Las sanciones internacionales impuestas a Venezuela, si bien no fueron las responsables de la crisis del sector de los hidrocarburos en Venezuela, sí agravaron y profundizaron aún más la situación dramática de la industria petrolera nacional, asegura el economista, profesor universitario y experto petrolero, Rafael Quiroz Serrano, en un análisis dado a conocer a los medios de comunicación.
Antes de la aprobación de las sanciones estadounidenses, que comenzaron con Obama en 2015, a la comercialización de las exportaciones petroleras venezolanas en enero 2019, la producción anual promedio de crudo de PDVSA, según fuentes secundarias reportadas por la OPEP, fue de 1.5 MMB/D en 2018, lo cual reflejaba una baja con respecto al nivel alcanzado en 2015 cuando se situó en 2.654.000 B/D producto de la declinación en la inversión, abandono de la infraestructura, interrupciones eléctricas y en particular caída de los taladros activos. Pero cabe destacar que la caída de la producción se mantuvo permanente desde 2005 hasta mayo del 2020, hasta un mes después de haber asumido la presidencia de la casa matriz Argenis Chávez.
A partir de 2019, las sanciones que le impidieron a PDVSA una comercialización internacional fluida acarrearon un retroceso en la producción hasta 792.000 B/D, pues tenía que evitarse un desbordamiento de inventarios dada las limitaciones de capacidad que hay en los terminales de almacenamiento. Este desplome se acentuó por la pandemia de la COVID-19 y, al profundizar las sanciones de la Administración Trump en 2020. Se paralizaron, por ello, las operaciones de los socios de PDVSA en las empresas mixtas, y se centró la producción solo en el esfuerzo propio de la empresa estatal y la asistencia técnica de socios menores atraídos por la Ley Antibloqueo.
En 2020 la producción promedio anual de PDVSA tocó su menor nivel en 500.000 B/D y en 2021 hubo un ligero repunte hasta 550.000 B/D, gracias, principalmente, al convenio de intercambio de producción por condensados firmado con la empresa petrolera estatal iraní que le permitió recibir diluentes y subir la producción de crudo extrapesado en la Faja del Orinoco (FO).
En este resultado también incidió el fuerte repunte de los precios del petróleo, lo cual aligeró las exportaciones al estimular una comercialización a la sombra más activa. Esto permitió evadir el rigor de las sanciones estadounidenses, las cuales fueron aplicadas con cierta largueza por parte de la Administración Biden, en comparación con el gobierno de Trump.
Efectos de las sanciones a PDVSA
Vale mencionar que en junio de 2020 se registró el menor nivel de producción petrolera en más de 60 años, al quedar en 336.000 B/D, siendo en abril 2021 la lectura más baja experimentada en ese año con 481.000 B/D.
El convenio con Irán permitió una recuperación un poco más sostenida de la producción en el segundo semestre de 2021, hasta el punto de reportarse un crecimiento puntual de poco más de 1 millón de B/D en diciembre. Sin embargo, el estancamiento en torno a un rango entre 600 y 700.000 B/D en lo que va de 2022, refleja problemas de capacidad de producción e incluso de pérdida de potencial de producción que obstaculizan avanzar firmemente hacia mayores volúmenes, incluso en los bloques de la Faja del Orinoco (FO) que puedan ser sostenidos sin que medie en ellos una inversión importante que signifique reactivación de taladros, actualmente en cero, y programas de recuperación secundaria de pozos, con la participación de los socios extranjeros, tanto las empresas petroleras como Chevron, ENI y Repsol, así como las prestadoras de servicios en campos como Schlumberger, Weatherford, Baker and Hughes y Halliburton.
En este sentido, no sorprendería que la producción petrolera de PDVSA pudiera retroceder nuevamente hasta niveles por debajo de 600.000 B/D habida cuenta que se enfrentan problemas de comercialización en China, al preferir los clientes de ese país el crudo ruso (de mejor calidad que el nuestro) al empezar a ofertarse con un gran descuento a raíz de las sanciones a Rusia aprobadas por EEUU y la Unión Europea (UE) luego de la invasión a Ucrania.
Esta oportunidad, por cierto, la está aprovechando India hasta el punto de hacer compras de crudo ruso en un mes por encima de las realizadas en todo 2021, además de aspirar a recibir descuentos de hasta 70%, por encima del 30 y 40% que actualmente percibe. Según The New York Times, las compras de crudo ruso por parte de India se han disparado desde el comienzo del conflicto, pasando de cero en diciembre y enero a unos 300.000 B/D en marzo y 700.000 B/D en abril. El crudo ruso ahora representa casi el 17% de las importaciones indias, frente a menos del 1% por ciento antes de la invasión. El año pasado, India importó en promedio solo unos 33.000 B/D de Rusia.
Los factores Rusia, India e Irán
Este cambio de ruta del crudo ruso que se vendía en Europa hacia India y China, está llevando a que se venda más petróleo del Medio Oriente en Europa, aun siendo un crudo de mayor calidad y existan convenios de compra de crudo de largo plazo. Por esto, es esperable que la colocación de los barriles en Asia ofrecida por PDVSA, y comercializado de manera furtiva por las sanciones estadounidenses, se vea afectada e imponga unos descuentos mayores para poder competir con los crudos mercadeados por Rusia.
Un estancamiento en las exportaciones venezolanas generaría cuellos de botella en la cadena interna de producción y acumulación de crudo en almacenes y buques, que terminaría por impactar la producción en la FO, tal como se ha visto en varias oportunidades.
Asimismo, de lograrse un acuerdo en las discusiones sobre las sanciones a Irán sobre el enriquecimiento nuclear que normalice su actividad de producción y comercialización de petróleo, pudiera Venezuela verse afectada por un menor interés iraní en mantener un convenio menos atractivo en términos económicos con Venezuela. Una consecuencia directa de este evento podría derivar en un flujo menor de condensados iraníes, que impida aumentar la producción de extrapesados y su mezcla para comercializar en el exterior.
En este marco de sanciones a Rusia, desinterés comercial de China hacia el crudo venezolano y flexibilización del contencioso iraní, es cuando más relevancia adquiere dar un nuevo enfoque a las sanciones estadounidenses y su impacto sobre la posibilidad de recuperación de la producción de petróleo en Venezuela, habida cuenta del beneficio mutuo que ello traería tanto para Estados Unidos (EEUU) como para Venezuela.
Basta recordar que el deterioro de PDVSA, anterior a la aplicación de las sanciones estadounidenses desde enero 2019 y su acentuación en 2020, había aumentado la importancia de la producción proporcionada por las empresas mixtas, donde es socia mayoritaria PDVSA, hasta 70% de la producción total de Venezuela, cayendo luego a cero su participación por las sanciones desde 2019 y acarreando ello el colapso de la producción total de PDVSA. Las sanciones sí agravaron y profundizaron aún más la situación dramática de la industria petrolera nacional.