#OPINIÓN Gaveta azul: El reto de batear se incrementa #2May

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El acto de batear, fase de ataque del popular juego del béisbol, considerado uno de los actos deportivos más difíciles de realizar, parece estar  camino de incrementar sus obstáculos y dificultades. Se observan intentos de sumarle nuevas dificultades.  En primer término  es un hecho el incremento del  staff de lanzadores, así como la tendencia de cambiarlos con mayor prontitud apenas den  señas de fallar su control, perder velocidad  o permitir  contactos ganadores.

Hace poco tiempo dediqué un comentario de la gaveta al tema del bateo. Aproveché la ocasión para explicar lo más técnicamente posible la estructura de este juego, el deporte de equipo más complicado de entender para un neófito. Ahora repetiré algunas explicaciones, añadiré otras y comentaré   los números estadísticos que  va dejando la campaña de José Miguel Cabrera.

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En los deportes de equipo la estructura es muy simple. Cada contendor defiende un campo y se propone vulnerar el ocupado por el contrario, lo que realizará si introduce un testigo (puede ser una pelota, balón, disco, etc); en un espacio particular del campo de juego, delimitado por unas marcas o algún dispositivo, o área no cubierta por el defensor. Al lograr tal cometido se anota un número de puntos  según las reglas y normas del juego. El equipo ganador es el que obtiene mayor número de puntos. 

El diseño del béisbol es más complejo y nada fácil de entender si le comparamos con  otras competencias de estructura más simple. Por otra parte  el béisbol tiene reglas muy particulares. Por ejemplo, no admite el empate como resultado, por lo que se han dado casos de juegos que doblan el tiempo  normal sin decisión. 

En el béisbol como en todo juego, gana el equipo que acumula  el mayor puntaje, llamadas  carreras en este deporte y con la característica de poder obtenerlas mediante fórmulas muy diversas, incluidas las que se obtienen por “robos” como parte de varias jugadas que culminan en  carreras anotadas. 

El aspecto más curioso de este juego es el tiempo, limitado por  reglamento a nueve ocasiones de ataque,  a su vez  complementadas con igual número de turnos en defensa del campo, común a los dos equipos, pero distinguido por las funciones que cumple. Uno va al ataque y el otro defiende. Al concluir  las oportunidades del atacante, sea cual sea  el resultado,  pasa a defender. Nada raro. El punto clave o epicentro de la estructura de este juego aparece con el modelo de uso del  tiempo de ataque.   El dictador Cronos lo delimita pero no por su ritmo iso-mecánico. Introduce la variante de sujetar el límite a la productividad que obtenga el atacante de la regla en juego. Así la ocasión de ataque  cesa cuando el defensor deja fuera  de juego tres hombres. Mientras esta condición no se cumpla, la fase del juego en que se encuentren ambos contendientes se mantendrá abierta. El defensor tratando de evitar las carreras  del atacante, y este haciendo el esfuerzo de conseguir más con cada hombre al bate. 

Otra  característica peculiar del juego es que sus reglas favorecen de forma muy abierta las tareas de la defensa. Por lógica hacen más duras las oportunidades de quien  ataca. El equilibrio está dado por la igualdad del número de oportunidades, tanto de  ataque como defensa para cada equipo y por la calidad, eficiencia y rendimiento de cada jugador. Veamos las ventajas que se dan a la defensa y las dificultades que enfrenta el atacante. El bateador al ataque tiene tres oportunidades para dar una conexión, que puede ser tomada por la defensa y ponerlo fuera. Vale citar para quien no conozca el juego, que la defensa del campo la ejerce todo el equipo, nueve hombres. En cambio, ataca  un hombre por vez. 

Respecto al duelo particular entre lanzador y bateador hay mucho por hilar. Dijimos que el bateador tiene tres oportunidades para conectar, si falla las tres queda fuera, Cuántas  oportunidades tiene el lanzador para fallar, quedando sus lanzamientos fuera de la llamada zona de strike? Cuatro ocasiones o fallas, llamadas “bolas malas” le conceden al atacante una base. 

