El tema de las convicciones para muchos es un asunto muy personal. Pero, en nuestra opinión tienen que ir en función a la construcción de lo bueno, lo positivo, la paz y para los creyentes de Dios en función a lo que él enseña en su Santa Palabra. Esto me recuerda un texto bíblico que no tiene desperdicio “No todo el que me dice: «Señor, Señor», entrará en el reino de los cielos, sino el que hace la voluntad de mi Padre que está en los cielos” Mat.7:21. Esto simplemente significa que si no hacemos la voluntad del Padre contenida en las Escrituras. Si no hay obediencia, no hay entrada “en el reino de los cielos”. San Pablo es un representante genuino de un hombre que después de odiar a los seguidores de Cristo, abrazó sus convicciones con fe y mucha pasión. Cuando fue por primera vez a Éfeso, percibió el potencial que dicha ciudad tenía para llevar el mensaje de arrepentimiento y salvación que aprendió de la cruz del calvario y galvanizado en sus convicciones volvió allí.
El escritor cristiano John M. Fowler en su libro nos ilustra acerca de esto. “Éfeso ubicada en el borde occidental del Asia Menor. De fácil acceso por el Mar Egeo, estaba en pleno apogeo de su gloria para los siglos I y II D de C. Era la cuarta ciudad en tamaño del Imperio Romano y capital del Asia Menor. Se jactaba de una herencia de riquezas, filosofías y jurisprudencia romana. Pero el punto de mayor atracción no era otra cosa que, el templo de Diana, diosa de la fertilidad. Conocida como Artemisa por los griegos y como Diana por los romanos. El templo reconstruido por Erostrato, el cual duró aproximadamente 220 años, era de mármol y recubierto de oro, medía unos ciento treinta metros de largo y setenta de ancho. Y en su santuario interior se ubicaba la estatua de Diana. En el tiempo de Pablo era considerada una de las siete maravillas del mundo. El comercio, la industria y la economía de la ciudad dependían de las multitudes que venían a adorar a Diana. La diosa tenía muchos adoradores en el mundo “toda Asia y el mundo entero” Hech. 19:27. Y tenía muchos seguidores que practicaban el esoterismo, la magia y la astrología. En esta ciudad, con tamañas características, obnubilada por la adoración de la diosa de la fertilidad, entró Pablo con el mensaje verdadero que blindaba sus convicciones, proclamando que el único digno de adoración era el DIOS de las Santas Escrituras. Hech. 19:26. ¿Cómo les perece? Pablo pasó tres años allí y pudo fracturar el error que condenaba a la perdición a mucha gente. Pudo dejar allí una de las iglesias cristianas más fieles al mensaje del Señor.
Otro acto de impresionante convicción sucedió en la cruz del calvario. Jesús estaba colgando en el madero, crucificado con dos ladrones. Uno, tenía el espíritu de odio, resentimiento y desafiaba la majestad divina reclamando y exigiendo al Señor un portento que les liberará de la muerte. El otro, estaba triste. Sabía que iba a morir, pero defendió la inocencia del Señor Jesús e increpó de manera firme a aquel que blasfemaba contra el Señor. Anidaba en el fondo de su corazón, quizás sin darse cuenta, la convicción de que AQUEL que moriría allí era el Mesías prometido. A ambos, de alguna manera nuestro Señor les preguntó “¿Me aceptas como tu único Salvador personal?. El primero maldijo. Pero el otro dijo sí, sí, sí. Y la respuesta de Dios fue inmediata, “De cierto te digo hoy, estarás conmigo en el paraíso”, porque pudo evaluar su actitud sincera, su convicción. Este criminal estaba verdaderamente arrepentido y no temía a las consecuencias, sino el pecado que lo había apartado de ÉL. Y Dios, en un instante escudriñó en lo más hondo de su corazón y le dio la salvación.
¡Hasta la semana que viene Dios mediante por la WEB!
William Amaro Gutiérrez