La Chenchena es un ave extraña, tanto por su apariencia como por sus costumbres y hábitos alimenticios. Vive en la Amazonía alimentándose principalmente de hojas y frutos y, eventualmente, uno que otro insecto.
Posee un hedor muy fuerte, similar al moho o el estiércol de bovino fresco. Este característico olor proviene de la fermentación alimenticia llevada a cabo por bacterias que viven en su buche y esófago.
Sus ojos son rojos y posee una cresta erguida en forma de abanico. Tiene una amplia zona desnuda de color azul que cubre parte del pico, las orbitas y el rostro que llega a superar el oído.
Los polluelos tienen garras en las alas desnudas, y las emplean para trepar por las ramas cuando aún no pueden volar.
Una leyenda indica que cuando los primeros europeos vieron a la chenchena aferrándose en cuatro patas a las ramas, pensaron que era un cruce entre un mono y un ave.
Su hábitat se ubica en zonas con vegetación densa con grandes árboles, con trepadoras y arbustos que se asocian a las aguas de las llanuras neotropicales.
Es un ave muy social. Se puede observar en grupos que llegan a incluir más de 40 ejemplares.
Cuando vuela, lo hace con planeos torpes y breves. Generalmente se desplaza en un rango espacial limitado, menor a 350 metros.
Cuando jóvenes son buenos nadadores, pero utilizan esta capacidad sólo cuando deben escapar de los depredadores.
Debido a que transcurre gran parte de su vida en el interior de una vegetación arbórea cerrada, suele mostrar plumas dañadas o desgastadas, sobretodo en la cola.
Es indiferente a la presencia humana y se hace sentir emitiendo gruñidos desconcertantes y hasta sonoramente “malignos”.
Los sonidos que emite, hacen que toparse con un grupo de estas aves a ciertas horas pueda resultar verdaderamente terrorífico.