Dedicado a Danny, Caleb y a amado Jacob
Respiro el aire del tiempo
…que han llevado las arenas de viento.
Arrakis
Jamás juzgues al libro por su carátula
Anónimo
Cuando tus piernas y tu cabeza no puedan más,
…tu corazón hará el resto…
Anonimus
A Juan nunca le preocupó que le faltara una pierna. Tal vez eso no importaba tanto. Lo que sí pensaba a profundidad era que algo definitivo e invisible, incluso más importante que su propia zanca perdida, de igual forma le faltaba. Más allá de la extremidad, había un mortero, un cáliz vacío dentro, como un apéndice intolerante que no consentía que viajara lo bastante como para resucitar profundamente una escapatoria hasta sí mismo. La verdad, pensó cojeando de fe, estoy cortado de ambas piernas cuando se trata de mi intimidad.
Juan Bimba, bautizado por su padre, fan furibundo del sabio Arturo Uslar Pietri, ha perdido la capacidad de discernir lo que está, y no tanto de lo que supone debería ser; al fin que uno se odia más por lo que nunca llegó a ser que por la nada que siempre ha sido. Juan acostumbraba ir a la bodega con sus muletas chuecas de palo de mango y trapo, sin lavar por tres días, más sudadas y hediondas que paño de carnicero. El rastro de olor era como la estela del cometa Halley, se veía el infecto a cuadras de distancia. Sabíamos cuando venía si el viento soplaba a favor, y cuando se iba, incluso con el viento en contra. El olor era una firma, un timbre de portón, un aroma de pobreza tan acuartelada que el tufo era un traje que amén de ser a la medida, podía verse.
Ese día Juan se fue en bus hasta el pie de un desfiladero en esos cerros irregulares que van desde Caracas por el camino viejo a la Guaira. Le costó remontar el risco debido a que su pierna diestra la había perdido por un pie diabético de tanto comer basura. Juan fue de los señores que un día fueron capitanes de barrio y las doncellas y los comercios estaban a sus pies. Pero para Juan hoy nada podía estar a sus pies pues le faltaba el diestro.
Tomó una vereda poco empinada para ver si desde allí podía encontrar un lugar para pensar en qué hacer con su vida. El abismo ya era parte de su entorno. ¿Será que me lance a sus designios y acabe con esa putrefacción de alma y cuerpo? ¿Vale la pena vivir apestando a cadáver y pareciéndose a uno? éstas preguntas se responden solas. Había que tomar una decisión inmediata. O salto al vacío o vivo muerto en mi vacío. No había mucho que pensar. Veni, Vidi, Vici. Saltaré como un Greg Efthimios Luganis cualquiera. Lo haré con estilo. Iré sin pierna pero daré el paso firme con pie de plomo invisible, pero con visible decisión de plomo. Las cartas estaban echadas. Hoy saltaría al vacío y acabaría con la maldición de ser la nada vestida de mal olor.
Estuvo así por un largo tiempo sopesando su estatus luctuoso, fúnebre, melancólico. Y quién no lo estaría en un país maduro-in y con Maduro al bate. Estamos todos ponchados. ¡Dios! Mejor sería lanzarse sin pensarlo. Pensar en el súper bigote tarado podía propiciar el lance a priori. Pero eso era otro motivo para incorporar al carrito de compra al abismo. El día con el sol al cenit lo hacía traspirar y las muletas resbalaban entre el mal olor y el sudor abastanza. Todo decía… ¡Brinca varón, brinca!
Algo lo hizo revisarse los bolsillos repletos de migajas y restos de basura. Recordó algo más joven, cuando iba a Chapellín a la tienda de Panque 11-11 a que le regalaran las tiras de ponqué que tiraban al pipote de desperdicio y Juan y sus aliados se peleaban por las tiras con restos de ponqué dulce y delicioso como un plato servido por deidades olímpicas.
En el saco o gabardina escondía un librito pequeño que se había encontrado en uno de esos días de desperdicios no orgánicos. No conocía al autor pero fascinaban sus poemas. En la portada decía: Libros de bolsillo: William Blake: Cantares de Inocencia y experiencia. Acostumbraba a leerlo al albur. Lo razonaba y abría sus cortas páginas como quien consulta un oráculo. Ese día quedó perplejo con lo que vio al ojear la página 59. Allí se leía:
El Negrito
Mi Madre me parió en el sur agreste
Y soy negro, pero ¡oh! mi alma es blanca:
blanco como un ángel es el niño
inglés,
pero yo soy negro, como carente
de luz…
Mi madre me instruía debajo de
un árbol.
Y sentándose antes de que calentara el día
Me colocó sobre su falda y me besó,
y señalando al este, empezó a decir:
Mira hacia el sol naciente; allí vive Dios….
Juan tembló a la orilla del acantilado. Resbaló algo al borde del terreno quebradizo. El librito de bolsillo cayó cerca del vacío pero una roca de la suerte lo detuvo, lo que a su vez detuvo al zurdo Juan ahora convertido en el siniestro. Dio un paso atrás para tomarla y lanzarse al olvido con su único colega de soledades. Logró alcanzarlo con la punta de los dedos y notó que la página había dado vuelta, y mientras se reponía del resbalón leyó lo escrito en esa pálida página celestial. Los creyentes aseguran que se trata del Supremo, en los bajos y altos fondos le conocen como el Sereno divino pero lo cierto es que Juan anda más agitado que bebida de loca en una barra gay. (…risitas de autor…)…
La página lo leyó a él en un encontronazo con la sabiduría ancestral. Juan sabía que el único hablaba recto entre líneas torcidas pero Juan era un torcido en línea recta y además muy podridito y para colmo de males mocho de pierna diestra. En síntesis un siniestro sin pierna diestra. No, si así es; del libro emergió un rumor, un leve soplo de vocablos limpios y puros…
… y brinda su luz y distribuye su calor;
Y flores y árboles, bestias y hombres
reciben
alivio por la mañana y júbilo al mediodía.
Y por corto espacio somos puestos en
la tierra
para que aprendamos a sobrellevar
los rayos del amor;
y estos cuerpos negros y este rostro
tostado
son apenas una nube, como una
arboleda sombría
Pues cuando nuestras almas aprendan
a sobrellevar el calor,
la nube se disolverá; oiremos su voz
diciendo: “Salid de la arboleda, mis
muy amados,
y en torno de mi morada dorada,
disfrutad como corderos”.
Eso me dijo mi madre, y me besó
Y así se lo digo al niñito inglés:
Cuando yo de la nube negra y él de la
nube blanca nos libremos.
y disfrutemos como corderos en la
morada de Dios,
lo protegeré del calor hasta que pueda
tolerarlo
y se apoye jubiloso sobre la rodilla de
nuestro padre;
y entonces estaré erguido y palmearé
su cabello plateado,
y seré como él, y entonces por él seré
amado.
Juan despertó en su cama, frío, temblando; con sus piernas intactas caminó al baño y vomitó la basura que había comido en un sueño indigente. Por desgracia a veces los sueños son tan o más verídicos que la misma realidad. En el sueño, quería saltar al abismo. Eso le quedó por resolver en otro ensueño. Supo para ese momento que… “los sueños son mensajes que vienen del interior”…
MAFC