El tiro de Putin contra Ucrania parece estar saliendo por la culata. Suecia y Finlandia han decidido unirse a la temida OTAN después de más de medio siglo de neutralidad; la alianza occidental ha despertado de su letargo, más unida que nunca, y ahora con Alemania dispuesta al rearme.
Por si eso fuera poco ya comienzan a aparecer vaticinios sobre la posibilidad que los ucranianos terminen contraatacando e incluso derrotando a Rusia. Es decir, que el ex-KGB fue por lana y parece que va a salir trasquilado.
Ya sabrán los propios rusos lidiar con quienes les han traído tanto infortunio, vergüenza, fracaso y escarnio, dejando al descubierto que aquel “imperio” anda medio desnudo y descalzo.
Pero la cuerda de saltimbanquis que han intentado reconstituir un nuevo “eje del mal” en el mundo quedará más sola que nunca: Se trata de todos esos payasos que de inmediato salieron a cacarear su apoyo al desquiciado ruso, sin dejar duda alguna de su profundo odio hacia la civilización.
Van quedando como hazmerreír quienes corrieron a cotillear sobre la supuesta debilidad de Occidente, pero quizás la cosa no se quede allí: Este conflicto también ha servido para desenmascarar a los enemigos soterrados de la convivencia en este planeta, que ahora han mostrado sus costuras – tipo López Obrador y otros, agazapados tras abstenciones y silencios.
Quizás la euforia de algunos regímenes por la actual confrontación internacional entre la civilización y la barbarie comience a apagarse en la medida en que Rusia vaya quedando disminuida.
El artero régimen cubano, veterano de más de seis décadas de
confrontaciones, ya ha hecho un poco de mutis por el foro, limitando mucho sus expresiones y gestos teatrales a favor de nuevo Führer moscovita.
Pero luego no deben sorprenderse si luego sienten que – una vez terminado el conflicto prioritario y anulada Rusia por la intemperancia y barbarie del Putin – los sigan tratando como enemigos con todo lo que ello acarrea.
La situación tiene especial significado para un régimen venezolano que en las últimas dos décadas viene utilizando su petróleo como principal arma política para comprar aliados y lealtades en una desatinada confrontación con quien antes fue su socio principal, alineándose con la hez de la tierra.
Ahora, el régimen comienza a quejarse del uso del recurso natural como arma política, olvidando quizás que lo que es igual no es trampa. Pronto podrá comprobar que las ofertas de suministro por parte de un enemigo declarado, mentiroso y taimado tienen poco valor en los cálculos estratégicos de las naciones serias.
Antonio A. Herrera-Vaillant