El primer trabajo de quien sería la fundadora de Canticum Merú en Guayana fue como directora de la coral de Interalúmina, una de las empresas filiales de la Corporación Venezolana de Guayana. Esta empresa fue fusionada en 1994 con Bauxiven, de donde surgió lo que actualmente se conoce como CVG Bauxilum.

– ¿Qué crees que hubo en la dinámica que le permitió tener tanto éxito con su trayectoria musical? 

– Ciertamente en mi vida Guayana ha sido una bendición. A pesar de que pasó algo que es muy triste contar, pero ese evento cambió mi vida: yo perdí a mi esposo en un accidente de trabajo en Sidor cuando apenas teníamos seis años de casados y me quedaron mis hijos pequeños. Esa ausencia en forma accidental, ese drama y situación dura cambió mi vida. Me agarré de la música. Me enamoré cada vez más porque era un alivio a mi dolor. Creo que yo estaba en el sitio perfecto en el momento ideal, en una Guayana que tenía oportunidades.

– ¿Cómo se convirtió en directora de la coral de Interalúmina?

– El auditorio de Interalúmina era el Teresa Carreño de Guayana. Lleno de tecnologías de primera punta. Llegué en el año 1983 a esa empresa. Llegué con mi currículum debajo del brazo con apenas dos hojas. Qué tanto podía haber hecho una chica de 23 años. En Interalúmina encontré el lugar perfecto para desarrollar toda una actividad musical que ha llenado Guayana de gente conectada con la música. No solo mujeres, sino alumnos que formaron el coro infantil y que hoy andan por el mundo siendo profesionales de la música: Leonardo Gruber que está en Nueva York, Fran Valderrama, en Rumanía… 

– Canticum Merú surge de esta primera experiencia en Interalúmina. ¿Cómo se le ocurre la idea de independizarse y por qué hacerlo con solo voces femeninas?

– Primero había solo un coro infantil. Después yo le propuse a mi jefe hacer un coro de adultos, él aprobó la idea y así empecé con un coro de voces adultas, en ese momento ya el coro infantil se había vuelto referencia porque alcanzó un nivel hermoso. El coro de adultos era mixto y estaba formado por trabajadores de la empresa. Cinco años después hubo un recorte fuerte de personal y salieron tres personas del coro que eran de la misma cuerda de los bajos. Quedó un coro inestable. Es como cuando a una mesa le quitas una pata. Empezamos a buscar, hicimos audiciones, buscamos nuevos integrantes… No entraban bajos. Entonces tuve la idea de hacer un coro femenino. Invité a los tenores a participar en el coro de la Universidad Experimental de Guayana, de la cual ya era directora. Empezamos a hacer audiciones para darle más fuerza al coro femenino.

La Cantoría Alberto Grau, coro de voces mixtas que después pasó a ser femenino, estaba de visita en ese entonces en Guayana y, en palabras de Iorio, esta visita fue su inspiración para cambiar el rumbo de la coral y empezar a trabajar con voces femeninas. “Fue cosa del destino. Se unieron muchas cosas a la vez: salieron los bajos, nos visita este coro… Yo vi la oportunidad de hacer algo diferente”, recuerda.

Cantos de los saltos de agua: nace una asociación

Al coro empresarial le iba muy bien; no obstante, las nuevas oportunidades la orillaron a empezar a pensar en grande. La independencia era arriesgada, pero este proyecto que le robaba el sueño se convirtió en su asociación independiente en el año 1999. Lo bautizó Canticum Merú. Canticum proviene del latín “cantos”, mientras que Merú semánticamente responde a la definición de “saltos de agua”. “Este nombre me pareció perfecto. Fue todo un día de propuestas entre las integrantes. Todo lo hacíamos con corazón. Con amor. Buscando la diferencia, para hacer algo distinto”. 

– ¿Canticum Merú nace como agrupación interna de Interalúmina?

