La fiesta más importante de la cristiandad es la que estamos viviendo, la Pascua de Resurrección. Hoy es Miércoles de Pascuas y su fecha cumbre fue el Domingo, hace tres días. Es el de la Resurrección de Cristo, el primero de la semana, que, si fue el primer día de la Creación, hoy es primero de la nueva Creación, la que inaugura Jesucristo con una Nueva Alianza. Es el día en que se afianza y pregona la divinidad del Hijo de Dios. Como dice san Pablo, si Cristo no hubiese resucitado, vana sería nuestra fe.
Hace unos años le oí decir a un rabino que no se explicaba por qué los cristianos habíamos cambiado el día de descanso y asueto, que para los judíos sigue siendo el sábado, por el primer día de la semana laborable. La explicación es muy sencilla, la acabo de dar. Además, le cambiamos el nombre, ahora se llama este día Domingo, el Día del Señor, al menos para los países de lengua romance, porque en inglés conserva su nombre de origen pagano, Sunday, Día del Sol, como los otros días de la semana.
Domingo de Resurrección. No se le da en Venezuela, país iberoamericano de tradición católica, la importancia que sí tiene en otros país europeos o de tradición sajona y protestante, como los Estados Unidos. Allí es muy conocida la costumbre de las mujeres que asisten ese día a la iglesia, estrenando trajes y, sobre todo, originales y floridos sombreros, cónsonos a la que también se llama Pascua Florida. En Semana Santa no hay asueto en esos países, sino en la semana siguiente, la de Pascuas. En España también los días de Semana Santa son laborables, no son de fiesta, como los hemos inventado nosotros, pero ponen tal énfasis en la conmemoración de la Pasión y Muerte de Jesucristo, con sus fastuosas procesiones de las imágenes sagradas, con ese gusto tan hispánico por lo trágico de la vida, que nos transmitieron a nosotros una tradición no escrita que paraliza la acción trabajadora Jueves y Viernes Santo. Lo notable es que se llenan los templos para los oficios, pero no menos las playas y lugares de recreación. Digamos que hemos deformado el sentimiento trágico de la vida que nos vino de España por una tradición tropical cristiano-pagana de hacer fiesta a propósito de la Pasión y Muerte de Cristo. Nosotros, para actuar contrasentido, somos maestros. Ni siquiera nos damos mucha cuenta del significado del Triduo Pascual: Pasión, Muerte y Resurrección de Cristo.
En una época fue empeño de movimientos apostólicos católicos, sobre todo de la Acción Católica en sus diferentes ramas, hacer campaña por una conmemoración de la Semana Santa más cónsona con su origen. Como miembro y dirigente de la Juventud Católica Femenina Venezolana (JCFV), participé en estos afanes. Vanos esfuerzos. En Venezuela Semana Santa era y sigue siendo sinónimo de vacaciones y francachelas. Quizás haya que tomar la costumbre con cierto orgullo de tradición folclórica. Una manifestación más de sincretismo cultural. Eso nos alivia el espíritu.
Si no puedes cambiar una realidad, adáptate a ella pero sin traicionar tus principios. Alguna vez acepté ir de vacaciones de Semana Santa -traje de baño incluido- siempre que me garantizaran acudir a los oficios de Jueves y Viernes Santos. Así se hizo. Recuerdo que una noche de Viernes Santos, junto al gran lago del dique de Guataparo, estado Carabobo, la familia que me había invitado y sus amigos empezaron a contar chistes que fueron subiendo de color. En un momento dado me despegué del grupo y me fui sola a meditar en unos escalones que daban al agua. Al poco rato la mater familia, una señora dulce y mayor, me encontró y se sentó a mi lado: *Sé por qué te viniste para acá, la conversación, ¿verdad? *Asentí con una sonrisa. En silencio permanecimos hasta que cesaron las risas más arriba y llegó la hora de dormir.
Si no puedes controlar la situación, apártate. Uno no tiene por qué soportar los desmanes ajenos que no es capaz de controlar. Si puedes intervenir y cambiar el rumbo, hazlo. Si ves la inutilidad de tu acción, no actúes con pacífica resignación. Deserta. Una retirada visible y molesta a tiempo esgrime más argumentos en contra de la desfachatez que palabras airadas. De una reunión grata, me levanté y me fui cuando una muchacha comenzó a contar chistes sucios. Después supe que lloró.
Alicia Álamo Bartolomé