De Arquímedes es la frase: “denme un punto de apoyo y moveré el mundo.”
Pedía una realidad sustentada en una imposibilidad. La imposibilidad: el punto de apoyo. Si se consiguiera ese punto de apoyo movería el mundo. Aunque el mundo que dice va a mover esperamos no sea el nuestro. ¿Qué entendemos por “mundo”? ¿Nuestro planeta? ¿el universo? Dejemos los supuestos deseos de saber a cual mundo se refiere.
¡Paren al mundo que voy a bajarme! Expresión esta del mayo francés. La orden la manifiesta un supuesto pasajero del planeta Tierra que actúa como un redondo autobús. ¿Quién lo conduce? Debe conocer donde están las paradas, también lógicamente el pasajero que se quiere bajar.
Tal vez el que desde el autobús redondo de la Tierra conocía que Arquímedes hace tantos años había solicitado el punto de apoyo. De modo que el solicitante que desea bajarse conoce que el punto de apoyo debe ser una parada donde pueda bajarse. El pasajero, pues, está enterado de la existencia de ese punto de apoyo. De manera que solo espera que el conductor del autobús esférico de la Tierra llegue a la parada del punto de apoyo para descender. De otro modo si el pasajero del autobús redondo de la Tierra se baja no propiamente en el punto de apoyo, como no posee una cuerda resistente a la cual deba atarse, corre el riesgo de perderse en el ingrávido espacio del universo. La experiencia de la ingravidez del espacio fue comprobada con los viajes espaciales tripulados. La tripulación podía salir a hacer sus caminatas espaciales siempre y cuando una cuerda los mantuviera atados a la nave. De modo que la experiencia de la cuerda para el pasajero del autobús esférico de la Tierra es necesaria si el pasajero pretende bajarse en un lugar donde no haya punto de apoyo. Sin la cuerda el pasajero puede perderse en el espacio infinito del Universo. De cualquier manera, el pasajero es libre de decidir si usa o no la referida cuerda.
Carlos Mujica