Otro caso en  el campo  de lo subjetivo, pero ventaja al fin. El lanzador sabe el lanzamiento que usará en cada ocasión  de su duelo  con el  bateador. En cambio el jugador  al bate, debe adivinarlo.  El lanzador de acuerdo con su receptor escoge de su repertorio un lanzamiento. Curva que puede ser “sinker”  (bajando); “slider” deslizante o  curva de afuera. La recta (piedra en el argot) de la que hay  dos y  hasta tres variantes. Además del tipo de lanzamiento puede escoger  a que sector de la zona lo va a dirigir. Un maestro del control llamado  Conrado Marrero  –años 40 y dele del siglo pasado— entrenador de lanzadores en Cuba, insistía en que el pitcher dominara por completo la zona de strike en sus  nueve  sectores. A fuera,  centro y adentro de cada nivel: alto, centro y  bajo, para escoger donde  iría  a “romper” el lanzamiento.  Por último el plus de  lanzar  a velocidad  de trabajo  normal  o el llamado cambio, un lanzamiento al que restan fuerza y velocidad  hasta en seis o siete millas por hora. Un amplio menú para escoger y usar, mientras que el bateador ignora el emplatado  en que le servirán la pelota a “comer”.  Debe adivinar. 

El hecho definitivo es que lo normal y corriente es que los mejores bateadores fallen siete  veces de cada diez y son  considerados estrellas del espectáculo. Muchos  elementos   conducen  a estos resultados y además de lo citado y comentado tenemos factores tan  determinantes como la distancia desde el montículo de lanzamiento, hasta el plato detrás del que se ubica el receptor y al lado el bateador,  un recorrido muy breve, apenas 60 pies (18,4 metros) que al restar el alcance de la mecánica de lanzamiento del pitcher (donde su mano suelta la pelota) baja la distancia hasta unos 17,5 metros o algo menos. 

Tan breve distancia  a velocidades que van desde  85 millas por hora, algunos cambios bajan  a velocidades aùn menores, hasta lanzamientos a 102 millas /h (Aroldis Chapman. Cerrador de los Yankees de NY). dejan apenas un  suspiro de libélula para que el bateador decida que hacer,  realizar el swing y alcanzar la pelota con el debido ángulo de ataque y  la suficiente fuerza para lograr un  buen contacto, que al fin y al cabo no garantiza nada pues ese contacto sale virtualmente a ciegas. En pocas ocasiones el bateador puede darle la dirección deseada,  que de todos  modos encontrará ocho guantes dispuestos a capturarla y hasta nueve si se suma el receptor.

El dominio del  lanzador  es  tan  marcado, que  tocó  extremos increíbles  el  año  1968, cuando Dennis Mc Lain ganó 31 juegos y el campeón bate de la  Liga Americana, Carl Yastremky,  (figura cimera del juego y Hall of Fame) fue el único, repito, el único jugador en la liga sobre 300 puntos de promedio y  Campeón Bate del año, exactamente  301.

En consecuencia de semejante degollina realizada por los lanzadores,  el comité técnico de la Liga recomendó disminuir la altura del montículo de lanzar y  reducir la    zona de strike  aspectos que favorecían en alto grado el dominio de los lanzadores.

No  obstante medidas de ese tipo y las avances en los entrenamientos  y el monitoreo de las campañas por computadora, sigue siendo evidente el  dominio del lanzador. Es normal y  corriente que el buen  jugador titular del  llamado béisbol mayor  promedie solo entre 250 y 260 puntos por temporada. Con 400 puntos de promedio, fallando solo seis veces de cada diez eres considerado  un extraterrestre y  solo muy pocos jugadores lo han conseguido  y eso en el pasado. El más alto  promedio fue de 426 puntos, logrado por  Napoleón Lajoe, que bateó otras dos veces sobre 400. Notable lo hizo también Roger Hornsby, apodado el Rajah, quien conectó  tres veces sobre 400 puntos y tiene el segundo promedio  de bateo más alto de por vida  con 358 puntos, tres menos que el primero,  Tyrus Raymond  Cobb. El último gran toletero en alcanzar la meteórica cifra fue  Ted (Teodoro Samuel) Williams con  406 puntos   en 1941, hace 81 años. Todo un prodigio, el  campeón bate  de la Liga alcanzado a mayor edad, 41 años.  

