El pasado viernes 22 de abril, en la bellísima Sala de Exposiciones de la Facultad de Arquitectura y Urbanismo de la Universidad Central de Venezuela, se llevó a cabo el conferimiento del título Doctor Honoris Causa al Arquitecto Francisco Pimentel Malaussena, a quien me enorgullece llamar “tío”. En momentos cuando universidades que no merecen llamarse así, entre otras cosas por los HORRORIS CAUSA que han otorgado, el acto cobró más relevancia aún, porque este título sí que es POR CAUSA DE HONOR. Por causa de todos los honores a un excelente profesional, de larga, dilatada y fructífera carrera, profesor universitario durante más de treinta años, recto en su proceder y con un amor por el país que le sale por los poros. Además, poseedor de los reconocimientos más importantes, entre ellos el Premio Nacional de Arquitectura.
El acto, solemne, sobrio, hermoso, fue emocionante de principio a fin. La Facultad de Arquitectura y Urbanismo no ha otorgado muchos doctorados Honoris Causa, justamente porque para merecerlo hay que tener una hoja de vida como la de Francisco Pimentel Malaussena y eso no es fácil. La actuación del Orfeón Universitario, dirigido por el Maestro Raúl López Moreno fue sencillamente excepcional. El Himno Nacional, cuatro canciones venezolanas, el Gaudeamus Igitur, himno universal de los graduados universitarios cantado exclusivamente para el doctor Pimentel, quien, el único de pie en el aula, lo escuchó agradecido y conmovido, y, para terminar, el Himno de la UCV, refrendando una vez más que es la Casa que vence la sombra.
Pero quiero referirme a las palabras del nuevo doctor Honoris Causa. Sentidas, valientes, sensatas… Empezó agradeciendo a sus maestros, su tío, el arquitecto Luis Malaussena, primer director de la Escuela de Arquitectura cuando se hizo independiente de la Facultad de Ingeniería, y al arquitecto Carlos Raúl Villanueva, primer Decano de la Facultad de Arquitectura, “quien, con su vida, su palabra y su obra, definió la arquitectura como Acto Social por excelencia. Él marca esta intervención”.
“Como arquitecto y docente, algunos pueden esperar que aproveche esta importante oportunidad, para comentar tendencias o pretender dictar cátedra sobre la arquitectura contemporánea, o un análisis crítico a las actuales políticas públicas relacionadas con el desarrollo urbano y el hábitat en el país, como la llamada Misión Vivienda o Caracas Bella, o el diseño de los últimos “llamados monumentos” nacionales, o el inconsulto cambio de los símbolos y la historia de nuestra querida Caracas. Quiero restringirme a algunas reflexiones sobre ciertos imperativos profesionales, educativos y éticos en el escenario actual del país”. Y por ese camino se fue, en uno de los más sólidos discursos que he escuchado en mi vida.
“El Estado – mejor dicho, el gobierno – ha venido estableciendo y, en muchos casos de manera inoportuna e inconsulta legalmente, lineamientos, acciones y políticas educativas de acuerdo con su particular ideología. A esto se le suma la compleja situación actual para los docentes a todo nivel, que en general, están muy mal remunerados y oficialmente poco reconocidos, lo cual genera escaso entusiasmo por su actualización académica y por su permanencia en tan importante labor. Ante esto es justo resaltar, múltiples casos y testimonios activos de una noble entrega a la docencia y al país, por encima de estas injustas condiciones. Todo ello en el marco de la grave crisis nacional, caracterizada, entre otros, por un sostenido deterioro social y económico, una grave degradación ética y moral y una numerosa diáspora de venezolanos”.
El doctor Pimentel Malaussena se refirió a la Educación como eje pivotal de la transformación social del país. Del verdadero valor de la libertad política, el trabajo, el desarrollo económico sustentable, la tecnología utilizada y dirigida a aumentar la productividad, la necesidad de una administración pública honesta, el aprecio a la familia y a la vida y a todo lo que signifique verdadero progreso, en contraposición al feroz populismo y estatismo que vivimos.
Fustigó con toda fuerza la asfixia presupuestaria que sufren las universidades nacionales, los ataques a la autonomía universitaria y todos los agravios y ofensas contra la Universidad como Patrimonio Mundial de la UNESCO, como bien cultural de la Humanidad.
Nombró a cada uno de sus socios y colaboradores durante sus 65 años de ejercicio profesional, con cariño y gratitud.
Fue tajante al decir que “La comunidad espera de nosotros una presencia creativa, que se haga impulso de democracia y libertad, de justicia, de honestidad, de solidaridad, de paz y de participación activa en el desarrollo armónico del país y fundamentalmente del bien común de todos sus ciudadanos, con apego a nuestra autonomía y autoridades legítimas, que no se levantan del estrado y se marchan cuando una graduanda o un profesor expresa sus nobles sentimientos y urgentes justos reclamos, sino que, en conjunto, responden como una verdadera comunidad universitaria democráticamente dialogante”.
Y así, con esa defensa a una valiente estudiante, llamó a todos los estudiantes a asumir el compromiso y la lucha por la Universidad autónoma, libre, plural y democrática: “Éste es el dilema de una educación para la libertad y la democracia o para la dependencia y la sumisión, el cual debe ocupar lugar prioritario en la atención del liderazgo nacional y de los educadores. Este es nuestro llamado y respuesta”.
Quiero terminar con unas hermosas palabras que el arquitecto Luis Polito le dedicó en su muro de Facebook:
“Si revisas la arquitectura de Caracas, entiendes por qué es un brillante arquitecto.
Si escuchaste sus clases y correcciones, aprecias que hoy se le haya reconocido.
Si eres arquitecto, agradeces sus trabajos en organismos públicos y su impulso al gremio.
Si tienes la suerte de conocerlo, te das cuenta de que además de todo lo anterior es un caballero y excelente amigo.
Gracias, Francisco, estamos honrados”.
Carolina Jaimes Branger
@cjaimesb