Los franceses acuden a los centros electorales este domingo en todo el país para la primera ronda de la votación presidencial donde hasta 48 millones de personas elegirán entre 12 candidatos.
El presidente Emmanuel Macron busca un segundo mandato de cinco años pero enfrenta un gran desafío de la ultraderecha.
Los centros de votación abrieron a las 8 de la mañana y cerrarán a las 7 de la noche (1700 GMT) en la mayoría de los lugares, y hasta las 8 de la noche en algunas ciudades más grandes. Francia tiene un sistema manual de voto: los ciudadanos deben depositar personalmente las boletas, que después son contadas a mano.
Si ningún candidato obtiene más de la mitad de los votos nacionales, se celebrará una segunda ronda el domingo 24 de abril.
Votantes abrigados contra el frío de abril hicieron fila antes de la hora de apertura en un centro electoral al sur de París. Una vez dentro, colocaron sus boletas de papel en sobres y después en cajas transparentes, algunos con mascarillas y gel desinfectante como prevención contra el COVID-19.
Muchos candidatos hicieron visitas tempranas a sus propios colegios electorales, sonriendo a los periodistas.
Valerie Pecresse, del Partido Republicano, emitió su voto en Velizy-Villacoublay, al suroeste de París, mientras que la líder de extrema derecha Marine Le Pen votó en Henin-Beaumont, una ciudad en el norte de Francia a 190 kilómetros (120 mieles) al noreste de París. Macron y su esposa sufragaron en la localidad de Le Touquet, en el norte de Francia.
Además de Macron, entre los candidatos mejor posicionados para llegar al Elíseo son Le Pen y el combativo líder de ultraizquierda Jean-Luc Melenchon.
Durante meses, pareció que el centrista Macron tenía en el bolsillo la victoria para convertirse en el primer presidente de Francia en 20 años que obtenía un segundo mandato. Pero la imagen se hacía menos clara conforme la campaña entraba en la recta final, y el golpe de la inflación sobre los precios del combustible, la comida y la energía se convertía en el tema principal de la campaña en muchos hogares de bajos ingresos. Eso podría llevar a los votantes a los brazos de Le Pen, la némesis política de Macron.
Macron derrotó a Le Pen en 2017 para convertirse en el presidente más joven del país. La victoria del exbanquero, que ahora tiene 44 años, se interpretó como un triunfo contra la política populista y nacionalista tras la elección de Donald Trump en Estados Unidos y la votación británica a favor de abandonar la Unión Europea, ambas en 2016.
El populista Viktor Orban obtuvo hace unos días un cuarto mandato consecutivo como primer ministro de Hungría, y ahora las miradas se han vuelto hacia los revitalizados candidatos franceses de ultraderecha, especialmente la líder del Frente Nacional, Le Pen, que quiere prohibir el empleo del hiyab musulmán en las calles y las carnicerías halal y kosher, y reducir de forma drástica la inmigración de fuera de Europa. Estas elecciones podrían transformar la identidad francesa tras la II Guerra Mundial e indicar si el populismo europeo está en una tendencia de auge o de declive.
Por su parte, una victoria de Macron se percibiría como una de la Unión Europea. Los observadores señalan que la reelección del mandatario haría más probable un aumento de la cooperación y la inversión en seguridad y defensa europeas, especialmente con un nuevo gobierno alemán europeísta.
Con una guerra en el flanco oriental de la UE, los votantes franceses decidirán en unas presidenciales con implicaciones internacionales. Francia es la segunda economía del bloque de 27 países, la única con derecho de veto en el Consejo de Seguridad de Naciones Unidas y su única potencia nuclear. Y mientras el presidente de Rusia, Vladimir Putin, continúa con la guerra en Ucrania, el poder de Francia será un factor en la respuesta europea.
La guerra de Rusia en Ucrania ha ofrecido a Macron la oportunidad de demostrar su influencia en el panorama internacional y su posición a favor de la OTAN en los debates electorales. Macron es el único de los favoritos que apoya la alianza, mientras que los demás tienen conceptos distintos del papel de Francia en ella. Melenchon es uno de los que quiere abandonarla por completo, con el argumento de que no aporta más que disputas e inestabilidad.
Una salida francesa asestaría un duro golpe a la alianza, construida hace 73 años para proteger a sus miembros de la Guerra Fría.