Las llamadas revoluciones socialistas en su totalidad exhiben el lamentable historial de colocar en primer plano lo político en menoscabo de lo económico cuyas nefastas consecuencias siempre sufren los pueblos. Desde la Revolución Soviética en 1917 ha sido manifiesta la contradicción entre una y otra actividad. Sus dirigentes son duchos haciendo política, pero pésimos en economía.
El alegato de las burocracias izquierdistas en el poder para privilegiar lo político, es la presunta inestabilidad generada por EEUU. Es el mismo cuento de siempre con el invento del enemigo externo culpable de todos los errores. Pero ocurre que a lo interno la corrupción e incapacidad lo destruyen todo, como el despilfarro de la bonanza petrolera por el actual desgobierno.
Venezuela presenta una de las inflaciones más altas del mundo de acuerdo con instituciones como el Fondo Monetario Internacional y el Banco Mundial. La depreciación diaria del bolívar es del 8 por ciento lo cual fulmina el salario nominal y real pues no alcanza para nada. El salario de un trabajador y un pensionado en Venezuela es ahora de 130 Bs. mensual, uno de los más bajos del mundo. Ello sitúa en pobreza extrema al 87 por ciento de sus habitantes, de acuerdo con el Banco Mundial, es decir, 6 de cada 10. Un espantoso cuadro socioeconómico que empuja a la caridad pública, como ocurre con los pacientes oncológicos necesitados de radioterapia. Un servicio que inexplicablemente desapareció del Hospital Central Universitario Antonio María Pineda a su paso por la gobernación de la ciudadana Carmen Meléndez.
Ello conlleva a que Venezuela también sea uno de los países donde su población adulta padece los mayores riesgos. Los índices de bienestar y desarrollo han disminuido abruptamente. Hoy un pensionado baja mensualmente entre 1 y 2 kilos por la deficiente alimentación. Lo que significa que en el país sus habitantes llevan una vida de verdaderos héroes.
Ante este dantesco cuadro la respuesta del régimen es la de los paños calientes con pírricos aumentos salariales, bonos ocasionales que no alcanzan para nada, bolsas de comida y aumentos salariales de miseria que no compensan la bestial inflación. El número de aumentos salariales durante la gestión de Nicolás Maduro llega hasta ahora a los 49, pero en la práctica no han remediado la bestial hiperinflación. El fenómeno no se enfrenta unilateralmente con incrementos del salario más el pan y circo con inoportunos programas turísticos, en lugar de ir a la raíz del problema.
No se conoce por parte del sector gubernamental un plan para enfrentar la astronómica tasa inflacionaria con lapsos a corto, mediano y largo plazo para derrotarla. Lo ocurrido es que llegó a su inevitable tope, pero no ha descendido. Ello mientras la falta de alimentos y el hambre matan a los venezolanos que dependen solo de un pírrico salario, jubilación o pensión por vejez.
En este sentido, la única manera de hacerle frente al fenómeno es con planes masivos de producción de bienes y servicios con una poderosa agroindustria, sector destruido por el régimen. Objetivos y metas de esa naturaleza únicamente son factibles en una economía de mercado, pero aborrecida por los jerarcas del régimen por no comulgar con sus dogmáticas tesis ideológicas. Con consignas políticas no se compra en el mercado
El país está a merced de elementos del populacho político atrasados, infantiles e ignorantes que apenas saben de la política como maniobra para negociar, aniquilar al adversario y atornillarse en el poder. Les faltan las luces de la política como ciencia para el progreso humano. Hoy padecemos el más depravado estalinismo causante de la infelicidad de los pueblos donde se implanta. El infierno del socialismo salvaje que solo China ha superado, pero gracias a su regreso al capitalismo a partir de 1976.
A estas alturas ya ha terminado el alegrón de tísico que significó el aumento salarial reciente del régimen, el cual apenas cubre un ocho por ciento de la canasta básica cuyo valor es de más de 350 dólares. Luego del mismo los precios de los productos de la misma se han disparado de forma brutal por la inflación indetenible y la especulación de comerciantes inescrupulosos a quienes solo los mueve la ley de la máxima ganancia. Es el accionar despiadado del socialismo salvaje junto con el neoliberalismo salvaje. La ilusión transitoria del salario nominal que dura muy poco tiempo por su efectismo psicológico en la gente desesperada que lo padece cuando hace mercado.
Así pues, ofrecer para un impreciso futuro un paraíso de felicidad material con un aumento salarial de 300 dólares, es propio de populistas para pescar los votos de incautos que nunca faltan en el mundo. No mejora nada el enfermo.
Freddy Torrealba Z.