– Sí. En 1995 nace Canticum Merú y todavía estábamos allí. Lo que pasó fue que nos llegó una invitación en el año 1999, una invitación de Europa. Nos invita una asociación coral de España a la cual enviamos grabaciones y les gustó cómo sonábamos. Ellos hacían este encuentro coral desde hace 20 años. Nos ofrecía hospedaje, paseos y presentaciones en Barcelona. Era súper atractivo. Cuando le llegamos a la gente de Asuntos Públicos en el proyecto nos dijeron que no tenían dinero para apoyar eso. Había que costear los pasajes y no se podía. Nos plantearon que formáramos una asociación civil sin fines de lucro para poder pedirle apoyo a empresas del Estado y privadas. 

¿Cómo fue el proceso de independizarse para ustedes?

– Lo más difícil no fue el inicio, sino ese primer festival internacional. Saltamos el charquito: llegamos a España. En el ínterin, en España se enteran que viene un coro de Venezuela y nos invitan a un segundo festival. Estar en esos eventos y ver a tantas agrupaciones diversas… Yo decía: “Dios mío. Mira todo lo que se puede hacer con la voz”. Se me abrió el panorama de qué tan grande y diverso era el universo coral. Se puede lograr tanto con las voces. Estuvimos dos semanas visitando y compartiendo con otras agrupaciones. Fue un enriquecimiento total.

– ¿Cómo cambió la dinámica de giras y conciertos en los últimos años?

– Nadie nos dio nada así. Siempre trabajamos muchísimo. Empezamos a hacer rifas y cada integrante tenía que vender un mínimo de rifas para ganar tu boleto aéreo. Eran rifas, presentación de artistas nacionales… Era la novedad en Guayana, hicimos la tradición coral. Antes de que llegáramos había un movimiento coral, pero bastante pequeño. Sí importante porque estaba la coral de Sidor, de la CVG; pero el boom sucedió cuando nació Canticum Merú. El primer coro de Guayana que viajó internacionalmente fue Canticum Merú. Trajimos artistas y cobrábamos entrada. Tocamos la puerta de muchas empresas. La mayor bendición fue estar aquí. Yo era solo coordinadora de cultura de Interalúmina. Fueron oportunidades que aproveché en el mejor sentido de la palabra. Vi la oportunidad de proyectar mi trabajo. Desde que el grupo nació estuvo rodeado por un ambiente artístico que le permitió darse a conocer.

Abandono estatal

En parte, el éxito de Canticum Merú se debió al contexto de abundancia y oportunidades que había en Guayana para la época. La industrialización favoreció la creación de museos, orquestas, teatros y agrupaciones musicales. No obstante, el aparato cultural de la ciudad viene en declive tras el cierre de lugares que fueron hitos en la ciudad, por ejemplo, el Ecomuseo del Caroní o la Sala de Arte Sidor. La falta de inversión y talento humano que se encargue de estas iniciativas han mermado las oportunidades de crecer artísticamente en la ciudad. 

– ¿Por qué cree que el Estado debería desarrollar políticas para promover el canto y la cultura en la ciudad?

– Eso es una responsabilidad de Maduro. La comunidad lo necesita. Es muy cuesta arriba para una institución pequeña mantenerse. A Canticum Merú no le llega nada y ha dado con creces. Somos patrimonio cultural de Caroní y no sé ni para qué nos sirve. Hemos tocado puertas en los últimos 15 años y no hemos logrado nada. 

– ¿Qué puertas han tocado?

– Las de la Alcaldía. De la Gobernación la última vez que recibimos fue hace 7 años, cuando solicitamos ir hasta Caracas para celebrar nuestros 20 años. Fuimos hasta la Gobernación, estaba el señor Rangel Gómez allí y sí nos apoyó. Esa fue la última vez que la Gobernación apoyó a la agrupación. 

– ¿A qué atribuye el detrimento del aparataje artístico de Guayana?

– A este régimen no le interesa que la gente sea culta. No sé qué más decir. Veo lo que ha demostrado y no entiendo qué pasa. Por qué tenemos espacios como la Sala de Arte Sidor cerrada. Necesitamos espacios. Yo no he encontrado un lugar donde celebrar los 27 años de Canticum Merú, los pocos espacios que hay tienen un costo por uso. Yo entiendo que haya que pagar por el cuidado, pero no es justo que para tener un concierto no exista un teatro donde presentarse. ¿Quién asistiría a un concierto en el Teatro Orinoco de Venalum? No sé. Las vías están malas, no hay gasolina… Es un tema álgido. 

