María Guadalupe estaba por cumplir tres años cuando comenzó a tener dolores en sus piernas. Sus padres la llevaron a la Policlínica Barquisimeto y allí le hicieron exámenes de todo tipo para ubicar las causas de su padecimiento. Le pusieron tratamientos pero la enfermedad antes que retroceder avanzaba y llegó un momento que la niña ni siquiera se podía mantener en pie porque el dolor era producto de una atrofia grave que le impedía levantarse y caminar.
Luego de de muchas pruebas, exámenes y consultas con médicos de otros países, el equipo de traumatólogos de la Policlínica Barquisimeto, donde estaba el doctor Tita Zubillaga determinó que el problema de la niña María Guadalupe necesitaba una intervención quirúrgica que para ese momento no se podía realizar en Venezuela y por ello tenían que llevarla a Estados Unidos, donde existían las técnicas y los equipos para realizar esta operación con éxito.
También les informaron que para evitar que la enfermedad causara una degeneración mayor en sus miembros le pondrían unos pantalones de yeso, a lo cual procedería el 15 de Enero. Consternados los padres recibieron el diagnóstico con entereza y plena disposición para hacer todo lo necesario para que María Guadalupe sanara y tuviera una vida plena. Ella escuchaba a los médicos y entendía que su limitación era grave y que para corregirla se necesitaba un esfuerzo inmenso de su familia.
El 14 de Enero sus padres junto a familiares cercanos se instalaron en el balcón de su apartamento para ver pasar la procesión de La Divina Pastora Había un ambiente de gran espiritualidad y la siempre viva emoción de ver pasar la imagen sagrada de la madre de Dios bajo la advocación que tanta veneración produce entre la feligresía católica del Estado Lara y de todo el país. María Guadalupe estaba allí, sentada e inmóvil en una pequeña silla, centrada en la espera que al día siguiente le pondría unos pantalones duros, calientes y muestra terrible de su enfermedad extraña y agobiante. Ve pasar la procesión y el silencio del balcón donde estaban hacía dúo con el rumor de oraciones que trepaban por el aire hasta sus oídos. María Guadalupe tenía fijos sus ojos sobre la figura de la Virgen y en unos de sus balanceos sintió que la miraba, que por fracciones de segundos giró su mirada hacia el balcón y centró sus pupilas sobre su cara, entonces ella le pidió, con voz tierna y suplicante: Divina Pastora, cúrame mis piernitas. Lágrimas y amén se instalaron en el balcón y el susurro de voces que se alejaban acompañando a la Virgen se hizo coro de aleluyas que confirmaban la presencia de Dios en aquellos momentos transidos de envolvente misticismo.
Temprano en la mañana llevan a María Guadalupe a la Policlínica. Sentada en el cochecito de cuando era bebe, eso llama la atención del pelotero de grandes ligas Luis Leal que andaba por allí. Por qué esa niña tan bella, sonriente y saludable la cargan en ese coche, dejen que camine, dice con afecto hacia la pequeña. Los padres lo reconocen y le explican que no puede ni siquiera ponerse de pie y menos caminar y que precisamente ese día le pondrían unos yesos en sus piernas. Luis Leal insiste, no, no puede ser, ella se ve muy sana y movido por un ímpetu que sorprendió a todos, tomó a María Guadalupe por los brazos, la sacó del cochecito y la puso de pie. Sus padres se movieron rápidamente hacia ella para evitar la caída pero quedaron atónitos cuando vieron que su hija se mantenía en pie, que estaba erguida y firme, luego dio unos pasos, vacilantes pero contundentes y entonces todos supieron que La Divina Pastora había complacido el ruego de la niña y había intercedido ante Jesucristo para sanar a María Guadalupe y que Luis Leal de pitcher estrella del Cardenales de Lara se hizo instrumento de este prodigio y no quedará oculta la sanación debajo de los pantalones de yeso.
La niña llegó caminando al consultorio médico y le hicieron todos los exámenes, comprobándose que el problema había desaparecido y que no existía una razón científica que lo explicara y que por ello se podría decir que la curación fue producto de un milagro.
Este relato fue un regalo que nos hizo la abuela de María Guadalupe, la señora Maritza, quien devota de la Virgen María organizó en nuestra urbanización un ciclo de visitas con la imagen de La Inmaculada Concepción. En casa la recibimos por un día y como bienvenida le rezamos un rosario. Jacquelin ,Gertrudis, Elba, Elsymar ,Juana, Yoly y quien escribe para dar testimonio de la presencia diaria de Dios entre nosotros y las mil maneras como nos la demuestra, unas veces con milagros y otras veces simplemente con actos sencillos o relatos espléndidos que funcionan como alas de fuerza para el vuelo de nuestra fe.
Dios con nosotros. Nunca falla.
Jorge Euclides Ramírez