Manuel Piar es acusado de sedición y sentenciado a morir #7May

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Un profundo y pequeño agujero en una pared de piedras era el único medio de comunicación con el exterior que tenía el general Manuel Carlos Piar para respirar. Estaba cautivo en una angosta habitación de una sola puerta. Allí disponía de un catre, un taburete donde reposaba un cabito de vela que medio iluminaba el sofocante aposento carcelario en la Angostura de 1817.

El 28 de septiembre Piar fue hecho prisionero en Aragua de Maturín, a donde fue invitado por su amigo el general Manuel Cedeño, persuadido de que Bolívar tenía la intención de nombrarlo segundo al mando del Ejército Libertador

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Piar cayó en la trampa y cuando llegaba a la plaza mayor, inmediatamente fue rodeado por una veintena de soldados. Ejecutado el plan, Cedeño envía comunicación al Libertador notificándole la detención del general en jefe, y advirtiéndole que Santiago Mariño continuaba prófugo. 

Desde el 3 hasta el 16 de octubre de ese año 17, fue recluido en la referida habitación de la casona que servía de residencia al Almirante Luis Brión y a otros generales republicanos; el mismo lugar donde deliberará el Consejo de Guerra que lo enjuiciará. 

Estando prisionero «al insubordinado general en jefe, le fueron embargadas siete onzas de oro», y según, hubo una denuncia de que trataba de sobornar la guardia que lo custodiaba.

El Capitán Juan José Conde fue el oficial de guardia que lo acompañó durante su arresto, hasta su ejecución, y de los rasgos físicos y el carácter personal del Piar, escribió:

«…de regular estatura, ojos azules, barbilampiño y tez algo rosada; de imaginación e ingenio vivo; su edad como de treinta y ocho años a cuarenta años. Valiente y emprendedor, poco aplicado a la disciplina militar; fuerte en sus opiniones, en que siempre quería prevalecer; los transportes de su genio le hacían frecuentemente reprender con acrimonia; pero fácil luego de apaciguarse, llegando a veces hasta pedir perdón al subalterno a quien creyó ofender; era también sincero, afable y cortés en sus modales. Solía entretenerse con algunas obras de historia. Era afortunado a la par que valiente. Sólo una vez que yo sepa, fue derrotado en Cumaná».

Ocaso del invicto

En abril de 1817, Bolívar conformó una guardia personal de 200 hombres y salió de Guayana, produciendo en Piar un sentimiento de tranquilidad. 

De seguida, Piar ganó la Batalla de San Félix, con la que libertó a Guayana, el 11 de abril de 1817, con un ejército de 500 fusileros, 800 lanceros a pie, 500 indígenas flecheros y 400 jinetes; sobre el brigadier español Miguel de La Torre, quien estaba acompañado de 1.600 infantes, 200 jinetes y dos cañones. 

Según el parte de batalla, en el campo quedaron 593 muertos, 200 heridos, 497 prisioneros y un cuantioso arsenal. El día 17, los realistas huyeron y abandonaron la fortificada Angostura y su estratégico Orinoco. Gracias a esta batalla, se consolidó el proyecto del Libertador.

Pero pasmosa sorpresa para Piar fue ver en mayo que Bolívar acampaba en la ribera del Orinoco con un ejército de 800 hombres. Sabía que el Libertador llegaba a imponer su autoridad como comandante en jefe, pues Mariño andaba por un lado y por el otro él mandaba y gobernaba a sus anchas. 

En efecto, Bolívar como jefe Supremo de la República de Venezuela, Capitán General de los ejércitos y de los de Nueva Granada, tomó el mando y, para el amanecer del 4 de mayo reunió a la oficialidad, y relevó a Piar como jefe de las fuerzas militares en el suroriente. Comenzó así el ocaso de Manuel Piar, el bravo y prestigioso general que fuera nombrado jefe de las misiones en el Caroní y que había disputado 24 batallas sin ser derrotado jamás.

Pese a esto, Piar se siente airoso por su reciente gran triunfo libertario, animando entonces las disensiones políticas que se suceden en el seno del Ejército Libertador, aceptando así los postulados del Congreso de Cariaco efectuado el 8 mayo de 1817, en donde se exterminaba la jefatura única de Simón Bolívar.

No obstante, sus esfuerzos no logran debilitar al mantuano de Caracas, y contrariado con aquel escenario donde se le había revocado el mando sobre la tropa, solicitó la baja y un pasaporte para irse de Venezuela, el cual le fue otorgado por el propio Libertador en el Cuartel General de San Miguel, a 30 de junio de 1817.

Conspirador y sedicioso

Pero Piar no se fue, y más bien se reunió con Mariño, quien no aceptó las propuestas planteadas por el curazoleño. Los espías del Libertador le advirtieron que Piar había realizado varios contactos con oficiales y personal de tropa, intentando la adhesión de éstos para generar una conspiración y producir un alzamiento con rasgos de rebelión de casta, argumentando que la minoría mantuana -que podía ser eliminada-, ostentaban altos mandos del Ejército desde 1810. 

El general Pablo Morillo, comandante de las fuerzas realistas, escribiría en sus memorias que Piar andaba en una de revivir la guerra social igual a la intentada por José Tomás Boves, el sanguinario caudillo asturiano

Bolívar manifestó el 5 de agosto, «el general Piar ha formado una conjuración destructora del sistema de igualdad, libertad e independencia, por lo que decide conjurar definitivamente un riesgo tan inminente e inmenso».

Para cerrar ese capítulo, Bolívar envía un emisario para persuadir al general Piar se presenta a sus órdenes, pero éste desobedece y, por el contrario, se fuga, señal que enciende las alarmas. Entonces se comisiona entonces al general Cedeño, para cumplir el cometido de capturar y reducirlo a prisión.

Llevado a Consejo de Guerra 

El tribunal militar que juzgaría al héroe de El Juncal estaba presidido por el almirante Luis Brión, e integrado por los generales de brigada José Antonio Anzoátegui y Pedro León Torres, sus antiguos compañeros de batallas; además los coroneles José Ucrós y José María Carreño, los tenientes coroneles Judas Tadeo Piñango y Francisco Conde (vocales). El general de brigada Carlos Soublette fue el fiscal de la causa y el teniente coronel Fernando Galindo el defensor del indiciado.

El 15 de octubre de ese año, el Consejo de Guerra sentenció al general en jefe Manuel Piar a la pena capital por los delitos de insubordinación, deserción, sedición y conspiración. 

Simón Bolívar, jefe supremo, confirmó la sentencia, pero «sin degradación, porque al héroe de San Félix no se le pueden negar sus méritos tan valientemente ganados en el campo de batalla». 

El documento en cuestión fue escrito por José Gabriel Pérez, secretario de Guerra. Los comentarios eran que habría un juicio y luego saldría en libertad, como una fórmula de Bolívar para consolidar su mando. 

La única batalla perdida

El jueves 16 de octubre de 1817, Piar fue conducido al muro del costado occidental de la Catedral de Angostura, donde aún se observan con horror los vestigios de los impactos de las balas. Su cuerpo fue inhumado en el cementerio de El Cardonal. 

Para el momento de la ejecución Piar era el militar de mayor rango del Ejército Libertador, solo después de Bolívar. Los cargos en su contra no fueron lo suficientemente fuertes, ni las pruebas llegaron a ser idóneas, como para condenarlo a muerte.

Luis Alberto Perozo Padua

Periodista y cronista

[email protected]

IG/TW: @LuisPerozoPadua

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