– ¿Qué hace diferente a Canticum Merú de otras agrupaciones?

– Desde un principio hemos buscado un sonido particular que quizás ni yo misma sé explicar, pero que hemos ido construyendo. Por supuesto, tengo que agradecer a todas las mujeres que han creído en mi trabajo. Yo sola no he sido. En Canticum Merú han pasado miles de voces hermosísimas. Mucha gente que ya no está en el país. Hemos montado un repertorio diferente. Le he pedido a varios músicos arreglos especiales para nosotras. Son los mismos arreglos que están, pero dándole el toque de Canticum Merú. ¿Dónde está ese toque? No lo sé. En el corazón, en el alma, pero ahí está. 

27 años de trayectoria

En 2022 Canticum Merú cumple 27 años. Es la coral que representó a Guayana en el exterior y cuyo nombre hace referencia a las grandes cascadas del estado Bolívar. La academia de la hija de Pino Iorio y la que hoy en día es patrimonio cultural de Caroní.

A los cuatro años de fundada la agrupación participó en la edición número XX del Festival Internacional de Canto Coral Catalunya Centre y en la XVII Semana Coral Internacional de Alava, en España. En el mismo año descollaron en Lachen-Speyerdorf y Saarbruken, en Alemania.

En el año 2000 ganaron el concurso nacional para representar a Venezuela en el Festival Coros América Cantat III. Japón, Brasil y Estados Unidos son solo algunos destinos en donde Canticum Merú ha estado presente y obtenido reconocimientos por su poder coral. En 2002 grabaron su primer disco titulado Canticum Merú en Vivo, con la producción de Miguel Delgado Estévez, integrante de El Cuarteto.

Miguel Siso, Mimí Lazo, Serenata Guayanesa, Ilan Chester y Simón Díaz (cuyo autógrafo y dibujo adornan la sala de Iorio) son solo algunas de las grandes voces que han compartido escenario con Canticum Merú.

– ¿Cuál es el estado actual del coro? ¿Cuántas mujeres lo conforman?

– Hay 28 integrantes. Ahorita tengo algo hermoso: madres e hijas. Dos generaciones diferentes cantando dentro del coro. Eso es hermosísimo. Este aquí y ahora es distinto al que teníamos cuando la agrupación nació. Hemos ido a la par de lo que hemos encontrado. En este momento hay una necesidad de una escuela de canto, entonces nos hemos convertido en una escuela de canto. 

– ¿Se está cobrando inscripción?

– Sí. Pero hay muchos casos especiales. Hay personas que no tienen el dinero, pero saben diseñar: les decimos que nos ayuden con eso y no les cobramos. 

– ¿A quién tienes que agradecer por el éxito de la agrupación?

– A todas las mujeres valiosas que han sido parte de ella. Viviana Cáceres, Carmen Castillo, Alicia Matheus, Helena Tortolero y Marilú Ricoberi, estas dos últimas tienen 32 años cantando conmigo, ya que vienen del coro mixto. Leomary Espina me apoyó muchísimo al inicio del proyecto. Y, actualmente, Elvira Quevedo que es mi mano derecha y coordinadora del coro junto con Maritriny Malavé. 

– ¿Cree que cualquier persona puede cantar? 

– Depende del nivel de para qué quieres cantar, pero sí. Todos podemos cantar. Quizás a algunos se les hace más fácil que a otros. Una vez desarrollé un programa en la Coral UNEG, precisamente llamado así “Todos podemos cantar”. Hice un experimento para probar esta teoría, no hice audiciones, sino que entraron personas que querían participar. Sin hacer pruebas. Me entró una persona que no tenía oído musical para nada, trabajé y después esa persona pudo cantar en la grabación del CD de la Coral UNEG. Ahora, si se quiere cantar para ser solista y cantar en un escenario, depende de muchas cosas. La maravilla de la coral es que puedes cantar al lado de otras personas y hacer un todo maravilloso. Esa es la hermosura del canto coral. No solamente aprendes, sino que la pasas bien y haces amistades. Te apoya otro, generas confianza en tus compañeros y juntos pueden presentarse.

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