El promedio de por vida, cifra que dice mucho de la calidad de un bateador, en casos de jugadores  estrellas de gran  trascendencia  como Carl Yastremky, el penúltimo triple coronado antes de Josè Miguel Cabrera, fue de 286 puntos. Y otro Hall of Fame como el gran  Mickey Mantle,  bateador ambidextro de kilométricos jonrones  tanto a la zurda  como a la derecha, y tricoronado del  año 1956, promedió de por vida 290 puntos. 

Batear en forma lo más productiva posible ha sido siempre el reto por excelencia de los jugadores de béisbol. Un aspecto de alto valor es su consistencia. Batear bien temporada tras temporada, constante. No una campaña buena y dos regulares, una excepcional y después tres malas.

Los registros de José Miguel Cabrera le anotan en el reducido grupo de los muy grandes al  bate.  De este extraordinario toletero  venezolano, maracayero del Barrio La Pedrera, citaré algunos aspectos de su calidad, distintos de los tantas veces repetidos después  de alcanzar el tope de 500 jonrones. Cabrera, tiene doce temporadas sobre 300 puntos, no consecutivas por haber caído en  la quinta a 292 puntos de promedio y 127 carreras remolcadas. Inició su  demostración de gran bateador con la segunda  campaña  en la que promedió 294 puntos y remolcó 112 carreras. Pocos se han detenido a observar su poder  remolcador, su consistencia  y regularidad. Veamos algunos números y ciertas comparaciones. Desde su segunda temporada completa empalmó once  campañas sucesivas  impulsando más de cien carreras, luego agregó otra más, para doce en total. Al pasar de los  3000 hits,  600 dobles, 500 jonrones y más de  1800 carreras impulsadas pasa a integrar un exclusivo grupo de siete  jugadores  con tales logros; H. Aaron; A. Rodríguez; Albert Pujols;  Willie Mays; Rafael Palmeiro; Eddie Murray y J. Miguel Cabrera.  Anotamos que Rodríguez y Palmeiro, están cuestionados por el uso confeso y   comprobado de esteroides. De tan elitesco  grupo de  excelsos bateadores, Cabrera es el único  Triple  coronado. Vale señalar que son 33 los jugadores que han alcanzado los 3000 hits o más, de un total que anda en +/_ 22 mil hombres  desde la fundación de la Liga nacional,  hace siglo y medio. En cuanto a la triple corona del  bateo, es aún de mayor dificultad su obtención.  Solo la han obtenido 15 superestrellas del pasatiempo. Seis en la Liga Nacional,   dos veces  el Rajah Roger Horsnby.  En la Liga  Americana han conquistado la hazaña nueve jugadores, Ted Williams dos veces.

E l último triple coronado en la Nacional  fue Joe Medwick en 1937. En la  Americana el año  2012 cuando José Miguel  Cabrera se convirtió en el   jugador Número 15 en la historia de las G andes Ligas en obtener la triple corona del bateo, habían  transcurrido  45 años desde la obtenida por  Carl  Yastremsky. 

Un detalle más de  la triple corona del marciano aragüeño. Cabrera es el tercero  con más impulsadas después de  Jimmy Foxx y Lou Gherig. Supera en el renglón a los otros seis: Nap Lajoe, Cobb, Williams, Mantle, Robinson y Yastremsky. Un año después, temporada del 2013, estuvo a punto de repetir la triple corona. Toda la campaña estuvo adelante, cómodo,  en promedio e impulsadas, pero tres o cuatro jonrones debajo de Criss Davis.

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Pedro José Lozada

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